Fueron 25 minutos de pánico que no olvidará ningún granadino. Entre las 22:36 y las 23:00 de este martes, 26 de enero, la zona de la Vega de Granada vivió la sucesión de terremotos más intensa en los últimos 40 años, con tres temblores de magnitud superior a 4 y otros tres, de entre 3,2 y 3,7.
El epicentro de estos movimientos se situó en el triángulo que forman Santa Fe, Chauchina y Atarfe, municipios con una larga tradición sísmica, cuyos edificios han sufrido daños en varias ocasiones. Pero el enjambre sísmico de estos días está siendo diferente.
En primer lugar, por la fuerza de los temblores, ya que entre los más de 200 terremotos sentidos en el último mes, ha habido cuatro que han superado la magnitud 4 y con una intensidad que ha alcanzado el nivel VI.
Temblores que han causado daños en viviendas, han provocado el desprendimiento de elementos de algunos edificios e hicieron trizas el toque de queda.
La situación fue de tal tensión que miles de personas se echaron a la calle, algunos con lo puesto, con caras de terror y muy nerviosos. Por suerte, aparte de pequeños desperfectos y la caída de objetos de estanterías, no hubo que lamentar daños de consideración en bienes ni tampoco heridos.
Cuál es el origen de los terremotos de la Vega de Granada
La cuestión es por qué se están sucediendo tantos terremotos en el entorno de la Vega y toda el área metropolitana de Granada, que incluso se han sentido en las vecinas Málaga, Jaén, Córdoba y Almería.
La respuesta es múltiple. Por un lado, según los datos facilitados por el Instituto Geográfico Nacional (IGN), los movimientos se producen a una profundidad que no llega al kilómetro, lo que hace que la fuerza liberada en las fallas que jalonan Granada se sienta mucho más intensamente.
Por ejemplo, en 2010 se registró uno de los terremotos más grandes de los que se conocen en la provincia de Granada, con epicentro en Nigüelas, en la comarca del Valle de Lecrín, que alcanzó una magnitud de 6,2. Sin embargo, nadie, aparte de la comunidad científica, se acuerda de él, ya que se localizó a 623 kilómetros de profundidad y no se sintió en la superficie.
La composición del terreno incrementa los efectos de los terremotos. La Vega de Granada se asienta sobre un terreno sedimentario, que funciona como una caja de resonancia que amplifica las ondas sísmicas, de ahí que un terremoto de magnitud 4 en esta zona se sienta mucho más que en lugares formados por rocas más compactas.
Acercamiento entre las placas africana y euroasiática
El origen de este enjambre sísmico se encuentra en el acercamiento entre Europa y África, a razón de 5 mm al año, un movimiento a nivel de las grandes placas tectónicas que obliga a que se libere tanta energía por estas fallas granadinas.
Así lo explican investigadores del departamento de Geodinámica de la Universidad de Granada (UGR) y del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra, que señalan que la integración de estudios geológicos, geodésicos y geofísicos recientes precisan cada vez con mayor detalle el origen de esta sismicidad.
“Los terremotos de la Vega de Granada se producen como consecuencia de la liberación brusca de la energía acumulada en las fallas debido a este movimiento entre placas. Los eventos sísmicos recientes están relacionados con la actividad de fallas normales de dirección NO-SE localizadas en el entorno de Santa Fe”, explica el investigador de la UGR Jesús Galindo-Zaldívar.
Estas fallas están bien expuestas en el borde del bloque elevado de Sierra Elvira y afectan a rocas compactas (calizas, dolomías y esquistos). Los segmentos de falla más superficiales suelen tener deformación progresiva y asísmica, y pierden buzamiento en profundidad hasta enraizarse en una extensa zona de falla de bajo ángulo aproximadamente a 10-12 kilómetros de profundidad.
Efecto dominó que dispara la actividad de las fallas
“La sismicidad de mayor magnitud se produce entre 3 y 12 kilómetros de profundidad. La Vega de Granada, fracturada en su interior, constituye el bloque superior de esta zona de falla que desliza hacia el O-SO. Los periodos de mayor actividad sísmica como el actual corresponden a enjambres, con numerosos terremotos de diferentes magnitudes en localizaciones próximas. Se desencadenan cuando la actividad de una falla produce un efecto dominó y dispara la actividad de otras fallas próximas”, apunta Galindo.
Estazona de deformación se prolonga por el SE de la Vega de Granada hacia Padul y Dúrcal, alcanza el Mar de Alborán (donde ocurrió la serie sísmica de 2016) y se extiende hasta Alhucemas (Marruecos), afectada por el terremoto catastrófico de 2004. Los estudios desarrollados han tratado de resolver la paradoja de la presencia de fallas normales activas que indican extensión tectónica (NE-SO) en una zona de colisión afectada por acortamiento tectónico (NO-SE), cuya principal consecuencia es la elevación de las cordilleras Bética y del Rif cubiertas por el mar hace sólo 10 millones de años.
Las fallas normales de la Vega de Granada se originan por el desmantelamiento en extensión de la parte superior de la corteza terrestre en un contexto de elevación producido por pliegues y acortamiento en profundidad. Además, también contribuye la migración hacia el Oeste del arco tectónico de Gibraltar, entre Eurasia y África.
Las investigaciones pluridisciplinares desarrolladas en esta área por este grupo de científicos pretenden caracterizar la peligrosidad geológica, conocer el origen y recurrencia de la sismicidad y determinar las magnitudes máximas esperables de la actividad de las fallas reconocidas.
Para ello, se analiza en su conjunto las estructuras activas de la Cordillera Bética, Mar de Alborán y Rif y se modelizan los efectos tsunamigénicos de estas zonas de falla que intersectan el Mar de Alborán.
Proyectos Damage, Agora y Papel
Las investigaciones se desarrollan en el marco de los proyectos Damage (AEI- Ministerio de Ciencia e Innovación), Agora y Papel (Junta de Andalucía), dirigidos desde el Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra (CSIC-UGR) y el departamento de Geodinámica de la Universidad de Granada (IP: Jesús Galindo Zaldívar). Integran resultados geológicos y geofísicos (Asier Madarieta y Lourdes González Castillo, Universidad de Granada), sismología (Jose Antonio Peláez, Universidad de Jaén) y geodesia (coordinados por Antonio J. Gil yAntonio M. Ruiz Armenteros, Universidad de Jaén).
Los resultados contribuyen, además, a la caracterización de los riesgos geológicos marinos, principalmente de tsunamis en el Mar de Alborán con la participación en estos proyectos de investigadores del Instituto de Ciencias del Mar (CSIC), Universidad de Málaga, Real Observatorio de la Armada, así como de diversas instituciones de Marruecos, Francia, Alemania y Portugal.
La aprobación del nuevo proyecto CASCADA solicitado al Ministerio de Ciencia e Innovación permitirá estudiar la continuidad de estructuras tierra-mar y conocer la interacción de la actividad producida en zonas de falla que se desencadena en cascada en esta zona de colisión entre Eurasia y África.