El célebre filme de Ridley Scott Blade Runner que transcurre en el actual noviembre del 2019 nos dejó ante la duda de si todo lo que pensamos está programado y, en consecuencia, no somos más que autómatas sin voluntad ni voz propia. La investigación publicada en el artículo científico Blade Runner, de 2019 a 2049 El cine de ciencia ficción como divulgador de la ciencia de la doctora en Sociología de la Cultura por la Universidad de Alicante, Esther Marín Ramos, sobre el desarrollo de esta idea en su secuela, Blade Runner 2049, estrenada treinta y cinco años más tarde, ofrece novedosas respuestas a esta cuestión y a los efectos perversos del progreso.
La doctora desvela en su estudio que la evolución de estas dos películas da una respuesta a la deshumanización en la era de la reproductibilidad técnica, de la cosificación y la comercialización de lo humano por el capitalismo sin control y la producción en serie. “La tecnología o lo artificial en sí no resta humanidad, sino la forma en que es usada. Lo que determina nuestra condición de humanos es cómo nosotros tratamos a lo otro: si tus procesos y tus actos son desalmados o mecánicos, te deshumanizas, y lo contrario, lo que dota de humanidad cualquier cosa, por muy artificial que sea (un replicante como en Blade Runner, un muñeco como en Toy Story, un sistema informático como en Her, o un ser ficcional en general) es la humanidad con la que es tratada y atendida”.
Los resultados de su estudio cuestionan algunas de las teorías que han tratado de describir la sociedad actual. “El escepticismo radical que señaló Baudrillard no sirve para emanciparse, sino como estrategia del villano: si no creemos en nada, no actuamos y somos utilizables. El capitalismo necesita que relativicemos, que creamos que todo puede ser intercambiable y superable, hasta las personas, añade Marín, para seguir vendiéndonos productos, o incluso seres humanos llegado el caso. Por eso el personaje de Rick Deckard, en la reciente Blade Runner, explica Marín, lo tiene claro: “Sé lo que es real”, le contesta al megalómano Wallace que trata de hacerlo dudar de sí mismo, “Deckard apuesta por la verdad subjetiva, nacida de su propia experiencia, no por la conferida desde fuera por otros. La duda nos hace tomar consciencia, pero no podemos quedarnos ahí; en el relativismo no hay movimiento. Es necesaria la creencia no instituida”.
Cine de ciencia ficción y divulgación científica
“Para que los avances tecno-científicos no se vuelvan contra nosotros es necesario cuidar y controlar la forma en que los aplicamos”. Esta idea ya se planteaba en la primera Blade Runner, pero se desarrolla claramente en la segunda (BR 2049), y tiene – hoy en día – un imperioso valor, “no solo para quienes se dedican al ámbito de la ciencia y la tecnología”, afirma Marín Ramos. El acelerado ritmo del progreso supera nuestra capacidad de integrarlo. Ni siquiera a la Filosofía de la Ciencia le da tiempo a plantear los posibles efectos de los avances tecno-científicos en nuestras vidas. Por eso la investigadora impele a defender la importancia de la divulgación de la ciencia, “para poder digerir e integrar los descubrimientos adecuadamente y salvarlos de la explotación comercial sin control”. Y en este papel, el cine de ciencia ficción, como las dos películas de este estudio, “resultan valiosísimas para generar reflexión y que ésta nos ayude, bien para prevenir y evitar efectos indeseables, bien para prepararnos para los cambios que el progreso genera”.
La divulgación científica que la doctora defiende “es una labor fundamental hoy día que debe estar garantizada por las universidades y organismos públicos capaces de velar por un desempeño honesto al margen de intereses privados”. No la divulgación concebida como un parque temático con fines meramente lúdicos y comerciales, sino “para hacernos pensar sobre cosas tan importantes, por ejemplo, si estamos preparados, para crear seres humanos sin enfermedades y superiores a nosotros”.
El trabajo publicado de la investigadora es un análisis comparativo, desde una perspectiva sociológica, de Blade Runner (Ridley Scott, 1982) y su secuela, Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve, 2017), dos filmes distanciados treinta y cinco años, tiempo que proporciona a Marín Ramos la oportunidad de observar en qué medida los cambios acaecidos en nuestra cultura han modificado el discurso de una de las tramas de ciencia ficción que, con mayor énfasis, representó el temor a los efectos adversos del progreso. El artículo ha sido publicado en la revista InMediaciones de la Comunicación de la Universidad ORT de Uruguay.
La autora
Esther Marín Ramos es doctora en Sociología de la Cultura por la Universidad de Alicante y licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Fundadora de la primera ONG española de Comunicación para el Desarrollo, con la que llevó a cabo diferentes programas sobre educomunicación. Fue profesora de Psicología de la Comunicación y Teoría de la Comunicación Audiovisual en el Centro de Estudios Ciudad de la Luz de la Universidad Miguel Hernández. Escribe sobre cine y series de televisión en la revista PíkaraMagazine e imparte charlas y cursos especializados sobre análisis cinematográfico.
En sus recientes trabajos, el libro La (re)evolución social a través del cine: Los argumentos cinematográficos en la crisis de la modernidad (2018) y artículos publicados en distintas revistas académicas, aborda la comunicación social a través de la ficción desde una perspectiva psicosocial y/o de género.