La combinación de las metodologías presencial y en línea para las actividades docentes supuso un aumento en el número de horas que los estudiantes universitarios pasaron trabajando delante de pantallas, según un estudio de la Universidad de Murcia.
El sistema combinado de docencia presencial reducida y segura con docencia no presencial, que se debió adoptar como consecuencia de la pandemia COVID-19, ha incrementado los problemas de sequedad y malestar ocular entre el alumnado universitario, especialmente cuando los estudiantes seguían sus clases mediante el sistema de docencia no presencial.
Esta es una de las principales conclusiones de un estudio dirigido por el investigador Diego García Ayuso, profesor de la Facultad de Óptica y Optometría de la Universidad de Murcia, realizado mediante una encuesta a estudiantes de la Universidad de Murcia sobre salud visual y en la que se tenía en cuenta la forma en que el estudiante había seguido sus clases durante la última semana. Dicha encuesta incluía un cuestionario estandarizado para clasificar y establecer la gravedad del ojo seco en función de su sintomatología.
El ojo seco representa un problema de salud pública cada vez mayor y una carga económica importante al sistema sanitario debido al gasto en atención médica y a la pérdida de productividad laboral de los usuarios de pantallas.
El uso de pantallas es un factor de riesgo muy conocido para la aparición de ojo seco, ya que provoca una disminución de la frecuencia de parpadeo, así como parpadeo incompleto, lo que causa inestabilidad de la película lagrimal y acelera su evaporación, provocando sintomatología ocular y afectando a la calidad de visión.
Los resultados del estudio, que ha sido publicado en la revista Clinical and Experimental Optometry, demuestran que el 51,8% de los universitarios sufrían sintomatología moderada de ojo seco durante el curso 2020/2021, y que las actividades diarias que más se veían afectadas por esta sintomatología fueron trabajar con el ordenador (21,6%) y ver la televisión (20,7%).
“Se estimaba que la prevalencia de ojo seco entre los jóvenes podría estar en torno al 30%. Sin embargo, en este trabajo hemos demostrado que esta situación se ha visto agravada entre el estudiantado universitario por las medidas adoptadas para frenar la pandemia COVID-19, situando la prevalencia por encima del 50%”, explica Diego García Ayuso.
El investigador indica que “muchas de las consecuencias del aumento de la sintomatología de ojo seco son aún desconocidas, y no se puede ignorar el hecho de que, al igual que se ha demostrado que la sequedad ocular puede afectar a la productividad laboral, también podría afectar al rendimiento académico del estudiantado universitario o a otras de sus actividades cotidianas”.
El estudio ha analizado también la relación entre el número de horas frente a pantallas y el incremento de los síntomas de ojo seco, concluyendo que la presencia de este problema aumentaba a medida que se incrementaba el número de horas frente a dispositivos. Como promedio, la docencia no presencial supuso una media de 10,6 horas de uso de pantallas al día; mientras que en la modalidad presencial el tiempo de uso de pantallas se redujo a 5,3 horas, teniendo en cuenta también el uso de estos dispositivos para otras actividades. Esto supuso una mayor prevalencia de la sintomatología de ojo seco en los estudiantes que seguían el sistema de docencia no presencial, entre los que un 54,7% presentaron una sintomatología moderada de ojo seco, y aquellos que seguían el sistema de docencia presencial, entre los que solamente un 26,1% presentó una sintomatología leve de ojo seco.
Otros factores que influyeron en una mayor prevalencia de sintomatología de ojo seco fueron el género, ya que la prevalencia de ojo seco fue mayor en el caso de las estudiantes, y el uso de lentes de contacto. En concreto, un 59,1% de las participantes sufría sintomatología moderada de ojo seco, mientras que para los estudiantes la sintomatología fue leve y solo estaba presente en un 32,5%.
Además, hay muchas otras preguntas que siguen sin respuesta, “por ejemplo, sería interesante considerar otros factores de riesgo individuales u otros factores relacionados con el ambiente de trabajo, como la temperatura y la humedad, o durante la actual pandemia de COVID-19, el impacto de trabajar con ventanas abiertas o cerradas o el uso de mascarillas mientras se trabaja con el ordenador”, apunta el investigador.
Otros miembros del equipo de investigación que ha realizado este trabajo han sido Johnny Di Pierdomenico, Francisco Javier Valiente Soriano, Caridad Galindo Romero y Paloma Sobrado Calvo, también profesores de la Facultad de Óptica y Optometría de la Universidad de Murcia.