Los efectos psicológicos de la pandemia que no acaban de marcharse

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La pandemia hizo que aflorara un malestar psicológico latente en muchas personas. La situación de confinamiento, el aislamiento y también la incertidumbre contribuyeron al desarrollo de enfermedades mentales y problemas psicológicos que todavía hoy persisten, según ha podido comprobar un equipo de investigación de la Universidad de Costa Rica (UCR).

Estudio del IIP-UCR y la Escuela de Psicología reveló que algunas secuelas psicológicas de las medidas sanitarias y de la pandemia ocasionada por el coronavirus SARS-CoV-2, persisten en la población dos años y medio después de que apareciera el primer caso de COVID-19 en Costa Rica.

El estudio fue realizado entre setiembre y noviembre del 2022, por el Instituto de Investigaciones Psicológicas de la Escuela de Psicología de la UCR, con financiación del Gobierno de Francia, a través de su embajada en el País, y coordinado por Benjamín Reyes Fernández, especialista en psicología de la salud.

Qué efectos sobre el bienestar psicológico se arrastran tras pandemia

A partir de este estudio se puede concluir que la pandemia todavía tiene manifestaciones de tipo psicológico y emocional. Las afecciones que más se reportaron fueron dolores de cabeza, de espalda y otro tipo de dolores, asociados al malestar psicológico. Otra proporción de los participantes declararon sentir cansancio y falta de energía. También se constataron problemas de sueño, así como miedos e inquietud.

La toma de datos se hizo por dos vías. Una de ellas fue una “encuesta telefónica (con una muestra representativa de 1002 participantes, y un error de 3.1%). La otra una encuesta en línea (no representativa, de 2157 participantes, pero que permitió, por su extensión, examinar con mayor detalle algunos aspectos)”. 

Qué resultados dio la encuesta

El Dr. Reyes Fernández explicó que “en general, las personas que respondieron de forma telefónica tendieron a reportarse con mejor salud mental que quienes respondieron mediante la encuesta en línea. “Eso puede deberse a deseabilidad social (a quienes contestan al teléfono les es más difícil decir que están mal) o a autoselección (quienes contestaron en línea podrían ser personas que más se preocupan por su salud mental, y tienden a ser quienes reporten más estrés y síntomas de algún padecimiento de salud mental)”, detalló Reyes.

El Dr. Reyes recalcó, como dato interesante, que “en la muestra representativa, un 11% presentó síntomas de estrés agudo por lo menos ocasionalmente, mientras que sólo un 1% los presentó muy frecuentemente. Por otro lado, un 43.9% de la muestra refirió tener altos niveles de resiliencia, que consiste en la capacidad anímica y mental de enfrentar las dificultades”.

Resultados de la encuesta telefónica, por su representatividad. El cuadro resume los principales síntomas de estrés de la muestra representativa.

Cuáles son las diferencias de salud mental entre los distintos grupos de población

El estudio también permitió establecer diferencias de salud mental entre grupos específicos de población. Entre estas diferencias, cabe destacar que las encuestadas de sexo femenino mostraron mayores niveles de estrés que los encuestados de sexo masculino, lo cual se dio también al inicio de la pandemia.

De igual forma las personas de mayor edad saben lidiar y encuentran formas más creativas de enfrentar las dificultades, lo que significa que los adultos mayores mostraron ser más resilientes. Sin embargo, a diferencia del inicio de la pandemia, cuando en las provincias costeras se reportaban mayores niveles de estrés, dos años y medio después ya no se encontraron diferencias entre provincias costeras y provincias no costeras.

Los investigadores consideran que esto podría deberse a que la actividad económica de las costas depende más del turismo que se vio fuertemente afectado por las medidas sanitarias, pero ya se ha recuperado.

Por otra parte, el estudio refleja que el nivel educativo no influía en el estrés manifestado, ni en el afrontamiento resiliente de la crisis. Aunque sí influyó en el apoyo social, pues las personas con mayores niveles educativos manifestaron contar con más apoyo.

Como era de esperar, las personas con menores ingresos económicos manifestaron mayor estrés, a la vez que resentían percibir menos apoyo social que los de mayores ingresos. En este grupo, las personas que no poseen vivienda propia reportaron mayores niveles de preocupación y estrés que los que sí tenían casa propia.

Sin embargo, el ingreso económico no influyó en los niveles de resiliencia, ya que todos mostraron niveles semejantes de resiliencia.

Cómo combatir este malestar psicológico

El estudio sugiere que la actividad física reduce las posibilidades de que la persona se encuentre deprimida, lo cual coincide con resultados de investigaciones internacionales. De igual forma la investigación coincide con resultados a nivel internacional en el sentido de que el diseño del espacio físico parece asociarse con niveles de salud mental.

Por ejemplo, las personas que practican deporte, si lo hacen de forma colectiva, obtienen el doble beneficio orgánico y de establecer redes sociales de apoyo. Sin embargo, en la práctica del deporte influye el que existan instalaciones y espacios adecuados para practicarlo y que las personas se sientan seguras en esos espacios.

¿Cómo protegerse del estrés agudo?

Resumiendo los principales resultados de la investigación, el Dr. Reyes explicó que en términos generales, “los resultados sugieren que contar con una red de apoyo social es importante para proteger contra el estrés, así como buscar formas creativas de hacer frente a las dificultades. Naturalmente, algunas medidas no dependen de los individuos, sino de las autoridades.

“Por ejemplo, los resultados sugieren que una mejor situación económica favorece el bienestar mental. Sin embargo, la situación económica depende no sólo de las decisiones del individuo, sino de diversos actores públicos y privados. Naturalmente, algo que también podría ser de ayuda es contar con un mejor acceso a servicios de salud mental”.