¿Quién no recuerda las inundaciones del mes de septiembre del año pasado en el sureste de España, o los daños provocados por la borrasca Gloria en enero? Con estas imágenes aún en la memoria, y aunque el verano climatológico no finaliza hasta el próximo 31 de agosto, debido a los diversos episodios de calor y un Mediterráneo a más de 25 ºC, hay quien empieza a hablar ya de gota fría o DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos).
DANA en cualquier momento del año
A menudo, erróneamente, se emplea el término gota fría o DANA como sinónimo de lluvias torrenciales, asociadas a un verano cálido y a las altas temperaturas del Mediterráneo, algo que no es completamente así. Una gota fría o DANA es un elemento atmosférico que consiste en una depresión cerrada en altura que se ha aislado y separado de la circulación asociada al chorro polar, pudiéndose descolgar en cualquier época del año.
Además del descuelgue, es necesario un aporte muy importante de humedad en capas medias-bajas, sin olvidar la influencia del relieve, de ahí que solo un pequeño porcentaje de estos descuelgues se traduzcan en precipitaciones de consecuencias catastróficas.
El contexto actual de calentamiento global, el incremento de temperaturas de la superficie terrestre y del mar aportan un mayor potencial de cara a estas lluvias torrenciales, siendo cada vez más más frecuentes en nuestra zona incluso fuera del otoño. No debemos olvidar la intensa urbanización que ha experimentado el litoral mediterráneo, con la ocupación de cauces y otras zonas inundables.
Inestabilidad en el inicio de septiembre, ¿con ‘gota fría’?
De momento, a largo plazo, y siempre según nuestro modelo de referencia del ECMWF, las previsiones apuntan aque septiembre podría empezar con más lluvias de lo habitual en el litoral mediterráneo. Eso sí, no todas las precipitaciones intensas llegan a través de una DANA, también aparecen ligadas a vaguadas o episodios conocidos como lluvias cálidas, avisa Samuel Biener, climatólogo de Meteored.