El grupo de investigadores dirigido por el catedrático del departamento de Antropología Social de la UGR Ángel Acuña Delgado, que participa en el Proyecto Amazonas, ha estudiado el estado de conservación y uso del agua, suelo, flora y fauna, así como el desarrollo local de infraestructuras, salud, educación y derechos indígenas en la ruta del río Napo, primera parte del proyecto.
La ruta se llevó a cabo desde el 2 de octubre al 2 de noviembre de 2017. El grupo expedicionario investigador compuesto por Serena di Santo, doctoranda en Física, Manuel Sánchez del Castillo, doctorando en Química, y Ángel Acuña Delgado, director del equipo y catedrático del Departamento de Antropología Social de la UGR, cubrió los aproximadamente 1000 kilómetros desde el municipio ecuatoriano de El Coca hasta el peruano de Francisco de Orellana, ya en la desembocadura con el río Amazonas, en sus dos kayak neumáticos, siguiendo así la ruta realizada en 1.542 por el célebre explorador español.
En su transcurso, los investigadores han convivido con diversas comunidades indígenas, especialmente de etnia kíchwa, aunque también con representantes huaoranis, shuares, sionas, secoyas, cofánes, huitotos, arabelas y orejones, además de mestizos.
El regreso se realizó por la misma ruta, para completar los estudios, pero en esa ocasión río arriba y con lanchas a motor, deteniéndose también en las comunidades, hasta llegar de nuevo al punto inicial de partida, El Coca, el día 23 de noviembre.
En Quito, los investigadores fueron invitados por la Universidad Central de Ecuador y por la Universidad Politécnica Salesiana para contar su trabajo en una ponencia con el título: ‘El Napo 2017 en la ruta de Orellana: continuidades y discontinuidades transfronterizas entre la naturaleza y la cultura‘.
El trabajo exploratorio de investigación ha tenido en cuenta las condiciones ambientales del río y a las personas que habitan en sus riveras. Por un lado, se ha atendido al estado de conservación y uso del agua, el suelo, la flora y la fauna; y por otro, al desarrollo local en materia de infraestructuras, salud y educación, así como al desarrollo de los derechos indígenas en lo que concierne al uso de la lengua y la identidad étnica, la propiedad territorial, la gobernanza y aplicación de la justicia comunal, pero también a la participación política.
En sus primeras impresiones, los investigadores han observado una serie de continuidades y discontinuidades en el paso del Napo por la frontera de Ecuador y Perú. En cuestión ambiental, el Napo y otros ríos constituyen por el momento las únicas vías de penetración para transitar por un territorio de difícil acceso, cargado de diversidad. “Los ríos son como el sistema sanguíneo de la Amazonía y el Napo figura como una de sus arterias principales, pese a su contaminación”, explica Ángel Acuña.
En relación a las discontinuidades, en el plano transfronterizo, la mayor parte de ellas parten de la acción o gestión política, de cómo sean o cómo se orienten los gobiernos de turno, con políticas que afectan a la conservación y gestión del ambiente, así como a la vida de las poblaciones.
El grado de injerencias de agentes externos, públicos y privados, en los territorios indígenas bañados por el Napo, produce cambios notables, como el turismo, la actividad petrolera, el sistema de transporte fluvial, entre otros. Las ayudas recibidas también por dichos agentes (que son el estado, iglesias u ONGs) hacen más o menos soportables las condiciones de vida.
No obstante, en el terreno político también cabe señalar una importante línea de continuidad o coincidencia: “la falta de consideración de las políticas y los gobiernos nacionales hacia las gentes del Napo, cuando no el olvido y abandono, que es la sensación que desde allí se tiene”, señalan los investigadores.
Desde el punto de vista cultural o humano, más allá de los conflictos derivados de la corrupción de líderes o de la violencia intrafamiliar que a veces se produce, “lo que desde nuestra experiencia marca una línea de continuidad transfronteriza es el buen trato recibido por las gentes, la amabilidad, hospitalidad, humildad y generosidad de los lugareños, su solidaridad y disposición a prestar o prestarse ayuda, no solo entre ellos, sino con visitantes desconocidos como nosotros”, expresan los investigadores. El director del equipo incide en esto al señalar que son “personas que viven de manera muy austera, más en Perú que en Ecuador, pero que demuestran tener una enorme empatía y calidad humana”.