En un mundo global y competitivo, tecnológico y bañado por la preeminencia de la economía, existen sabios convertidos en faros que invitan a reflexionar y con sus palabras, pronunciadas de manera reposada, recuerdan los valores esenciales para avanzar en sociedad. Uno de ellos es Emilio Lledó, un apasionado de la educación, miembro de la Real Academia de la Lengua Española y Premio Princesa de Asturias sobre Comunicación y Humanidades 2015, que participó, ayer, en el ciclo de conferencias ‘Pensar el futuro’, organizado por el Consejo Social de la Universidad de Almería.
El intelectual invitó al público asistente a que “crean en la cultura, en la formación y que se olviden en un principio de que tienen que colocarse. Ésa es la muerte de la Universidad. Los alumnos deben darse cuenta de la importancia de la cultura, del conocimiento, de las ciencias. Crear una universidad donde la obsesión es buscar salidas supone una forma de encontrar puertas, portones y cerramientos totales. Hay que amar la cultura, porque es vida y es esperanza, y la esperanza es futuro”.
La riqueza reside en la educación y la cultura
Emilio Lledó ahondó en esta idea asegurando que “la riqueza de una sociedad es la educación y la cultura”. Por eso, considera prioritario que “desde pequeños se cree la capacidad de sugestión y de amor hacia la cultura. No debemos darles conocimientos cuadriculados, lo que llamo grumos mentales que atascan el cerebro e impiden la fluidez que las neuronas necesitan. Y eso se enseña desde pequeños, desde la educación”. Y lo dice un intelectual con una extensa trayectoria docente en España y Alemania, más de 50 años, el cual ha confesado que si volviera a nacer querría ser profesor”. Por eso, recalca que durante la etapa de alumno, en colegios, institutos o universidad, “lo importante es amar lo que estudias”.
Emilio Lledó reconoce que “el sistema educativo actual desmotiva a los alumnos, me temo que sí. La muerte de la escuela es que se dedique sólo a preparar a los jóvenes para los exámenes. Por eso, abogo por la libertad del profesor para transmitir conocimientos”.
Almería, el mar y Cabo de Gata
El Paraninfo respiraba felicidad, ilusión y emoción. A sus 92 años, Emilio Lledó está considerado como uno de los sabios de España. Catedrático de Historia de la Filosofía, su carrera profesional y pensamiento intelectual le han situado como una figura destacada de la filosofía, literatura, educación y el mundo clásico. Sin embargo, en la cercanía es una persona muy llana, agradecido y cuando habla, como afirma la presidenta del Consejo Social, “se expresa con la pasión del joven que vive dentro de él”.
Durante su estancia de tres días en Almería, recogió el pasado martes el Premio del Consejo Social, el miércoles estuvo disfrutando de Cabo de Gata, y ayer terminó con el diálogo en la Universidad, en la que estuvo acompañado, sobre el escenario, por Magdalena Cantero y el profesor de la UAL, Antonio Bañón. También ha sido recibido por el rector de la UAL, Carmelo Rodríguez Torreblanca. Emilio Lledó confiesa que “estos días en Almería me han rejuvenecido. Repito un adjetivo me surge y es que estoy emocionado. Venir a esta Universidad que da alegría y me da libertad, sobre todo porque está al lado del mar, es un privilegio que espero que sepáis gozar”. Y la vez recuerda las vivencias en Cabo de Gata, “quiero regresar esta tarde a Madrid para escribir mis experiencias en Cabo de Gata. Aquí tenéis una maravilla”. En Almería se ha reencontrado con unos antiguos alumnos después de décadas y ha recibido el regalo de un libro del fotógrafo Carlos de Paz.
Educación, sociedad y la propia vida
Los estudiantes y profesores se han mostrado muy interesados con las reflexiones del intelectual, y les han cuestionado sobre diferentes temas relacionados con la educación, la sociedad y la propia vida. La tecnología es una de ellas. Emilio Lledó no reniega del mundo digital, muy al contrario, pero sí quiere llamar la atención sobre el hecho de que “si la cultura es sólo digital en cuatro fogonazos nos la liquidamos. Si sólo hablados por los móviles acabamos chisporroteados. Por eso, hay que leer y dialogar. A mí, mis libros me leen. Me siento acompañado”.
Durante el diálogo, organizado por el Consejo Social de la Universidad, ha reconocido que los medios de comunicación también pueden ser medios de deformación, confiesa de forma irónica que “no hay cosa peor que un imbécil enseñando”, asegura que “para progresar en el futuro hay que poner la memoria por delante. La memoria histórica nunca desaparece”, repudia a los cretinos e indecentes, especialmente los que quieren abusar de su poder desde la política, asevera que “la manifestación más dura de la ignorancia es la violencia”, afirma que “el sistema educativo no valora la mirada interdisciplinar”, y ha recomendado, especialmente, leer ‘El Quijote’, imprescindible.
Ciclo Pensar el Futuro
El ciclo ‘Pensar el futuro’ ha abierto los ojos de la sabiduría de Emilio Lledó a los jóvenes, e incluso le han cuestionado cómo ser filósofo a lo que ha respondido que “la filosofía es la conciencia crítica en el seno de la historia, para saber quién nos manipula, qué es la verdad, qué es la justicia, qué es vivir”. Once han sido los institutos y colegios que han acudido a la llamada del Consejo Social, Argar, Alhadra, Al-Andalus, Alborán, Galileo, Escuela de Artes, Compañía de María, La Salle, SEK, Alyanub de Vera y Portocarrero de Aguadulce, junto a profesores y miembros de la comunicación universitaria, así como cualquier persona interesada.
La presidenta del Consejo Social de la UAL, Magdalena Cantero, afirmó que “con Emilio Lledó queríamos reflexionar sobre el papel de la educación, si de verdad queremos construir una sociedad con cimientos, abierta, crítica y sólida. La experiencia ha sido muy enriquecedora, y Emilio Lledó ha puesto en valor el papel de la educación y cultura para el progreso de la sociedad”.
Emilio Lledó se marcha feliz de Almería, la misma ilusión que ha despertado en los cientos de jóvenes que le han escuchado esta mañana en la UAL, a los que ha dado un último consejo: “la felicidad no es el dinero, debemos tener suficiente para vivir, pero no es el objetivo vital. Para ser feliz hay que poder mirarse al espejo cada mañana y que el espejo no se rompa, porque cuando un sinvergüenza se mira se rompe. Poder reconocerse en el joven y en las ilusiones de entonces”. Confiesa que en el panorama actual de noticias, tiene difícil encaje la palabra felicidad, pero hay que mantener ese afán vital por ser feliz. “Debemos tener unos ideales de justicia y luchar por ellos”, apostilla.