Los grandes mamíferos terrestres son vulnerables a los efectos del ruido provocado por los drones, unos sistemas tecnológicos cada vez más utilizados para estudiar la fauna en hábitats abiertos como la sabana o las marismas. Esta es una de las conclusiones que revela un nuevo estudio publicado en la revista científica ‘Drones’, que está dirigido por la investigadora del Departamento de Biología Animal de la UMA Margarita Mulero Pazmany; los expertos José Domingo Rodríguez-Teijeiro, de la Facultad de Biología y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad de la Universidad de Barcelona (IRBio); Serge A. Wich, de la Universidad John Moores de Liverpool (Reino Unido) y Geison Pires Mesquita, del Instituto Baguaçu de Investigación de la Biodiversidad (IBPBio, Brasil), este último como primer autor.
Ya existen algunos trabajos que constatan que los drones de uso científico o recreativo pueden convertirse en una nueva fuente de perturbación para muchas especies animales. Sin embargo, todavía hay pocos trabajos que identifiquen los factores reales asociados con estos dispositivos que pueden afectar negativamente al comportamiento de los animales.
Drones y fauna salvaje, ¿oportunidad o amenaza?
El uso de sistemas aéreos no tripulados (VANT o drones) está cada vez más extendido en estudios sobre monitorización y conservación de la fauna salvaje. Obtener datos científicos de alta resolución espacial y temporal, con bajos costos operativos y una logística sencilla -sin comprometer la seguridad física de los investigadores- explicaría el amplio uso científico de esta tecnología, en especial en el estudio de grandes mamíferos en áreas abiertas o de difícil acceso.
Esta nueva investigación analiza la reacción de 18 especies de grandes mamíferos ante los ruidos emitidos por un dron en los grandes espacios ex situ del Parque Zoológico de São Paulo (Brasil).
Las 18 especies estudiadas pertenecen a 14 familias y en concreto son: addax (Addax nasomaculatus); vaca (Bos taurus); cobo de agua (Kobus ellipsiprymnus); dromedario (Camelus dromedarius); lobo de crin (Chrysocyon brachyurus); ciervo común (Cervus elaphus); sambar (Rusa unicolor); elefante asiático (Elephas maximus); cebra real (Equus grevyi); jaguar, (Panthera onca); tigre de Bengala (Panthera tigris tigris); jirafa (Giraffa camelopardalis); hipopótamo (Hippopotamus amphibius); oso hormiguero (Myrmecophaga tridactyla); rinoceronte blanco (Ceratotherium simum simum); facóquero común (Phacochoerus africanus); tapir amazónico (Tapirus terrestris) y el oso de anteojos (Tremarctos ornatus).
Cuáles son los animales más estudiados con drones
Las aves y los mamíferos son los dos grupos de animales más estudiados con el uso de drones y los más afectados por su uso recreativo. “En especial, los grandes mamíferos son los más estudiados con drones por su tamaño ya que son más fáciles de identificar mediante imágenes aéreas”, detalla el investigador postdoctoral Geison Pires Mesquida, que incluyó este estudio en su tesis doctoral defendida en febrero de 2022. “Además del tamaño, el tipo de hábitat de las especies es otro factor determinante para el uso de drones en los estudios de la fauna salvaje”, añade.
El estudio con drones sobre la fauna se adaptó a la normativa de la Agencia Nacional de Aviación Civil (ANAC) de Brasil que limita los vuelos de drones a un máximo de 120 metros. Además, todos los vuelos eran del tipo VLOS (Visual Line-Of-Sight), es decir, tenían como requisito obligatorio estar dentro de la línea de visión del piloto.
Todos los vuelos se realizaron en horarios sin visitas en el zoo para evitar cualquier tipo de perturbación por factores externos. También se pudo disponer de audiogramas en la literatura científica en 12 de las 18 especies analizadas -de la misma especie o especies similares-, lo que permitió un análisis más específico de la influencia de la frecuencia e intensidad del sonido generado por los drones.
Los vuelos se iniciaron a una altura máxima de 120 metros. Una vez el dron se situaba encima de los individuos, se iniciaba el descenso hasta que el animal mostraba algún comportamiento atípico. “Se había estipulado un límite de 10 metros por encima de los animales, si el animal no presentaba cambios de comportamiento, pero en ningún caso el dron descendió a esta altura ya que los animales presentaron cambios de comportamiento a una altura superior”, apunta Pires Mesquita.
