La nueva Ley de Costas será un "paso atrás"

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Evolución de la línea costera en el Levante desde los años seseta hasta ahora.

El desarrollismo salvaje, la presión turística, las actividades agrícolas y la voracidad del ladrillo han provocado que la mayor parte de las playas de Almería se encuentren en regresión, al perder los sistemas naturales de recarga de arena. Ésta fue una de las conclusiones expuestas en la presentación de la plataforma No a Nuestra Costa, un proyecto a nivel nacional en el que participan Greenpeace, Ecologistas en Acción, Promar y Grupo Ecologista Mediterráneo.

La costa almeriense, a pesar de estar considerada entre las más vírgenes del Mediterráneo, ha sufrido el ataque de la actividad humana, que se ha traducido en un retroceso de la línea de costa que, en algunos casos llega a superar el centenar de metros. Esta situación, lejos de mejorar, se agrava año a año, al tiempo que obliga a las administraciones a invertir grandes cantidades de dinero cada año, sólo en aportes de arena que posteriormente se llevará el mar.

Como ejemplo de esta situación, el geógrafo y técnico de la Dirección General de Costas en Almería, Alfonso Viciana, puso el caso de Garrucha, donde este año se han invertido unos cinco millones de euros en la recuperación de dos kilómetros de costa. En el caso de este municipio, el ataque a la playa viene de los sistemas de protección de su puerto y es una situación que se repite cada año y para la que no hay una solución alternativa a los aportes de arena.

La agresión a la costa almeriense tiene una fecha clave. En 1957 el Instituto Nacional de Colonización extendió los cultivos enarenados por el campo de Dalías. Esta actividad económica abrió la veda del vaciado de playas, cuya arena era transportada a los invernaderos. Tanto fue así que Alfonso Viciana calcula que sólo en la zona de Punta Entinas, entre los municipios de Roquetas y El Ejido, se acabó con 262 hectáreas de dunas. En total, según este experto, en Almería se han sacado unos 20 millones de metros cúbicos de arena para la agricultura.

«Hasta el 88 era la propia administración quien vendía la arena de la playa a los agricultores, algo inconcebible en este momento», explicó Alfonso Viciana, que también se mostró muy crítico con la nueva Ley de Costas que será aprobada, casi con total seguridad, por el Gobierno, y explicó que este texto supone «un paso atrás» en la protección del litoral.

El nuevo texto deja desprotegidos los sistemas dunares, así como las zonas húmedas alimentadas de forma artificial, como las salinas de Cabo de Gata, que dejarán de ser de dominio público marítimo-terrestre.

El Algarrobico

El caso del hotel El Algarrobico es ejemplo de uno de los ataques más feroces a la costa, y también una de las muestras de que «el mapa normativo no vale de nada», según explicó Alfonso Viciana.

Éste caso es la gota que colma el vaso de las agresiones a la costa protagozadas por el ladrillo, una situación que arranca ya desde los primeros años del turismo, en las décadas de los 60 y 70, y que se agudizó desde el 96 hasta el 2008, con el boom de la construcción.

Pueblos como Villaricos, Vera o Roquetas de Mar cuentan con una línea costera casi completamente urbanizada, en la que apenas hay espacios públicos, una presión que la costa no puede soportar. Y es que de los más de 230 kilómetros de litoral, 90 están urbanizados, y eso a pesar de que Almería cuenta con un respiro en este sentido como es la zona protegida del Parque Natural Cabo de Gata Níjar.

Los impactos sobre los humedales, que en zonas como Roquetas están casi ‘aniquilados’, o la presión que sufren los deltas, especialmente el del río Adra, ponen al litoral en peligro de desaparecer y expone a las urbanizaciones construidas en primera línea de playa a los envites de los temporales. Además, la destrucción de estos entornos también significa acabar con los aportes naturales de arena que reciben las playas.

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