Finanzas éticas: microfinanzas y monedas sociales

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    ImageTradicionalmente se ha considerado que las finanzas han estado reñidas con la ética y la solidaridad. Este libro intenta conciliar estos conceptos en un nuevo marco para el desarrollo de la actividad financiera que tenga presente las verdaderas necesidades de las personas en unas sociedades tendentes a la deshumanización y a la insolidaridad. La adaptación de los instrumentos financieros a un nuevo concepto de desarrollo es una solución inaplazable en la etapa de crisis en las que nos encontramos. A lo largo del texto se profundiza en lo que el autor considera los tres pilares fundamentales de las finanzas éticas: la banca ética y la inversión socialmente responsable, las microfinanzas y las monedas sociales.

    Para muchos sectores de la población, hablar de banca ética es hablar de un oxímoron, especialmente en algunos países con una fuerte tradición de quiebras y fraudes bancarios. Un ejemplo claro de esta situación es la Argentina del corralito, en la que la quiebra del sistema financiero, fundamentada esencialmente por una devastadora política cambiaria y por un profundo proceso de dolarización del país, puso en jaque la confianza de los inversores en el sector bancario, que secuestró los ahorros de sus clientes y desencadenó el pánico financiero y la alarma social generalizada mientras el banco central argentino actuaba como una mera caja de conversión que importaba la política monetaria de Estados Unidos.

    La utilización del nombre de banca ética puede sugerirnos que el resto de entidades bancarias no son éticas, y esto, como resulta obvio, no es cierto. Ni todas las entidades que se inscriben en la categoría de banca ética son éticas o socialmente responsables; ni todas las entidades que no se enmarcan en dicha categoría están al margen de la vocación por la sostenibilidad. De ahí que para muchos autores el término correcto para el ámbito temático que vamos a tratar en esta parte del trabajo sea el de banca social o banca alternativa.  

    La banca ética tiene como objetivo, en muchos casos, la atenuación de los efectos de la exclusión financiera de una parte de la población, bien en el Primer Mundo o en el Tercer Mundo. La exclusión financiera se debe fundamentalmente a un nivel de bancarización muy bajo, por lo que muchos ciudadanos no tienen acceso a los productos y servicios de las entidades bancarias convencionales. Pero, también, la exclusión financiera se debe a las dificultades de acceso al crédito (microcréditos) por parte de la población más vulnerable, teniendo que recurrir los prestatarios a la usura o a los llamados prestamistas sin estatus. Por último, y sin ánimo de ser exhaustivos, la exclusión financiera puede deberse a las dificultades de acceso a la moneda, por los que han surgido numerosas iniciativas relacionadas con las monedas sociales, o monedas alternativas, con sistemas monetarios basados en el trueque, o con los propios bancos del tiempo. 

    Otro bloque importante del texto hace referencia a las microfinanzas. El origen inmediato de las microfinanzas, tal y como son concebidas en la actualidad, lo podemos encontrar a finales de la década de los setenta del siglo pasado. Su origen geográfico se remonta a Asia (Bangladesh), pero pronto se empieza a desarrollar actividad microfinanciera en la América latina, donde adquiere una gran importancia en la lucha contra la pobreza, la financiación usuraria y el subdesarrollo, y donde se da una evolución especialmente significativa tanto desde el punto de vista cuantitativo como desde el punto de vista cualitativo.  

    Crear empleo y riqueza, reducir la dependencia y la pobreza, incrementar la productividad, poner en valor recursos y capacidades, y apoyar a colectivos desfavorecidos, especialmente mujeres, son los objetivos más recurrentes de la actividad microfinanciera en los países con problemas estructurales de pobreza. Esencialmente se pretende apoyar a sectores subfinanciados y potencialmente rentables que tienen posibilidades de desarrollo productivo a corto y medio plazo si se da una mayor implicación de las entidades de financiación en cuanto a la dotación de productos y servicios financieros. 

    Por último, el texto recoge un bloque monográfico dedicado a las monedas sociales. Se entiende por sistemas monetarios sociales, también conocidos como alternativos, comunitarios, complementarios, locales, paralelos, etcétera, a aquellos sistemas monetarios que se crean al margen de las monedas oficiales del país, y que tienen como objetivo fundamental la promoción de proyectos económicos y sociales de carácter local, a la vez que la puesta en valor de los activos y recursos locales que no se encuentran dentro de los círculos y circuitos ordinarios de intercambio debido a la escasez de la moneda oficial. La implantación de estos sistemas monetarios permite promover transacciones económicas que de otro modo no tendrían lugar por ser la moneda oficial escasa. 

    En definitiva, son sistemas organizados y gestionados destinados al intercambio de determinados productos y servicios producidos en el ámbito local. Por lo tanto, necesariamente han de ser sistemas con una dimensión espacial limitada, basados en conceptos de vecindad, solidaridad, conocimiento y confianza mutuos. No obstante, entre cada una de las denominaciones que hemos mencionado existen matices y diferencias. Por cuestiones de espacio vamos a tratar todos ellos de forma unívoca como monedas sociales, destacando lo que es común, y, sobre todo, los aspectos de solidaridad comunal.  

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