A pesar de lo llamativo de algunos sucesos protagonizados por jóvenes y la alarma social que generan, la realidad es que la delincuencia juvenil se encuentra en los niveles más bajos de la historia y con una tasa de reinserción de entre el 70 y el 85 por ciento.
A mediados del pasado mes, un suceso ocurrido en la localidad alicantina de Elche sobrecogió a la sociedad española. Un joven de quince años mató a tiros a su madre, su padre y su hermano de diez años. Una tragedia terrible donde las haya, que automáticamente trajo a nuestros días el caso de José Rabadán, que hizo lo mismo hace 22 años, pero armado con una catana.
Si en el caso de Rabadán se habló de que este joven pudo actuar emulando al videojuego Final Fantasy, en éste de Elche la prensa ha esgrimido que el motivo que desencadenó la tragedia fue la decisión de los padres de cortarle el acceso a Internet, después de una bajada en su rendimiento escolar.
En ambos casos, la prensa se hizo eco de los hechos resaltando los aspectos más llamativos, quizás sensacionalistas, y esgrimiendo unas causas del crimen que, en el caso de Rabadán, se demostraron erróneas. Este joven no mató a su familia con una espada japonesa porque quería emular a los personajes del videojuego o por sus contactos con el satanismo, como también se dijo, sino que detrás de esta tragedia había un problema mental muy grave.
Sensacionalismo en la información sobre delincuencia juvenil
Y en el caso de Elche, a nadie se le escapa que la restricción en el acceso a la Red fue solamente el acto precipitante de una manifestación de otra probable enfermedad mental. Así lo piensa la directora del Centro de Investigación en Criminología de la Universidad de Castilla-La Mancha, Esther Fernández Molina, para quien los medios de comunicación no han cumplido con su papel de informar.
En las noticias publicadas se hace “una relación causa efecto que es difícilmente demostrable, y está claro que la persona que mata a sus padres no lo hace porque le hayan cortado el wifi, hay algo más. Lo que ocurre es que cuando se descubre la verdadera causa de ese acto ya ha dejado de ser noticia”.
Esta investigadora explica que los problemas de salud mental suelen manifestarse en la adolescencia y hay ocasiones en que lo hacen de esta manera tan terrible. Pero hay que remarcar que se trata de casos muy excepcionales; en los últimos treinta años en España ha habido 19 parricidios, lo que ocurre es que se trata de sucesos que causan un gran impacto social y se magnifican.
La violencia de los hijos a los padres no se ha disparado
Este caso se trata de una violencia filio parental llevada al extremo e incrementa la sensación de que este tipo de agresiones se están multiplicando en los últimos años.
Sin embargo, las cifras no muestran que esto sea así. La violencia filio parental, aquella que ejercen los hijos sobre sus padres, lleva una trayectoria paralela a la violencia de género. Siempre ha existido, siempre ha habido hijos que han agredido o maltratado a sus progenitores, sin embargo, hasta mediados de la década del 2000 no se tipificaba como tal.
A partir de ese momento, comenzaron a contabilizarse este tipo de delitos y se visibilizó, lo que se tradujo en que muchas familias dieran el duro paso de denunciar a sus hijos. De ahí la percepción de que se ha incrementado este tipo de violencia en el ámbito familiar, explica Esther Fernández Molina.
En 2006, este equipo de la Universidad de Castilla-La Mancha realizó una investigación para constatar si se estaba produciendo un repunte en este tipo de violencia. “Hicimos una revisión de todos los hechos violentos que se habían incoado en un juzgado de menores en los años anteriores, en los que buscábamos la relación familiar entre agresor y víctima. Descubrimos que había una gran cantidad de casos de hijos que agredían o robaban a sus padres, pero que no estaban calificados como violencia filio parental, más que nada, porque no existía esa figura delictiva”, dice la director del Centro de Investigación en Criminología de la universidad castellano manchega.
Con sus estudios, han comprobado que la mayoría de los jóvenes que agreden a sus padres también son violentos fuera del hogar. De hecho, más del 50% de los jóvenes denunciados por sus padres tienen otros casos en los juzgados por actos violentos en otros contextos. Un porcentaje mínimo solamente ejercen la violencia en ámbito familiar, y con ellos se realiza una intervención adaptada a su circunstancia.
Percepción errónea de la delincuencia juvenil
La percepción de la sociedad sobre la delincuencia juvenil está distorsionada y especialistas como Esther Fernández Molina no se cansan de desmentir tópicos y afirmaciones asumidas, que nada tienen que ver con la realidad.
Esta investigadora opina que hay una “visión distorsionada de los jóvenes y de su comportamiento”. Y se remite a las cifras para realizar esa afirmación, ya que los datos demuestran que la delincuencia juvenil lleva décadas en descenso, y se puede decir, afirma, que los jóvenes de ahora son los menos violentos de la historia.
“La tasa de delincuencia juvenil ha llegado a niveles bajísimos, tanto que ha llegado un momento en que puede que repunte, algo normal a tenor del descenso experimentado”. El descenso de la criminalidad es común a todas las franjas de edad, pero los datos demuestran que es mucho más acusado en la población menor de edad.
Reinserción de jóvenes delincuentes, entre el 70 y el 85 por ciento
Por otro lado, explica esta investigadora, la tasa de reinserción y de no vuelta a la carrera delictiva es altísima, se mueve en torno al 70 y al 85 por ciento de los casos. “La intervención que se realiza en justicia juvenil funciona muy bien. Sabemos que cuando se motiva a los chicos para que cumplan la medida, la inmensa mayoría deja de reincidir”.
Sin embargo entre el 15 y el 25 por ciento llega a ser delincuentes persistentes. Son chicos con un inicio muy temprano en la delincuencia y con los que habría que intervenir de manera muy prematura. Sin embargo, es muy complicado y cuando se hace, basta que falle cualquier parte del sistema, para que estos jóvenes escapen de la intervención y vuelvan a su actividad delictiva.
Por qué delinquen los jóvenes
Pero, ¿qué lleva a un adolescente a cometer un delito? Hay muchas causas, pero siempre hay dos factores que se repiten: la oportunidad de delinquir y la falta de madurez cerebral propia de la adolescencia, que les lleva a no ser capaces de valorar ni el riesgo ni las consecuencias a largo plazo de sus actos.
Aunque esa misma madurez juega a su favor, ya que la plasticidad cerebral en esas edades hace que asuman las intervenciones mejor que los adultos y no vuelvan a delinquir.