Muchas de las aves que conocemos salen del huevo sin estar completamente desarrolladas y dependen de sus padres, quienes los alimentan y los mantienen a temperaturas adecuadas en los nidos. Los padres de estas aves, al llegar con alimento al nido, tienen que elegir qué polluelo alimentar y éstos compiten entre ellos por conseguirlo emitiendo pitidos conspicuos y realizando movimientos extravagantes (estiran el cuello, aletean, se levantan y empujan a sus hermanos) para así llamar la atención de los padres.
La intensidad con que los pollos realizan estos comportamientos está relacionada con la necesidad de los pollos por recibir esa comida y, por tanto, sirven como señales para los padres en su decisión de a quién alimentar. Los padres también utilizan otras características de los polluelos como es el tamaño relativo del polluelo en relación con el de sus hermanos, y la coloración de determinadas partes del cuerpo: la piel, el cielo de la boca y las bandas carnosas que bordean sus picos (boqueras).
“Nos interesó conocer las razones por las que los padres usan la coloración de estas partes, es decir, conocer lo que indican. Una posibilidad es que indiquen la condición física de los pollos, algo así como su salud. La otra posibilidad es que la coloración de estas partes esté relacionada con el nivel de hambre, es decir, cuánto tiempo llevan los pollos sin comer.”, nos explican David Martín-Gálvez y Juan José Soler Cruz, investigadores de la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC y autores del estudio.
Aunque se han encontrado más pruebas que sugieren la primera posibilidad en varias especies, en otras parece que las coloraciones de algunas de estas partes indican más bien el nivel de hambre. Discernir entre estas dos posibilidades es importante a nivel teórico para entender el origen y la evolución de las coloraciones de los pollos. Sin embargo, diferenciar el papel del hambre y de la condición física en coloración de estas partes señales es metodológicamente complicado debido fundamentalmente a que ambas suelen estar interconectadas. Por ejemplo, los pollos que pasan más hambre suelen ser los que poseen una peor condición física, y aquellos mejor alimentados suelen ser los más saludables. Sin embargo, también es posible que un pollo en mala condición esté saciado, y que un pollo en muy buena condición esté hambriento.
En el estudio se empleó un fármaco estimulador del apetito frecuentemente utilizado en niños y en algunos animales, la ciproheptadina, para manipular la sensación de hambre en pollos durante una parte de su crecimiento, en una especie de ave común en nuestras ciudades y campos, la urraca. El uso de este fármaco para discernir entre las posibilidades antes mencionadas tiene importantes ventajas respecto a las metodologías utilizadas anteriormente, ya que permite aumentar directamente el nivel de hambre en condiciones naturales, y por tanto se puede cuantificar cualquier cambio en el comportamiento de los padres como consecuencia de la administración del fármaco. La ciproheptadina se administró en cada nido a la mitad de los polluelos y a la otra mitad se le dio una cantidad equivalente de agua, para ser utilizada como control. La coloración de las tres partes del cuerpo se midió con un espectrofotómetro antes y después del tratamiento.
Los resultados determinaron que las boqueras de los pollos tratados con ciproheptadina tenían una coloración más conspicua que los pollos tratados con agua, principalmente por que reflejaban más coloración en la zona del ultravioleta y menos en la zona del amarillo. Además, las bocas de los pollos tratados con ciproheptadina tenían más amarillo y menos ultravioleta que las bocas de los pollos tratados con agua. Hay dos posibles explicaciones para estos resultados: una de ellas es que los cambios en la coloración de estas partes sean consecuencia directa del aumento del nivel de hambre de los pollos tratados con ciproheptadina. La otra que sea consecuencia de una mejor condición física de los pollos tratados con ciproheptadina al final del tratamiento, ya que es posible que el aumento del nivel de hambre pudo haber provocado que los pollos tratados con ciproheptadina fuesen mejor alimentados que los pollos tratados con agua.
El estudio trata de diferenciar entre estas dos posibilidades explorando la relación existente entre la coloración y el peso de los pollos tratados y no tratados con el fármaco. Si el efecto producido por el fármaco era el responsable directo de las diferencias encontradas en coloración deberíamos encontrar que la relación entre peso y color fuese distinta para pollos experimentales y controles. Los resultados variaron dependiendo del rasgo que se analizaba indicando que cada carácter proporciona diferente información. La coloración de las boqueras y la piel está relacionada con el nivel de hambre de los polluelos, mientras la coloración de la boca indica a los padres cómo de saludable está el pollo.
Estos resultados, por tanto, nos ayudan a entender por un lado el funcionamiento y la evolución de las coloraciones tan llamativas que los pollos de las aves muestran a sus padres al pedir comida. Por otro lado, también ponen de manifiesto que los padres pueden utilizar esa información para decidir a qué pollo alimentar en cada momento.