El reto de conocer la realidad y la responsabilidad de actuar sobre ella.
¿Qué solemos pensar en primer término cuando oímos hablar del binomio mujer-medioambiente?
Seguramente a muchas de las personas que estáis leyendo este texto y os planteéis brevemente la cuestión, se os vendrá a la mente la situación en la que viven muchas mujeres en los países menos desarrollados, los discursos de movimientos reivindicativos tanto feministas como ecologistas o la separación selectiva de la basura en el hogar. Y lo cierto es que, si investigamos un poco, la mayor parte de la información disponible (si no toda), cualesquiera que sean las fuentes, idioma o país consultados, hace referencia a la importancia del papel de la mujer en los países menos desarrollados o en las zonas rurales marginales de países desarrollados. En el mejor de los casos se habla de la conveniencia de empezar a plantearse una mayor participación de las mujeres de esas regiones en las políticas ambientales locales.
A pesar de la existencia de un cuerpo sustancial de leyes nacionales, regionales e internacionales que procuran abordar estas cuestiones medioambientales cruciales, todavía está por registrarse un avance global sistemático, especialmente en lo que concierne a la participación de las mujeres y la transversalización de género. En realidad, tanto el género como el medio ambiente, a menudo, compiten por el último lugar en la lista de prioridades nacionales e internacionales, por lo que combinar estos dos temas resulta ser un cometido, a día de hoy, anecdótico.
El Principio 20 de la Conferencia de las Naciones sobre Medio Ambiente y Desarrollo celebrada en Río de Janeiro en 1992 dice: "Las mujeres desempeñan un papel fundamental en la ordenación del medio ambiente y en el desarrollo. Es, por tanto, imprescindible contar con su plena participación para lograr el desarrollo sostenible". A partir de estas declaraciones la temática sobre medio ambiente y mujer se hizo común en los foros ambientales internacionales.
No obstante, y a pesar de la abundante bibliografía, el reconocimiento oficial y todo lo que se habla acerca de la contribución de la mujer a la conservación del medio ambiente y el desarrollo sostenible, los numerosos compromisos oficiales expresados en las conferencias y los discursos, los convenios internacionales y los documentos sobre políticas no han generado mejoras estructurales. Se han tomado pocas medidas prácticas para traducir los conceptos en realidades. En consecuencia, el presente artículo es, sobre todo, un llamado a la acción y la reflexión, para que se tome conciencia y se potencie el papel de la mujer y su liderazgo hasta alcanzar niveles paritarios. Según Naciones Unidas, muchas instituciones no han logrado incorporar una perspectiva de género e incluir a las mujeres en sus actividades, por varias razones. La primera de ellas es la falta de comprensión de los vínculos que existen entre el género y otras cuestiones, y de la contribución que pueden hacer las mujeres. Los conceptos de igualdad y equidad de género tropiezan con una acérrima resistencia porque amenazan las estructuras de poder reinantes. Otra razón es la falta de participación de la sociedad civil y el distanciamiento entre la clase política (gobernante) y el pueblo. El problema puede atribuirse también a la ausencia de mecanismos institucionales y a la falta de coherencia entre las políticas, así como a la escasa prioridad que asignan las instituciones a las cuestiones ambientales y sociales. Si bien muchos de los problemas son de alcance mundial, las soluciones a menudo deben ser locales. Los pueblos tienen derecho a la libre determinación, entre otras cosas con respecto a sus propios recursos. Los sistemas de conocimientos autóctonos y tradicionales deben conservarse, y la enseñanza escolar debe ser capaz de transmitir esos conocimientos y no basarse en productos foráneos importados. La comunicación y la interacción entre las autoridades encargadas de formular las políticas y las comunidades deben producirse en ambos sentidos, y las comunidades deben tener acceso a la información. En última instancia no se trata de enfrentar a las mujeres con los hombres, ni de asignar a las mujeres una mayor responsabilidad por la rehabilitación del medio ambiente, sino de combinar esfuerzos para lograr sociedades mejores, más felices y más pacíficas. En 2005, diez años después de la Conferencia de Beijing sobre la Mujer, todos deberíamos estar listos para ello. El anteriormente citado principio 20 de Río queda relativamente asumido cuando se platean actuaciones en pro del desarrollo sostenible en países o áreas menos desarrolladas, por tanto en estas actuaciones se considera imprescindible contar con la participación de la mujer. Sin embargo, en áreas más desarrolladas, donde las diferencias o discriminaciones son mucho más sutiles, no se suele dar una importancia especial al papel de la mujer y su relación con el medio ambiente. Éste es precisamente el tema que nos ocupa a continuación, puesto que el papel de las mujeres con respecto al medio ambiente (al igual que el de los hombres) se puede abordar, efectivamente, desde dos ámbitos o puntos de vista: el profesional y el doméstico:A. Ámbito profesional: político, científico, empresarial y asociativo o reivindicativo.B. Ámbito doméstico: hábitos de consumo, reciclaje de residuos, educación familiar, comportamiento en nuestro entorno laboral y social diarios, etc.En el ámbito profesional sorprende la extraordinariamente escasa información existente acerca del papel de la mujer como profesional en el campo ambiental. No obstante, son cada vez más numerosos los estudios e informes que ponen de manifiesto en diversos países la situación profesional de las mujeres respecto a la de sus colegas varones, mostrando cómo el fracaso de las mujeres para alcanzar la plena igualdad profesional (en la política, la empresa y la ciencia) tiene profundas raíces culturales, partiendo del tipo de juguetes con los que los niños juegan hasta el tipo de educación que reciben. Un ejemplo representativo de la situación profesional de la mujer en el campo científico y ambiental en lo referente a aspectos laborales son las seis grandes áreas diferenciales entre hombres y mujeres científicos/as e ingenieros/as en los Estados Unidos citados por la National Science Foundation (si nos planteamos cómo estará la situación en el campo científico-académico, podríamos llegar exactamente a las mismas conclusiones anteriores): I. Números: las mujeres están infrarrepresentadas en ciencia e ingeniería. II. Desempleo: desde 1986, las tasas de desempleo para científicas y científicos han sido constantes, 2.7 % y 1.3% respectivamente. Mientras que mujeres y hombres con título de bachillerato tienen tasas de desempleo similares, las tituladas superiores en ciencia e ingeniería, en general, experimentan un desempleo mayor. III. Infraempleo: las científicas e ingenieras tenían tres veces más probabilidad que los hombres de estar sobrecualificadas para su puesto de trabajo. IV. Salarios: las ganancias anuales de las mujeres son aproximadamente ¾ de las de los hombres. V. Años de experiencia: en relación con el reciente incremento de mujeres en campos de la ciencia e ingeniería, ellas “en promedio, son más jóvenes y tienen menos años de experiencia profesional que sus colegas varones” .
