Desde hace tres años, la Facultad de Psicología de la Universidad de Almería organiza las Jornadas de Prevención del Suicidio, con el objetivo, tal y como ha comentado su decana, Encarna Carmona, de “transmitir a nuestros alumnos, principalmente, a la comunidad universitaria y a la sociedad almeriense, la necesidad de conocer, actuar y formar sobre el suicidio”. Se trata de una oportunidad para poner la semilla para que los participantes “sepan de la necesidad que tiene la sociedad de profesionales especializados y, por qué no, del germen de un título específico en nuestra universidad”.
Unas jornadas con las que se pretende dar una mejor formación al alumnado de la Facultad de Psicología, pero también “para desestigmatizar la muerte por suicidio, desbancar los numerosos mitos asociados al suicidio, hablar de él y hablar con las personas que trabajan, conviven, y con los supervivientes”.
Este año las jornadas están dedicadas en las familias y supervivientes y en ellas han participado dos personas que han contado su experiencia como familia y como especialistas: Pedro Martín-Barrajón, responsable de la Red nacional Psicólogos para la Prevención del Suicidio en Psicólogos Princesa 81, quien además es experto en emergencias y catástrofes por el Consejo General de la Psicología en España; y Carlos Soto Madrigal, superviviente de suicidio, padre de una chica que se suicidó con 18 años y colaborador y codirector de Grupos de Ayuda Mutua para Supervivientes en Psicólogos Princesa 81. También es formador testimonial en los cursos de prevención del suicidio en la Comunidad de Madrid.
Pedro Martín-Barrajón ha hablado sobre atención psicológica telefónica en crisis suidas en curso. En su intervención, ha compartido un procedimiento de atención telefónica en crisis suicidas del Ministerio de Sanidad y el Consejo General de la Psicología que se puso en marcha durante la pandemia, en el periodo de confinamiento, en la Comunidad de Madrid. Un protocolo que están generalizando y exportando a distintas comunidades autónomas.
“Vengo a explicar qué es lo primero que tiene que hacer un sanitario cuando recibe una llamada. Aunque depende del servicio, en primer lugar, de lo que se trata es de no intentar quitarle las ideas suicidas a la persona, es decir, en un momento de crisis quizá ni el mejor psicólogo, ni el mejor psiquiatra, ni el mejor médico de emergencias sean capaces de quitarle las ideas suicidas. De lo que se trata es de ganar tiempo, de aplazar la decisión, de disminuir esa impulsividad y poner a la persona en contacto con el siguiente eslabón de la cadena asistencial, bien sea el servicio de emergencias extra hospitalarias, una UVI móvil o el hospital, pero no obcecarse en quitar las ideas suicidas, sino en proporcionarle ese espacio donde se le pueda prestar la atención que se merece y la ayuda que necesita”.
En cuanto a un perfil mayoritario de las personas que usan este servicio de atención telefónica Martín–Barrajón, ha explicado que “puede que recurran a este tipo de servicio más las mujeres, en torno a los 39 años, que los varones. Sin embargo, en cuanto a suicidios consumados en nuestro país -que hemos alcanzado las cifras más altas desde que se registran este tipo de fallecimientos con 3.941 muertes al año- el número de suicidios es mucho más alto en varones (3 varones por cada mujer). Si hablamos de intención suicida son más las mujeres quienes tienen intentos de suicidio, pero no consumados, que los varones, en la misma proporción 3 a 1”. Por último, ha señalado que recurrir a este servicio “puede cortocircuitar el intento y esos beneficios se mantienen durante las siguientes semanas”.
Por su parte, Carlos Soto Madrigal ha hablado de la importancia del reconocimiento de los supervivientes en el entorno profesional sanitario. “En mi caso perdí más a nuestra única hija 16 días después de cumplir 18 años y sin una enfermedad mental, que es una de las cosas que le conviene aclarar, no siempre hay una enfermedad mental detrás de un caso de suicidio. A veces es un impulso, sobre todo los jóvenes. Lo que tratamos es de hacer prevención para que quien necesite ayuda se atreva a pedirla porque existe la posibilidad de salir de esos problemas”.
Sobre los signos que pueden alertar a los familiares de que algo no va bien, Soto ha indicado que lo más común “es que haya un cambio, un cambio drástico en comportamiento, en forma de vestir, en forma de alimentarse. Un cambio que se note, que a veces es muy difícil en adolescentes jóvenes porque están en proceso de cambio, pero, por ejemplo, que pasen muchísimo más tiempo encerrados en la habitación, un cambio en las costumbres, dejar de ver amigos. Y, por supuesto, si los mensajes que mandan o que comunican son sobre perder la ilusión de vivir o de desesperanza, incluso en muchos casos hay automutilación. Conviene que sea un profesional el que les ayude a pasar ese momento”.
Tanto Pedro Martín-Barrajón como Carlos Soto Madrigal forman parte de la Asociación Princesa81 de Madrid.