Para María del Mar Moya, David Lorenzo, Mari Carmen Calzado, Carmen Laura González, Nayara Cervián y Naiara Carreño son estudiantes del Grado de Trabajo Social. Este verano han participado durante cuatro semanas en unas prácticas que se enmarcan dentro de los estudios del Grado de Trabajo Social de la UAL, gracias a un acuerdo de colaboración suscrito hace dos años entre la Fundación Almería Social y Laboral, titular del centro universitario de Trabajo Social, y el Instituto Tecnológico Maya de Estudios Superiores de Guatemala (ITMES), junto con Idemaya y Asodefir, y que viene a refrendar la apuesta constante que se realiza desde el centro para fomentar las experiencias prácticas en este Grado de la UAL, pues su trabajo con la sociedad así lo requiere.
En este tipo de programas se aprenden otras formas de luchar contra la pobreza, la exclusión y la desigualdad, fundamentada en la idea del bien común, donde la organización es más horizontal y la cohesión social se entiende desde el crecimiento económico con equidad social, no de una manera vertical, que es lo habitual en la sociedad del bienestar.
Este programa se desarrolla por tercer año consecutivo. En los cursos anteriores participaron otros once alumnos, por lo que la continuidad de esta oportunidad ya está consolidada. Según explica el director de la Fundación Almería Social y Laboral, José Macías, estas prácticas son consideradas “de alto interés por la formación que reciben los estudiantes”.
Una oferta que se realiza desde el centro universitario de Trabajo Social adscrito a la UAL y que viene a complementar todas las actividades, charlas, ponencias y prácticas que se realizan durante todo el curso, con el objetivo de profundizar y aumentar el aprendizaje de los contenidos teóricos.
Los estudiantes se dividieron en dos puntos geográficos dentro del país. Un grupo desarrolló su actividad en el norte del país, en Alta Verapaz, y otros en el sur, en la zona de Chiquimula. El ‘grupo norte’, formado por María del Mar, Mari Carmen y David, realizaron el trabajo de campo a través de la ONG Trickle Up, que trabaja con colectivos que se encuentran en el margen de extrema pobreza y, además, con personas con discapacidad o mujeres viudas o solteras con hijos a su cargo. “Participamos en dos proyectos, en el fomento de actividades empresariales y en grupos de ahorro”, explica David Lorenzo. “A través de un capital semilla se les enseña a crear pequeñas actividades económicas que sean sostenibles, que en la zona puede ser una pequeña granja de animales, ropa, grano….”, apunta Mari Carmen Calzado.
Por su parte, “los grupos de ahorro eran algo más complejos, son pequeños microcréditos en los que no participan entidades financieras y que son gestionados por la propia comunidad”, explica María del Mar Moya. “Lo satisfactorio es comprobar cómo gracias a estas iniciativas hemos conocido casos de éxito de familias que han llegado a abrir su segundo negocio y que han mejorado su situación”, concluye Calzado.
Peritos en Recursos Naturales
El trabajo de Carmen Laura, Nayara y Naiara ha sido diferente. Ellas fueron destinadas al instituto de peritos en Recursos Naturales de Internmach, unos estudios de nivel medio de tres años de duración. “Hemos comprobado la ilusión que ponen en la formación. Cuando algún hermano de la familia decide estudiar, toda la familia se vuelca en ello y algunos viajan cada día dos horas para poder asistir a las clases”, indica Nayara Cervián.
Su compañera, Naiara Carreño especifica, “aprenden a gestionar sus propios recursos, cultivo de plantas sustitutivas al maíz a aprovechar y construir a partir del reciclaje. Se trata de maximizar los pocos recursos con los que a veces cuentan”.
Han realizado entrevistas a cerca de un centenar de alumnos, con el objetivo de conocer sus necesidades, sus expectativas de futuro. “Ha sido una experiencia con la que hemos aprendido de forma directa, el Trabajo Social necesita el contacto con las personas y esto ha sido algo inolvidable”, señala Carmen Laura González.
En todos los casos, los estudiantes destacan la hospitalidad y el trato que han recibido por los propios guatemaltecos con los que han trabajado. “Nos han tratado de una forma increíble, nos ofrecían lo mejor que tenían como símbolo de hospitalidad”, recuerda Mari Carmen Calzado.