Casi tres horas, sin salir del escenario, donde habla, mucho y rápido, canta y gesticula, para contar con gracia e ironía las horas previas de un joven monarca, cuyo padre ha abdicado, y va a dar su primer discurso como Rey. ¿Les suena? Un joven que, por tanto, debe emanciparse de su hogar materno. Pero va más allá. Con mucha gracia, Manu Sánchez explicó el viernes, en el Auditorio Maestro Padilla, la realidad de la juventud, realizó un homenaje a las madres y dio algún tirón de orejas a malas praxis de la vida pública de la Monarquía y la Política. Siempre con simpatía.
No es un monólogo al uso como se entiende en los últimos tiempos este concepto. Para empezar, existe un esfuerzo por la escenografía: La decoración de la habitación del joven monarca, con su sillón real, y demás atrezo. La vestimenta, un chándal de la realeza, genial. Pero sobre todo destaca por un guión muy bien hilvanado, y la capacidad para estar casi tres horas frente al público, cambiando registros y, sin perder el acento andaluz, dar una excelente clase del actor que lleva dentro Manu Sánchez.
Porque se trata de una persona que derrocha simpatía, pero entre líneas hay una crítica social a los últimos acontecimientos sucedidos en la Casa Real, con sus infantas y yernos, y que han sido portada en los medios de comunicación, al Pequeño Nicolás, las andanzas de la familia Puyol, etc., y hasta recuerda los tres puntos que puede perder la UDAlmería por un fichaje de hace años.
Pero lo mejor de toda la obra es el dibujo que realiza de la relación del monarca con su madre, que puede trasladarse a los vínculos y conversaciones de cualquier chaval con su mamá. Genial, y una verdad auténtica. Cómo nos despiertan las madres, su obsesión por los ‘pucheros’, su capacidad para adelantarse a los acontecimientos. Como afirma Manu Sánchez en la obra, “las madres son extraterrestres”.