En torno a la agricultura intensiva almeriense: reflexiones y realidad

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    Con mucha frecuencia, tengo que reflexionar académicamente sobre nuestro actual modelo agrícola y no menos veces, siento que me quita el sueño la realidad de su actual situación, toda vez que no soy ajeno  a este sistema productivo, si no que formo parte del mismo.

    Estoy seguro que los almerienses, son conscientes de lo que supone la agricultura bajo plástico y  de la importancia del  entramado de empresas y servicios  que se vinculan a su producción. De lo que no estoy tan seguro,  es si en los distintos niveles  del poder de decisión,   esa percepción aparece tan clara o tan homogénea  como la que aquí se asume y se vive. Ocurre también, que la visión de nuestro modelo,   en otros ámbitos territoriales, ofrece una perspectiva  poco valorada, en muchos casos fruto de la ignorancia y en otros por  la demagogia de colectivos buenista, sin olvidar algún que otro competidor sin escrúpulos, que no dudan en destruir lo que tanto ha costado. La realidad es que parece como si luchásemos solos, a tenor de lo que vemos y oímos;  como testimonio señalaré, que al final de la campaña de este año, contemplaba perplejo en Bruselas, como desde Televisión Española, en su programación internacional, un grupo de “samaritanos buenistas” aconsejaban no comprar tomates de Almería, por que se producían en régimen de esclavitud, y ello ante la aquiescencia de un ex ministro del Gobierno de España .

    El modelo agrícola almeriense está pasando momentos difíciles y duros, pese a que su capacidad de respuesta ante las crisis, siempre han sido muy altas y con una increíble voluntad para el ajuste; sinembargo la actualidad está marcada por una incertidumbre no exenta de cierto miedo.  La verdad es, que para los agricultores, los tiempos no son buenos y las reglas de juego aparte de no estar claras, hay veces que se cambian en la mitad del partido o incluso en plena jugada.

    El problema secular de la agricultura, siempre ha sido el desequilibrio entre los costos y los precios recibidos, otra cosa es el precio final que llega al consumidor,  cuya correlación con el percibido por el agricultor es exponencial. Históricamente, el aumento de los costos de producción se compensaba con mas trabajo, eran las empresas familiares agrarias que empleaban toda fuerza de trabajo disponible, por pequeña que fuese, para salir adelante, se arrimabal el niño, la abuela o  cualquier familiar en el esquema de torna peón. Hoy la realidad es distinta, no existe el mismo esquema de célula familiar, la estructura  de la propiedad es distinta en cuanto al tamaño de las explotaciones y en consecuencia, los ajuste deben venir por otra línea que no sea aumentar la carga de trabajo familiar.

    Un cálculo estimativo de los costos fijos por explotación y unidad de superficie, campaña 2008/09, se puede establecer entre los 5, 2€/m2 y 5,8 €/m2; mientras que   los precios medios percibidos para el conjunto de la producción (media de los 12 productos más cultivados )han sido de 0,49€/kg . Lógicamente, los agricultores con producciones  de menos de 120.000 kg/ha, no han ganado nada, es más han perdido dinero.  Cierto que es necesario elevar la productividad, el problema es  que para ello se necesitan más inversiones en tecnología y mejor capacitación de los recursos humanos que intervienen en el proceso.

     Asumamos que el principal problema del campo, es la débil capacidad financiera de los agricultores para la mejora estructural de sus explotaciones, pues previamente  tienen que  resolver la falta de circulante para ir viviendo y mantener la actividad; pero tal y como está el mercado del dinero  la situación no es fácil.

    En cuanto a los recursos humanos  el problema es inquietante, con un mercado de  mano de obra tan fluctuante y poco especializado como es el existente, las alternativas son difíciles, máxime cuando este modelo agrícola, se configura como el ámbito de acogida de la inmigración para iniciar su proyecto de integración laboral, pero sin perspectivas de continuidad en esta actividad.

    No podemos ignorar, la desleal competencia de países terceros en el ámbito de la Unión Europea y la subordinación de los intereses legítimos de Almería a una estrategia regional difícil de justificar, que sin medidas compensatorias, nos utiliza como moneda de cambio para el beneficio de otras áreas,  sectores productivos o intereses geoestratégicos. Claro que siempre existirá el “consejo” para deslocalizar la actividad de esta zona, con el fin de  mejorar en la orilla de enfrente. Pero claro… ¿A quien mejoramos?

     Como quiera que las alternativas no son fáciles, tal vez deberíamos empezar a considerar otras soluciones, como la introducción de nuevas variedades de cultivo o mantener  las existentes, pero con diferentes características organolépticas. Ello obliga a  una apuesta para nuevas líneas de investigación, pero dada la velocidad de los cambios,  deberían estar ya desarrolladas.

    El acceso a los mercados exige precios competitivos, pero no solo se debe contemplar  en la formación del precio, los costos de producción y manipulación, es importante el costo del transporte a los centros de distribución y consumo, y he aquí otra asignatura pendiente, la falta de alternativas intermodales que permitan abaratar costos. Tal vez, uno de los aspectos claves para la continuidad del modelo productivo sea el ferrocarril, única alternativa real y eficiente al transporte por carretera; pero la secuencia de  plazos establecida, para que esta alternativa sea una realidad, no deja de ser un golpe bajo a la esperanza de futuro de nuestro modelo. 

    Apostar por la agricultura almeriense, es aportar por la continuidad de un modelo que ha sido capaz de producir, el milagro del desarrollo socioeconómico de un área deprimida y que es referente de esperanza para muchos lugares del planeta. ¿Terminaran enterándose a quienes correspondan?

     

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