El decano de la Facultad de Letras de la Universidad de Murcia (UMU), José Antonio Molina, desmenuza cuestiones fundamentales de la vida desde la necesidad humana de representar en el arte sus mayores temores y esperanzas.
Decía el filósofo francés Claude Adrien Helvétius: “La historia es la novela de los hechos, y la novela es la historia de los sentimientos”. Así Molina, profesor de Historia Antigua de la UMU, se adentra en la literatura para seducir con su prosa a través de relatos heterogéneos que se enhebran a través de la aguja del tiempo y el hilo de la muerte como “criaturas de un solo día, como nos llamaban los trágicos griegos”, explica el autor.
José Antonio Molina inmortaliza y reflexiona en La memoria de las sirenas sobre el presente a través del arte del pasado: desde la música clásica y la literatura a la que apodamos “universal”, hasta el cómic o el cine. Escritores, músicos o cineastas desdibujan la fugacidad del tiempo creando algo eterno. “En estos ensayos he buscado siempre ese momento, siguiendo a autores que han logrado captar esa esencia de las cosas que yo también busco, parar por un momento con ese dique que son las palabras”.
Utiliza a Prometeo para criticar la divinización de la tecnología, las obras de Voltaire para criticar la intolerancia y el fanatismo religioso o La tela de araña, de Joseph Roth, para indagar en los horrores del nazismo. “Obsesionado con la tiranía, Molina aprovecha cualquier oportunidad para cebarse con los asesinos de la memoria”, escribe Pedro Amorós en su reseña.
Ganador del Premio Literario El Meteorito 2022
Publicado en septiembre y con solo dos meses de vida, en noviembre, La memoria de las sirenas alcanzó su segunda tirada. El Ayuntamiento de Molina y el periódico La Opinión galardonaron a José Antonio Molina con el Premio Literario el Meteorito 2022, una gala que celebró su primera edición en el Teatro Villa de Molina de Segura, un lugar especial del que, cuenta la leyenda, germinó esa ‘radioescribilidad’ característica de estas tierras tras el impacto de aquel gigantesco meteorito en la Nochebuena de 1858.
El decano de la Facultad de Letras aprovechó este reconocimiento para referirse a sí mismo por primera vez como escritor, un historiador con el impulso irrefrenable de capturar con palabras todo lo que ve, todo lo que piensa y todo lo que siente, esta vez, sin guardarlo en el cajón para siempre.