Un equipo de internacional de geólogos, en el que participa un experto de la Universidad de Málaga, ha analizado las condiciones de municipios como Benalmádena y Torremolinos, y ha detectado que el nivel de deformación aumenta, entre otras causas, por el incremento de la población y la sobreexplotación de acuíferos.
El fenómeno geológico conocido como subsidencia consiste en el hundimiento de una cuenca como consecuencia del peso de los sedimentos que se van depositando en ella de forma progresiva. En cualquier punto del territorio un estricto control de este fenómeno se convierte en necesario para prever posibles incidencias que pudiera provocar en infraestructuras como carreteras, urbanizaciones o aeropuertos.
En el caso del litoral malagueño, las zonas de Benalmádena y Torremolinos han sido objeto de estudio por parte de un grupo de investigación del Departamento de Ecología y Geología de la Universidad de Málaga. Los últimos resultados, publicados en la revista Procedia Computer Science, ponen el foco en la progresión del hundimiento del terreno. Para ello, los expertos, entre los que se encuentra el doctor Pablo Jiménez Gavilán, han analizado áreas muy pobladas sobre las que ya se habían detectado importantes fenómenos de subsidencia, que habían sido analizados en trabajos previos, como los recogidos en la prestigiosa revista sobre medio ambiente STOTEN este mismo año 2018. “Los resultados actuales confirman la dinámica advertida en análisis anteriores, como el del periodo 1992-2009, donde detectamos hundimientos de este sector a un ritmo máximo de 11 milímetros por año”, señala el profesor.
Uso intensivo de aguas subterráneas
En sus artículos los investigadores aluden al uso intensivo de las aguas subterráneas y al aumento rápido de las zonas urbanizadas (consecuencia del aumento continuo de la población), como principales factores desencadenantes de este proceso. “La extracción de agua proveniente del acuífero carbonático de la Sierra de Mijas, explica Jiménez Gavilán, constituye el principal suministro de agua de estas poblaciones, y por tanto es un elemento a tener en cuenta a la hora de encontrar la causa por la que los fenómenos de subsidencia han continuado en ascenso entre 2014 y 2018”.
Pero lejos de ser un dato y una variable geológica más, la subsidencia —a ciertos niveles— puede tener consecuencias muy negativas; desde daños en infraestructuras y edificios, a cambios en la elevación de las corrientes de agua superficial y del funcionamiento de los sistemas acuíferos e incluso desplazamientos de mareas hacia áreas de menor altitud. “Sin ir más lejos, en algunas de las imágenes por satélites que aportamos en la publicación se aprecia la evolución del hundimiento del Polígono Guadalhorce entre 1992 y 2018, con un ligero desplazamiento hacia el sur que comienza a afectar ya a parte del aeropuerto”, afirma el experto.
Por otro lado, el trabajo se ha centrado sobre todo en el suroeste de la provincia para determinar, junto al grado de subsidencia, el nivel de agua de las reservas subterráneas que abastecen a Benalmádena y Torremolinos, es decir, del acuífero de la Sierra de Mijas. En este sentido, el investigador sostiene que “la principal forma de recarga de este acuífero proviene de la filtración de lluvia, mientras la descarga se centra sobre todo en la actividad de bombeo”. De hecho, los últimos resultados han constatado que el de Sierra de Mijas tiene una capacidad de recarga anual de 28 hectómetros cúbicos, pero bombea 35 cada año, lo que motiva según los geólogos una “disminución del nivel freático y la posterior desaparición de la mayoría de manantiales”.
Para las mediciones, el equipo ha contado con radares y tecnología avanzada cedida por la Agencia Espacial Europea, lo que ha facilitado la realización de sondeos con un factor de error que no supera los 0.2 milímetros por año.