Investigadores de la Universidad de Almería han realizado un descubrimiento sorprendente sobre las emisiones de polvo atmosférico y el cambio climático, responsables de las calimas, cuyas protagonistas son las comunidades biológicas que habitan en la superficies de los suelos.
El trabajo realizado por el grupo de Ecohidrología y Restauración de Tierras Áridas, de la Universidad de Almería, ha descubierto el papel determinante de las biocostras en la retención del suelo y evitar que se produzcan emisiones de polvo atmosférico o como también se le conoce, polvo sahariano.
Forman una capa protectora sobre el suelo de la mayoría de las tierras secas que evita las emisiones de polvo atmosférico, jugando un papel importante en el clima, según han descubierto investigadores de este grupo de la Universidad de Almería, quienes han liderado un trabajo que ha contado con la colaboración del el instituto Max Planck de Química (Alemania), instituto Max Planck de Meteorología (Alemania), la Universidad de Graz (Austria), el USGS de EEUU y el Leibniz Institute for Tropospheric Research (Alemania).
Qué son la biocostras
La mayoría de los suelos naturales de zonas áridas están cubiertos por costras biológicas del suelo o biocostras. Éstas son unas comunidades formadas por bacterias, hongos, musgos, líquenes y algas que viven íntimamente asociadas a las partículas de la superficie del suelo formando una “costra” superficial que lo protege y promueve su fertilidad.
Las biocostras cubren alrededor del 12% de la superficie terrestre del planeta, de ahí su importancia a escala global. Estas diminutas componentes juegan un papel esencial en numerosos procesos de los ecosistemas de zonas áridas, entre los cuales destaca su papel protector frente a la erosión eólica. Cuanto más estable es la biocostra, menor es la pérdida de suelo por la acción erosiva del viento y llegan menos partículas de polvo a la atmosfera.
Qué provoca el polvo atmosférico
Las partículas de polvo interfieren tanto con la radiación solar incidente como con la radiación emitida por la superficie terrestre y actúan como núcleos de condensación donde se forman las gotas de lluvia, alterando de esta forma el balance radiativo y el clima terrestre. Además, se sabe que el polvo también transporta nutrientes. Esto produce el empobrecimiento de los suelos en las zonas donde se producen las emisiones y la fertilización de las zonas donde se deposita. Cuando el aporte extra de nutrientes ocurre en áreas particularmente estériles, este puede causar daños, ya que facilita la entrada de plantas invasoras que desplazan a la vegetación original.
Por otro lado, asociados a las partículas de polvo atmosférico también viajan numerosos microorganismos que pueden colonizar nuevos hábitats tras la deposición e introducir nuevos patógenos en ecosistemas remotos. Por lo tanto, la pérdida de biocostras debido al cambio global plantea un riesgo potencial para el clima, el medio ambiente y la salud.
Mediante la aplicación de un modelo climático global combinado con datos experimentales medidos sobre superficies cubiertas por biocostras, los miembros del grupo de investigación RNM927 de la UAL, junto con sus colegas internacionales, han estimado que las biocostras reducen las emisiones globales de polvo atmosférico en aproximadamente un 60% de su valor actual. Para 2070, los autores esperan que la cobertura de biocostras disminuya drásticamente debido al cambio climático y la intensificación del uso de la tierra.
Como resultado, aumentaran las emisiones de polvo a la atmosfera, lo cual tiene importantes repercusiones en el clima del planeta. Este trabajo advierte de la necesidad de considerar todos estos efectos en los modelos climáticos con el fin reducir la incertidumbre actual sobre el ciclo global del polvo atmosférico y su papel en el cambio climático.