Ni la amenaza de lluvia ni el cambio de temperatura, en un guiño a la primavera, consiguieron dejar en casa a los almerienses que decidieron pasar la tarde del sábado en el Auditorio Maestro Padilla acompañando a los actores de la ópera ‘La flauta mágica’.
Compuesta por el genial Wolfrang Amadeus Mozart, las expectativas se cumplieron con creces gracias a una puesta en escena que ganó, finalmente la entregada ovación del respetable.
A las ocho de la tarde en punto comenzaron a sonar los primeros acordes, con lo que la atención del público ya se puso en estado de alerta, dejándose llevar por una historia en la que se entremezclaban los grandes retos y las dificultades que a diario dan color a la vida, así como las posibles maneras de superarlos.
No obstante, se trata de una ópera con significado abierto, de modo que cada uno de los presentes puede darle el que quiera. De hecho, cuando fue estrenada en tiempos de Mozart, muchos lo veían como un cuento de hadas, mientras que otros apostaban por la esencia simbólica.
No sólo se trata de una de las obras maestras del autor austriaco, sino que además gana peso ya que fue la última ópera escenificada cuando él vivía, en el Theater an der Wien (Viena). Murió dos meses después. Tal vez sea por esa casualidad, pero ‘La flauta mágica’ es actualmente una de las óperas más representadas en todo el mundo.
Los encargados de la puesta en escena fueron los componentes de Ópera Duende, que contaron con la dirección de una de las más reconocidas especialistas, como es Jeanne Henny, que además es referente a la hora de hablar de ópera, contando con varias intervenciones en distintos escenarios a modo de conferenciante.
El proyecto Ópera Duende ha sido conformado como asociación sin ánimo de lucro que pretende convertir en real el sueño de los cantantes profesionales que quieren introducirse en nuevos roles artísticos o quienes están abriéndose paso en una carrera incipiente. Lo que demostraron ayer, con su representación, es que no existe miedo cuando tienes ganas de triunfar y de agradar al público, que en todo momento se mimetizó con ellos, dejando volar su imaginación al son de los acordes de los músicos.