El elefante asiático, sensible a los sonidos de baja frecuencia
En general, las especies con mayor biomasa -elefantes, rinocerontes, jirafas, cebras y los cobos de agua- mostraron un cambio de comportamiento con los drones a mayor altura -y por lo tanto, menos decibelios-. Como este grupo de animales es el más estudiado en tierra mediante los drones -en especial, en hábitats abiertos como la sabana africana- la megafauna mamífera terrestre tendría una mayor posibilidad de sufrir los efectos del ruido provocado por los drones.
Los resultados detallan que el nivel de presión de sonido a baja frecuencia afectó especialmente al comportamiento del elefante asiático, pero no al del resto de las especies estudiadas, que se mostraron más sensibles al ruido en frecuencias medias y altas.
“Estos resultados se explican porque el elefante es una de las pocas especies de mamíferos capaz de oír sonidos de baja frecuencia (por debajo de 0,25 kHz), o incluso infrasonidos (frecuencias inferiores a 0,0125 kHz). Tanto el tamaño de la membrana timpánica como el tamaño de la cadena de huesecillos y los espacios del oído medio son compatibles con la sensibilidad a frecuencias bajas», afirma José Domingo Rodríguez-Teijeiro profesor emérito del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales de la UB.
“Los sonidos de baja frecuencia se propagan más fácilmente debido a las características físicas de sus ondas sonoras en comparación a los sonidos de alta frecuencia. Se considera que los elefantes se pueden comunicar a más de 10 kilómetros de distancia gracias a la emisión y la recepción de estos infrasonidos”, continúa.
Cada tipo de animal muestra un comportamiento especifico de vigilancia, irritación o huida. Además, los animales en entornos ex situ -como los zoológicos- pueden presentar comportamientos aún más específicos. Por ese motivo, el estudio contó con la participación del profesional responsable de la gestión de los mamíferos en el zoo, Luan Henrique Morais. Este experto conoce desde hace años a cada uno de los animales y se encargó de informarnos cuando observó que algún animal se mostraba afectado por el ruido del dron.
En el caso del elefante asiático, se observaron movimientos de balanceo de la cabeza ante la presencia del dron. En los felinos, gruñidos y movimientos bruscos del cuerpo; en el oso de anteojos, también movimientos bruscos de las patas y la cabeza. En el caso de los ciervos y el facóquero, los intentos de huir del lugar en el que se encontraban son ejemplos de los comportamientos que mostraron reacciones adversas al ruido de los drones.
“La mayoría de las especies estudiadas no mostraron reacciones comportamentales ante la presencia del dron a una altitud de 100 metros o superior, que es a la que se suele volar para realizar censos de fauna. Esto apoya que el uso responsable de estos sistemas constituye una herramienta de bajo impacto para el estudio de mamíferos», señala la profesora de la Universidad de Málaga Margarita Mulero Pazmany.
Impacto visual versus impacto acústico
Aunque este experimento no permite discriminar por completo entre los efectos que genera el impacto del estímulo acústico o visual del dron en la fauna, de manera indirecta se pudo deducir que el primer efecto causado por el dron en las especies es acústico. A esta conclusión se llegó a través del análisis de la agudeza visual -medida en ciclos por grado (c/g)- que permite determinar la capacidad de detectar, discriminar y reconocer objetos sobre un fondo.
“Todas las especies analizadas tienen una agudeza visual inferior al 50 por ciento de la que tiene la especie humana (60 c/g). Así pues, podemos deducir que el primer impacto causado por el dron en las especies fue el acústico, si tenemos en cuenta la reducida capacidad visual de los mamíferos analizados, la difícil detección del dron utilizado por el ojo humano a 50 metros, y el hecho que las alturas en las que se produjeron los cambios de comportamiento fueron de media superiores a los 50 metros», indican.
Los especialistas destacan que, según la información disponible, es la primera vez que este factor ha sido analizado. Así, comprender que el ruido sonoro provocado por el dron tiene un impacto en ciertas especies de mamíferos antes que el visual puede ayudar a mejorar los estudios que actualmente se realizan con drones sobre estas especies y también minimizar los efectos negativos del uso recreativo en zonas con presencia de estas especies.
En estudios sobre la fauna, también sería preciso tener en cuenta el perfil sonoro del modelo de dron, un factor que hasta ahora no se ha considerado si se quiere minimizar su impacto negativo. “Aunque existen muchos modelos de drones en el mercado, todavía hay pocos modelos comerciales que se utilizan para estudiar la fauna salvaje. Tratar de entender cuánto ruido generan estos modelos es un paso necesario para que el uso de drones en estudios de fauna sea más efectivo”, concluyen