Consiguen la transformación segura del fósforo blanco en fósforo rojo con luz solar

Antonio Romerosa (d) y su equipo.

Un grupo de investigadores de la Universidad de Almería ha conseguido la conversión segura del peligroso fósforo blanco en fósforo rojo, utilizando solo la luz solar. Se trata de la primera vez que se consigue algo parecido, y supone un avance en cuanto ahorro de costes.

El grupo de investigación en Química de Coordinación, Organometálica y Fotoquímica de la Universidad de Almería, dirigido por el catedrático de Química Inorgánica Antonio Romerosa, acaba de lograr transformar el fósforo blanco en fósforo rojo a temperatura ambiente utilizando solo como fuente energética la radiación visible-solar. Lo ha hecho dentro del proyecto “Nueva Factoría del Futuro Segura, Inteligente y Sostenible de Desmilitarización y Tecnologías de Defensa-SIXTREMS”, un programa FEDER-INTERCONECTA del Ministerio de Innovación y Competitividad que dirige la empresa EXPAL Disposal & Recovery S.A.

Hasta ahora, para producir la citada transformación se necesitaba alta presión, temperaturas superiores a 300 grados y, sobre todo, una atmósfera absolutamente libre de oxígeno. Con el descubrimiento de Romerosa y su equipo, el procedimiento se simplifica notablemente: el fósforo blanco se transforma al aire, a temperatura ambiente y no es necesario emplear sistemas especiales ya que no comporta la peligrosidad que el empleado actualmente. La radiación solar se encarga de suministrar la energía necesaria para que el proceso tenga lugar.

El fósforo blanco es la materia prima para la síntesis de la mayor parte de los compuestos fosforados que se emplean habitualmente: desde abonos a plásticos, pasando por pesticidas, detergentes, semiconductores o material militar. Pero el fósforo blanco tiene un grave problema, es muy inestable y venenoso, ardiendo con facilidad de forma violenta en presencia de aire. Por esa razón, desde hace años, fundamentalmente en países del norte de Europa, principalmente Alemania, y también en Rusia, se investiga cómo poder transformarlo en su variedad más estable, el fósforo rojo. Hasta ahora, a ningún investigador se le había ocurrido utilizar la luz solar para promover dicha transformación. “Probamos con luz visible de alta intensidad como la solar y funcionó. El proceso es así de simple, aunque luego, efectivamente, existe todo un procedimiento que hay que realizar adecuadamente”, explica el profesor Romerosa.

El fósforo rojo, mucho más inocuo, se utiliza para fabricar cerillas, abonos, aditivos compuestos para vidrio o semiconductores eléctricos, entre otros usos. “La diferencia entre uno y otro es la misma que entre el carbón y el diamante. Ambos son fósforo pero tienen características diferentes por su estructura interna”, afirma Romerosa.

Resultados en pocos meses

Debido al requerimiento expresado por la empresa de defensa EXPAL, el equipo de investigación liderado por el profesor Antonio Romerosa comenzó a trabajar en diversas alternativas para la conversión segura del fósforo blanco en rojo. La empresa está interesada en la transformación del fósforo blanco proveniente de desmilitarización de armas obsoletas ya que el fósforo rojo puede almacenarse y transportarse con una seguridad mucho menos exigente que el blanco.

El grupo de investigación de la Universidad de Almería comenzó su labor investigadora en esta línea el pasado septiembre y pocos meses después obtenía ya los primeros resultados. Preliminares, como señala su investigador principal, pero muy positivos: “Ya se ha conseguido lo más difícil, la transformación del fósforo blanco en rojo de una forma segura y económica, pero hasta ahora todo se ha realizado en el laboratorio. El proyecto finalizará el año que viene y en este tiempo tenemos que ajustar muchos parámetros y terminar de conocer mejor el procedimiento para que la empresa tenga toda la información necesaria para que pueda implementarlo a nivel industrial”, apunta Romerosa.

A pesar del éxito inicial, este catedrático de Química Inorgánica señala que el grupo que dirige está formado por pocos investigadores y no puede desarrollar todas las líneas de investigación que se les ocurren. “Tenemos que decidirnos por una de ellas y a veces acertamos y otras nos equivocamos. Esta vez hemos acertado. Ha sido cuestión de experiencia y también de suerte”.

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