La irrupción de las redes sociales ha supuesto cambios en el establecimiento de vínculos afectivo-sexuales, afectando a los modos en los que se producen la seducción o el cortejo. Los cambios se orientan hacia formas más explícitas e inmediatas de contacto entre las personas. En este proceso de virtualización aparecen fenómenos como el sexting. Un grupo de investigadoras de la Universidad de Almería integrado por Encarnación Soriano, Verónica C. Cala y Rachida Dalouh ha realizado un estudio con 642 jóvenes españoles y marroquíes sobre los perfiles adolescentes que existen según sus creencias y afinidad al sexting.
El sexting define una práctica basada en el envío, distribución y recepción de mensajes de texto, imágenes o vídeos con contenido sexual o sugerente, pudiendo incluir desnudos o semidesnudos, a través de teléfonos móviles, tablets, etc. Entre sus riesgos se encuentran la pornografía infantil, el grooming, la sextorsión o el ciberbullying, que en algunas ocasiones han llevado al suicidio a las personas implicadas.
El objetivo del estudio de la UAL ha sido identificar las creencias que existen en torno a este fenómeno entre adolescentes españoles y marroquíes del sur de España y establecer o tipificar la relación que mantienen con el sexting, permitiendo definir cuáles son los principales perfiles según su atracción o rechazo al mismo.
Entre las conclusiones generales se encuentra el reconocimiento de creencias asociadas a la conceptualización de una sexualidad virtual como son pérdida de la intimidad, sentimiento de presión, separación respecto al comportamiento fuera de la red. La configuración de nuevas formas afectivas virtuales exige reformular el paradigma educativo sexual tradicional, integrando como aspectos centrales de los programas la intimidad en la era digital, la toma de decisiones libre, consciente y crítica y el establecimiento de relaciones consensuadas.
Por otra parte, el estudio reconoce tres perfiles de simpatía, ambivalencia y rechazo hacia el sexting. El perfil que siente simpatía hacia el sexting es el mayoritario. Los programas educativos deben asumir esto como punto de partida. No basta con una prevención que alerte sobre los posibles riesgos, es preciso acompañar un desarrollo afectivo-sexual en el ámbito virtual adaptado a cada uno de los tres perfiles reconocidos, los cuales pueden asociarse a diferentes riesgos y problemáticas. Es preciso avanzar en las estrategias adaptadas a los perfiles, que a su vez integren una perspectiva de género y sensible a la procedencia.
En cuanto a las dimensiones del fenómeno, la mitad de los adolescentes consideran que los jóvenes de su edad practican sexting. Respecto a aquellos aspectos del sexting como parte de la sexualidad virtual, tales como son la pérdida de privacidad, la disociación entre la identidad virtual y real o la percepción de la red como espacio seguro, el estudio aprecia que son cuestiones ampliamente interiorizadas por gran parte de los participantes. La mitad de los jóvenes, sin diferencias de procedencia, ni género cree que existe presión para realizar sexting y la fuente de esta se encuentra principalmente en amigos y pares, aunque también puede proceder de la pareja. Además, la mitad de los participantes reconoció mantener comportamientos distintos en el entorno virtual y real.
Otra creencia ampliamente asumida entre los jóvenes (aproximadamente por la mitad de ellos) es que las mujeres son quienes más deben proteger su privacidad, coincidiendo con investigaciones que relacionan la categoría mujer con mayor vulnerabilidad y presión en las redes. El análisis de los guiones sexuales de género en la adolescencia describe cómo los hombres asumen un papel más depredador y consumidor, mientras que las mujeres actúan como portadoras sexuales, manteniendo una doble moral sexual en el ámbito virtual.
El análisis transcultural revela que los jóvenes marroquíes se perciben más atrevidos en las redes que en la vida real, con una probabilidad casi del doble que los españoles. Esta mayor disociación real-virtual por parte de los jóvenes marroquíes puede deberse a una mayor inseguridad en la identidad real.
En relación al grado de consciencia de los riesgos que implica la red se aprecia que los marroquíes son significativamente más conscientes. Una posible explicación a esta diferencia es, por tanto, que los marroquíes tengan un mayor contacto o experiencia con situaciones de riesgos, lo que les permita ser más conscientes de los peligros en la red. Así mismo, también puede ser relevante la distinta concepción que existe hacia la privacidad y la intimidad en sociedades individualistas, como la española, o más colectivistas como la marroquí.
El estudio ha arrojado tres perfiles de afinidad al sexting (aceptación y rechazo): el ambivalente, el negativo y el positivo. Casi la mitad de los participantes del estudio, el 46 por ciento, se posicionó en el perfil positivo calificando su práctica como atrevida, segura, guay, divertida y ligona. Un 26 por ciento de los jóvenes mantienen una visión ambivalente al calificar a las personas como atrevidas y ligonas al mismo tiempo que las consideran conflictivas, integrando aspectos del perfil positivo y del negativo. Esta ambivalencia puede ser reflejo del proceso de transición y contradicción entre los guiones culturales sexuales tradicionales y los nuevos virtuales. Por último, un 28 por ciento rechazó abiertamente el sexting considerándolo una práctica propia de personas maleducadas, estúpidas, desesperadas, conflictivas e inmaduras. Para los investigadores es conveniente profundizar en los discursos de rechazo a la práctica del sexting para comprender si vienen ligados a un componente más restrictivo y censor o a una nueva ética sexual basada en mantener la intimidad y el consenso.