Más del 25% de los docentes malagueños tienen indicios depresivos “clínicamente relevantes”

Investigadores de la UMA han desarrollado talleres sobre inteligencia emocional y han analizado a más de 300 docentes de la provincia sobre este aspecto.

Investigadores de la Universidad de Málaga han analizado la relación entre la inteligencia emocional (capacidad para identificar, entender y manejar las emociones correctamente) y los indicios de ansiedad, estrés y depresión. El objetivo es facilitar herramientas para poder manejar y entender las emociones en sectores como la docencia.

“El sector estudiado fue el docente ya que trabajan con un público muy exigente como son los adolescentes, por lo que los problemas psicosociales son recurrentes entre ellos”, explica Natalio Extremera, profesor del Departamento de Psicología Social de la UMA.  Y es que el Síndrome de Burnout, lo que se conoce comúnmente como estar ‘quemado’ laboralmente, afecta profundamente a los docentes. Según el último informe del Defensor del Profesor, presentado por ANPE, Sindicato Independiente, durante el curso 2016/2017 han actuado en más de 2.200 casos en España en los que los profesores se sintieron sobrepasados por diversas circunstancias, como no poder impartir clases, por agresiones tanto de padres como de estudiantes, faltas de respeto, ciberacoso o problemas con los compañeros o la administración. Con estos indicadores, es frecuente que la ansiedad, el estrés y la depresión sean algunos de los síntomas de desajuste psicológico más comunes en este sector.

Sergio Mérida y Lourdes Rey, investigadores del mismo equipo, encuestaron a 310 profesores de distintos centros educativos de la provincia de Málaga. Con los análisis preliminares comprobaron que el 25,5% de los participantes informó de indicios depresivos “clínicamente relevantes”, al igual que el 26% lo hizo con respecto a la ansiedad y el 28% sobre el estrés. Asimismo, encontraron que aquellos que se veían más competentes a la hora de percibir, entender y manejar sus emociones, o sea, con una mayor inteligencia emocional,  informaban de menores niveles de síntomas de los problemas psicosociales que sus compañeros.

Otro de los factores en los que se ha centrado el estudio es en el impacto diferencial que conlleva la inteligencia emocional entre sexos. “Quisimos responder a la pregunta de si ser hombre o mujer influía en la relación entre percibirse como más emocionalmente inteligente e informar de menores síntomas de depresión, ansiedad y estrés”, comenta Sergio Mérida, a lo que añade que, en línea con trabajos previos, este factor se asocia con un menor desajuste psicológico, principalmente en los hombres. “Seguramente en ellas se podrían hallar otro tipo de recursos psicológicos que sean más relevantes a la hora de disminuir los problemas de tipo emocional derivados de la enseñanza, ya que por lo general su inteligencia emocional suele ser más alta”, indica Mérida.

En línea con este estudio, a través de un proyecto I+D+I financiado por el Ministerio han llevado a cabo un Programa de Intervención en inteligencia emocional con diez talleres de dos horas de duración, en los que han formado a profesores de Educación Secundaria sobre este tema, además del manejo del estrés laboral. “Por un lado, les damos recursos para actuar de manera adecuada en los diferentes contextos que se pueden dar en el lugar de trabajo y, por otro, pueden enseñar a los estudiantes a utilizar este tipo de herramientas para ser más estables psicológicamente hablando”, declaran los expertos.

Sin embargo, advierten de que la investigación no debe quedar aquí. “Este es solo un primer paso que hemos realizado para crear herramientas u otro tipo de procedimientos útiles para que los docentes puedan hacer frente a los problemas de ansiedad, estrés y depresión que sufren en su ámbito de trabajo. Lo ideal sería realizar un estudio longitudinal -a través del tiempo- y ver cómo evoluciona la salud psicológica de los encuestados según su niveles previos de inteligencia emocional”.

El grupo de investigación ‘Recursos personales positivos, bienestar y salud en contextos aplicados’ va más allá de los docentes y se desarrolla en otros ámbitos laborales y académicos. “Se trata de ciertas habilidades, fortalezas y estrategias de regulación emocional que ayudan a las personas a tener una mejor calidad de vida y a sobreponerse a los obstáculos de la vida cotidiana”, indica Extremera. Según los expertos, variables como el liderazgo tóxico (tener un mal jefe), no congeniar con los compañeros o unos usuarios del servicio muy demandantes están entre las causas más comunes del abandono de un trabajo. “Si se potencian recursos psicológicos como la inteligencia emocional, la autoeficacia laboral, la gratitud o el perdón, entre otros, se suele llegar a un mayor equilibrio emocional”, asevera el investigador.

Asimismo, las aulas son otro escenario en el que poner el foco de atención. “Se está comprobando que los afectados por acoso escolar, en el futuro tienen más probabilidad de convertirse en acosadores. Nuestros estudios están confirmando que reforzar el perdón como fortaleza psicológica tras un acoso recibido en el pasado podría ser una forma de cambiar esta tendencia”, aseguran los psicólogos. Por ello proponen formar a los docentes para detectar los casos de bullying o cyberbulying en sus fases iniciales y a su vez fomentar los recursos personales positivos en el aula para promover la autoestima y las relaciones positivas, lo cual suele ser incompatible con los sentimientos negativos de venganza que lleva a las víctimas en convertirse en hostigadores.

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