Los parques nacionales albergan unas condiciones ambientales específicas que posibilitan el desarrollo de determinadas especies, lo que los convierte en regiones de especial relevancia natural. Con esta figura se delimita un área a la que se aplican medidas específicas de protección, pero ¿qué pasa cuando esas condiciones cambian o se trasladan? Uno de los efectos que provoca el cambio climático es la variación de las características de un área determinada, lo que modifica las condiciones que la convertían en un área relevante para la conservación. Por eso, los investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), Mario Mingarro y Jorge M. Lobo, han analizado qué áreas de la península ibérica van a jugar un papel relevante en el futuro, ya que mantendrán las condiciones climáticas de los parques actuales, y han establecido los corredores naturales que habría que respetar si queremos mantener el patrimonio natural y los beneficios que aportan estas áreas protegidas.
Los sistemas montañosos, en especial el sistema ibérico, el central y las cordilleras béticas, son algunas de estas áreas que albergarán, en el futuro, las condiciones actuales de los parques. “Las áreas protegidas son zonas que, a diferencia de las especies que las habitan, no pueden desplazarse. Sin embargo, el efecto del cambio climático está provocando que las condiciones ambientales, las mismas que promovieron su protección, cambien rápidamente, de manera que las especies que en la actualidad habitan estos espacios necesiten desplazarse en busca de condiciones más favorables”, apunta Mingarro. “Gracias a este estudio hemos determinado, basándonos en diferentes modelos climáticos, qué regiones ibéricas jugarán un papel relevante en el futuro ya que tendrán las condiciones ambientales de un buen número de parques nacionales que existen actualmente”, continúa.
Al delimitar estos espacios han comprobado que muchos son comunes. Además, han identificado las conexiones entre dichas áreas y los diferentes parques, estableciendo los puntos que pueden provocar conflictos en la conectividad, haciendo que esos corredores naturales no puedan actuar como zonas de comunicación.
El flujo de la vida
“Lo que llevamos comprobando gracias a numerosos estudios, es que los parques reciben poblaciones y especies de las regiones que llamamos áreas emisoras, a la vez que las exportan a otras zonas, las áreas receptoras”, comenta Lobo. Lo que han logrado es delimitar cuáles son esas regiones y estimar con bastante precisión las mejores rutas de conexión entre las áreas receptoras y los actuales parques nacionales. “Una vez analizados esos corredores hemos determinado cuáles son las zonas altamente humanizadas o con usos del suelo incompatibles con su función conectora, y nos hemos dado cuenta de que es vital que la Administración actúe ya para delimitar y proteger esos corredores”, expone el investigador del MNCN.
Los análisis se han realizado utilizando dos modelos climáticos extremos entre sí, pero los cambios en la red de corredores, basados en la similitud ambiental con las condiciones de las áreas protegidas, cuando se usa uno u otro apenas son relevantes. “Una vez establecidas esas ‘carreteras’ hemos analizado los problemas (usos del suelo, excesiva humanización, etc.) a los que se enfrentará esa protección tan necesaria si queremos mantener el patrimonio natural”, terminan los investigadores.