Los cambios térmicos delatan diferentes tipos de amor

Imágenes termográficas de una persona con amor de ternura, en las que sube la temperatura en las manos y la cara.

Aprovechando la celebración este viernes del Día de San Valentín, la Universidad de Granada ha informado que sus científicos han determinado que existen distintos tipos fisiológicos de amor, relacionados con la pasión, la ternura y el compromiso social, a partir de los cambios térmicos que se producen en un sujeto cuando observa fotografías de la persona amada, o conversa con ella sobre su intimidad.

Los investigadores, pertenecientes al Centro de Investigación Mente, Cerebro y Comportamiento (CIMCYC), han determinado las diferencias que se producen en la temperatura de la piel en función de cuál de los tres componentes del amor (pasión, ternura o compromiso social) experimente el sujeto. Y es que cada componente del amor produce cambios térmicos diferentes.

Así, «la pasión se asocia a la novedad de los primeros contactos amorosos, al deseo y a la búsqueda de riesgo, y está vinculada a la dopamina (un neurotransmisor del sistema nervioso central). En ella se establece un juego de poder obsesivo, del gato y el ratón, en el que siempre hay un dominante y un subordinado, siendo las discusiones terribles y las reconciliaciones homéricas», explica Emilio Gómez Milán, investigador del Laboratorio de Termografía del CIMCYC.

A las personas pasionales dominantes les sube la temperatura corporal en torno a 2 grados centígrados en la cara, manos, pecho y abdomen (literalmente, se encienden), mientras que a los subordinados «el amor le provoca un efecto térmico parecido al del miedo o el frío, bajándoles la temperatura de las manos y la nariz. Es una especie de respuesta general de adaptación, un juego de lucha y huída, donde uno lucha y el otro huye, y estos papeles pueden intercambiarse».

El investigador del Laboratorio de Termografía del CIMCYC Emilio Gómez Milán. 

En el caso de la ternura (o intimidad), «se produce una relación más recíproca entre ambos miembros de la pareja, a quienes sube la temperatura en torno a un grado en la cara y las manos, pero baja en el abdomen», señala Gómez Milán.

Este componente del amor está relacionado con la empatía y la amistad, se vincula  a la oxitocina (la hormona responsable del amor maternal) y nos lleva a querer proteger al otro. Con frecuencia, la ternura sigue a la pasión, la sustituye, disminuyendo la actividad sexual de la pareja pero aumentando la comunicación, “porque el cuidado mutuo y las palabras de amor son un antídoto contra el dolor o la tristeza”.

Por último, el compromiso social se vincula con niveles de serotonina (neurotransmisor relacionado con el estado de ánimo), y se da en aquellas relaciones amorosas de interés, «en las que una persona está con otra porque tiene que pagar una hipoteca, por ejemplo, o por prestigio social», indica Emilio Gómez. Este componente del amor no provoca cambios térmicos en el sujeto al ver la fotografía de la persona amada o mantener conversaciones íntimas.

«Estos componentes del amor son distintos a la atracción sexual, basada en la testosterona, donde hay promiscuidad sexual pero el otro satisface nuestra necesidad sin ser considerado especial en ningún sentido», advierte el investigador de la UGR.

Imagen termográfica de una persona con amor de compromiso, en las que no cambia la temperatura del cuerpo.

Los tipos de amor

La combinación de estos componentes da lugar a distintos tipos de amor. «Un amor basado sólo en compromiso social es un amor vacío, mientras que el amor basado solo en pasión es un amor fatuo, y un amor basado sólo en ternura es parecido a la amistad o al altruismo», indica Emilio Gómez Milán. Un amor con los tres componentes es un amor completo, y un amor que conjuga pasión y ternura, pero sin compromiso, es romántico.

El investigador de la UGR señala que el amor cambia en función de cada país, «porque las culturas distintas tienen conceptos distintos de amor: en unas domina la pasión, en otras el compromiso y en otras la ternura, y también cambia el amor en el tiempo de duración de la pareja, es decir, evoluciona”.

En esta investigación participaron 60 personas sanas, hombres y mujeres, de entre 24 y 47 años, que afirmaban estar enamorados. Tras acceder al Laboratorio de Termografía, los sujetos permanecieron desnudos durante 20 minutos para aclimatarse, y se registró su temperatura base. En diferentes sesiones, el grupo experimental veía en la pantalla del ordenador fotos elegidas por ellos mismos de su relación de pareja o mantenían conversaciones íntimas.

En los últimos años, este mismo equipo de investigación de la UGR ha aplicado la termografía al campo de la Psicología, determinando, por ejemplo, el conocido como «efecto Pinocho» (según el cual la punta de la nariz varía su temperatura cuando una persona miente), logrando medir objetivamente el duende flamenco de los bailaores o el dolor mental de la llamada «sinestesia tacto-espejo».

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