La contaminación minera de Portmán (Murcia) llega también a los bebés lactantes

Una investigación multidisciplinar de la Universidad de Murcia (UMU), publicada en la revista International Journal of Environmental Research and Public Health, resalta los riesgos de emplear la leche materna como alimento exclusivo para el bebé en zonas con alta contaminación minera.

Entorno de Portmán.

Portmán, uno de los puntos negros medioambientales del Mediterráneo, ha sido el protagonista de este estudio en el que se ha detectado la presencia de metales pesados como zinc, arsénico, plomo, mercurio y níquel muy por encima de la media recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

“Al final, como ciudadano, intento retrotraerme de mi trabajo, y lo que me sorprende es que, aunque esperaba que fuera una zona contaminada, no esperaba que la concentración media o máxima de todos los metales en leche, salvo el manganeso, supere lo que recomienda la OMS”, explica el investigador y toxicólogo de la UMU Miguel Motas.

La publicación ha sido realizada por los investigadores Miguel Motas, Sandra Jiménez, José Oliva, Miguel Ángel Cámara y María Dolores Pérez‐Cárceles de las áreas de Toxicología, Medicina Legal y Forense y Química Agrícola y nace a partir de la tesis desarrollada por Sandra Jiménez, codirigida por Miguel Motas y María Dolores Pérez Cárceles.

Estos restos encontrados en la leche materna llegan al bebé en un momento en el que el organismo está todavía inmaduro, pudiendo provocar enfermedades a corto y largo plazo. Esperan que esta investigación sirva como herramienta de prevención que permita adelantarse al problema y avisar de los riesgos que esto puede implicar en la salud de los niños.

“La leche materna es el alimento más completo que se puede consumir en las primeras etapas de la vida. Debe tomarse el tiempo que haga falta, mínimo 6 meses, salvo que vivas en una de las zonas más contaminadas de Europa. En ese caso, no es recomendable hacer una alimentación exclusiva con leche materna, donde habría que barajar fórmulas alternativas”, resalta Motas.

¿Cómo llega a la madre?

Tal y como comentan los investigadores, en zonas industriales o mineras con una contaminación ambiental muy alta, podemos encontrar partículas de estos metales en suspensión en la atmósfera.

“Estas pueden ser inhaladas a través del aire que respiramos, pero también se pueden tomar a través de alimentos o utensilios”, resalta el químico de la UMU Miguel Ángel Cámara. “Y en el que las partículas no solo quedan en el aire, también pasan por agua y por la tierra a pescado, ganado o verdura que se cultive en esta zona del Mediterráneo, pudiendo desembocar, por ejemplo, en el Mar Menor”.

La leche materna de la madre protege al bebé del COVID-19.

Comparación con zonas agrícolas

Para obtener los resultados, han analizado la leche materna de cincuenta mujeres que habitan en zonas de la Región de Murcia, comparando los datos de la población de Portmán, con otros casos en una zona agrícola como San Javier, situado en el Mar Menor, dentro de la comarca del Campo de Cartagena.

En general, se puede ver que el nivel de metales es mucho menor que en la zona minera, por el contrario las madres que comen más fruta podían asociarse, por ejemplo, a una mayor cantidad de cobre, que puede deberse al uso de plaguicidas que quedan en el alimento cuando no se limpia correctamente antes de su consumo.

También pudieron encontrar particularidades de acuerdo al estilo de vida maternal. De esta manera un consumo mayor de agua se asocia a una mayor presencia de aluminio y plomo; aquellas que incluían una dieta rica en pescado, contaban con mayores niveles de mercurio, o de cadmio en el caso de las fumadoras.

¿Qué hacer en ese caso?

Los investigadores de la UMU hacen un llamamiento a que la lactancia materna va a ser siempre la mejor opción, pero que en casos excepcionales como este habría que buscar alternativas como pueden ser lactancia mixta, o directamente lactancia artificial.

“Al final la leche es una vía de eliminación de los metales, igual que se hace por la saliva o por el sudor, y es un riesgo para un ser que no tiene todavía sus órganos maduros”, recuerda Motas.

Para conocer la situación de la madre, los investigadores recomiendan que se realice una analítica para poder actuar sobre cada caso en particular y se ponen a disposición de analizar estas muestras desde sus laboratorios de Toxicología de la UMU, al tiempo que sugieren que se mantenga un seguimiento a través de su médico de cabecera.

“Como conclusión, hace falta continuar investigando por esta línea para ser conscientes de que el ecosistema y el ser humano no son cosas aisladas. Somos una especie más, y por tanto lo que afecta al ecosistema nos afecta a nosotros”, concluye Miguel Motas. “Si hubiese ganadería vacuna en la zona, esa leche estaría igualmente contaminada y no podríamos consumirla”.

Más información:

https://www.mdpi.com/1256140

https://doi.org/10.3390/ijerph18179289

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