VI. Infravaloración: a través de los distintos campos, los conocimientos profesionales de las mujeres están desaprovechados muy desigualmente, en especial en campos como la ingeniería aeronáutica, química, civil o mecánica y las ciencias matemáticas, ambientales, de la vida y sociales. En general las posiciones ocupadas por científicas e ingenieras no son las de poder y prestigio o aquellas que les permiten tomar parte en la toma de decisiones o consultoría, actividades que dan al individuo mayor visibilidad fuera de su propia institución y proporcionan los mayores incentivos.
En España se corroboran estos datos. La masiva presencia de la mujer en Facultades y Escuelas Universitarias actuales esconde una sutil reproducción de los roles de siempre. Estudios de género en Medicina arrojan de nuevo datos curiosos al debate. Tal y como señala la Confederación Estatal de Médicos (CESM), “el 54% de los médicos ya son mujeres en España”, pero éstas se concentran principalmente en los ámbitos de atención primaria, medicina familiar, pediatría y especialidades hospitalarias como la geriatría, la rehabilitación, etc. En cambio, en todo tipo de cirugías y en urología, la presencia de médicas es menor. Juliana Fariña admite que a pesar de los datos, “las mujeres apenas ostentan la tercera parte de los puestos con responsabilidad en el campo sanitario”. No obstante, el papel de la mujer para la consecución de una sociedad ambientalmente concienciada tanto en áreas desarrolladas como en otras que no están tanto, es de resaltar. Por un lado, la mujer tiene, aun en la actualidad, un papel importante en la decisión sobre el tipo de consumo que se realiza en las familias, la gestión de los residuos urbanos y en la educación no solo de los hijos sino de toda la familia; y por otro lado, es en el ámbito doméstico donde el papel de la mujer debe ir, a nuestro juicio, más en el sentido de perseguir y educar o concienciar para la igualdad de género, el reparto equitativo de tareas domésticas y el cambio de roles tradicionales, que en autorresponsabilizarse del reciclaje de residuos o de los hábitos de consumo diarios.El reto diario de todos: conseguir el doble objetivo de la transversalidad en las temáticas sobre medio ambiente y sobre igualdad de género.Se nos plantea, por tanto, el reto de una lucha moral doble: de un lado la igualdad de género y, de otro lado, la conservación ambiental (ambas necesariamente alcanzables de una forma real y efectiva a todos los niveles y escalas sociales y geográficas). Hemos de ser conscientes de que los dos temas son complejos, tienen que ver con profundas raíces culturales, precisan de concienciación continua e intensa, entran en contradicción con dinámicas sociales y económicas preestablecidas a nivel mundial y, en muchos aspectos, están profundamente vinculados o convergen. Nuestras propuestas y conclusiones.
Llegados a este punto seguramente muchos de los lectores, e incluso lectoras, se encuentren pensando “yo siendo universitario/a y, además, relacionado con una carrera de ciencias e incluso de ciencias ambientales, no percibo tales diferencias, pienso que la igualdad esta bastante mas patente en la sociedad actual”. Es importante que todas estas personas sepan que, aunque se ha avanzado mucho en el camino de la igualdad de género en nuestro país, en cuanto se revisan los datos estadísticos, informes, estudios científicos y demás, nos damos cuenta que aun quedan muchos retos por cumplir en nuestro propio entorno y que, además, tenemos el compromiso de ayudar a países terceros que por su cultura o circunstancias son menos paritarios.
Los avances hacia la igualdad de género y la conservación ambiental no son fruto de una espontánea evolución social, sino de nuestra continua lucha diaria (individual o colectiva, a pequeña o a gran escala).El primer paso para poder actuar es ser plenamente conscientes de la realidad, con sus aspectos negativos pero también con las oportunidades que nos brinda, para de ese modo caminar hacia el profundo cambio de valores necesario con fuerza y con esperanza. Animamos pues a los lectores a ampliar información sobre este tema, a reflexionar y a actuar en consecuencia.Una vez dado ese primer paso para conocer la realidad, tan sólo nos resta asumir nuestra propia responsabilidad de una forma activa y decidida para aplicarla en nuestro ámbito de actuación serena y efectivamente, asumiendo pequeños compromisos personales a diario y proponiendo nuestras pequeñas soluciones encaminadas hacia una solución global (siguiendo el precepto “piensa globalmente, planifica regionalmente y actúa localmente”). Actuando con constancia e ilusión, ofreciendo información veraz y argumentos objetivos, todo ello sin desesperar (los grandes cambios muchas veces se inician de forma sutil). Éste debe ser, a nuestro juicio, el reto de todas las personas para con ambos temas “Mujer y Medio Ambiente”.