Nuevo modelo de gestión para que las dehesas resistan al cambio climático

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Investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y la Universidad Nacional del Comahue, en Argentina, han analizado cómo influyen los cambios en el clima y el grado de dispersión de los árboles en la regeneración de paisajes agroforestales fragmentados, como son las dehesas y montados. Los resultados, publicados en la revista Frontiers in Ecology and Evolution, indican que el mantenimiento de estos sistemas de alto valor ecológico y económico en un escenario de cambio climático debe basarse en alternar periódicamente áreas con alta densidad de vegetación con áreas abiertas.

“Las dehesas y montados son sistemas que, por su estructura similar a una sabana, tienen un alto grado de diversidad biológica, lo que hace que estén protegidos por la Directiva de Hábitats”, comenta Teresa Sánchez-Mejía, investigadora del MNCN. “Por lo tanto, es importante establecer un modelo de gestión de estos paisajes adecuado ante el cambio climático, un modelo que permita su explotación económica sin comprometer su sostenibilidad futura. En este estudio nos planteamos cómo influyen los cambios en la temperatura y la precipitación y la separación entre árboles en la regeneración de estos sistemas”, puntualiza la investigadora.

En la investigación, monitorizaron poblaciones de encinas del Parque Nacional de Cabañeros entre 2001 y 2018, midiendo el cambio en la fecundidad de los árboles y el establecimiento de los primeros estadios de desarrollo de la planta, llamados plántulas, en función de estos parámetros.

“Observamos que las sequías anuales más intensas reducen el esfuerzo reproductivo, pues incrementan el aborto de las bellotas y su depredación por insectos, y disminuyen la supervivencia de las plántulas. Por otro lado, aunque el incremento de temperatura en primavera aumenta la efectividad de la polinización, vimos que no es suficiente para compensar los efectos negativos de las sequías”, explica Mario Díaz, también investigador del MNCN. “En lo que respecta al grado de dispersión entre árboles, lo que obtuvimos es que una mayor separación entre individuos no consigue atenuar los efectos negativos de los cambios en el clima, como pasa con los árboles adultos en bosques cerrados”, añade Sánchez-Mejía.

“Los resultados de este estudio muestran que, a pesar de sus beneficios económicos y de mejorar la supervivencia de los árboles, una gestión basada en la apertura del bosque aumentando el espaciado entre árboles no sería efectiva para asegurar su persistencia en un escenario de cambio climático”, declara Díaz. “Lo que proponemos en nuestro trabajo es que, a largo plazo, la mejor estrategia para alcanzar un equilibrio entre la rentabilidad económica y la sostenibilidad futura de estos sistemas sería establecer áreas abiertas y áreas con alta densidad de matorral que fueran rotando periódicamente, un sistema que podría ser fácilmente financiado con fondos de la nueva Política Agraria Común”, concluye el investigador.

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