Alumnos de Ingeniería de la UAL crean la primera impresora en 3D de la provincia

Hace algo más de un año, Juan González y Javier Rodríguez, dos alumnos de Ingeniería de la Universidad de Almería, empezaron a trabajar en el campo de la impresión en 3D. Lo hicieron aprendiendo por su cuenta, a través de Clone Wars, un grupo dentro de la comunidad RepRap, que trata de documentar en español todo lo necesario para que cualquiera pueda construir su propia impresora 3D. Esta comunidad comparte entre sus miembros informaciones y recursos que ponen en Internet a disposición de todo el mundo con el fin de que cualquiera pueda beneficiarse de lo que alguien descubrió o experimentó con su propia impresora. Esta forma de trabajar recibe el nombre de “trabajo colaborativo” o “código abierto” (open source en inglés) y es el principal motor de desarrollo de estas tecnologías.

Ahora, tanto Juan -que estudia 4º de Ingeniería Mecánica- como Javier -alumno de 3º de Ingeniería Electrónica Industrial-, ya están pensando en construirse una segunda impresora 3D más rápida y moderna que la que tienen en este momento y que doble la altura de impresión para poder hacer diseños más grandes. “Cualquier cosa se puede imprimir en tres dimensiones. Es un campo avanzadísimo con muchos frentes abiertos. Con filamentos flexibles, por ejemplo, yo ahora me podría diseñar una carcasa para el teléfono móvil”, explica Javier Rodríguez. Los objetos que ambos están diseñando en su impresora 3D -la primera de este tipo que hay en Almería-, los mostraron en la última Semana de la Ciencia celebrada en la Universidad del 4 al 8 de noviembre. Entre ellos había una mano, un búho, una barricada o pequeños toneles y cubos.

El campo del diseño en 3D es infinito, explican estos estudiantes. Se están desarrollando desde robots hasta prótesis médicas realizadas con colágeno, pasando por zapatos, ropa o coches. Incluso la Nasa se plantea imprimir en tres dimensiones los alimentos que coman los astronautas en el espacio, cambiando el material que se utiliza en las impresoras 3D, un poliácido derivado del maíz idéntico al que se usa para hacer los juguetes Lego, por productos comestibles.

Ambos creen que esta tecnología terminará por implantarse en un futuro cercano hasta el punto de que será habitual que en cada casa haya una impresora de este tipo. “Incluso, las tiendas acabarán subiendo a Internet sus diseños para que la gente se lo reproduzca en casa. Porque con la impresora 3D podemos hacer de todo: desde un plato a una llave inglesa, cualquier cosa que se nos ocurra”, apunta Juan González. Por ahora, estos  dos estudiantes han invertido alrededor de 600 euros en su “juguete”. “Lo que más vale es el tiempo que se tarda en ponerla en marcha y calibrarla”, señalan. Dependiendo del diseño, del relleno que lleve y de la velocidad, un objeto en 3D puede tardar en imprimirse de 5 minutos a varios días.

Por ahora, estos dos estudiantes de Ingeniería quieren seguir profundizando en la fabricación digital, el nuevo cambio de paradigma tecnológico que  en la actualidad está viviendo el mundo del diseño, el arte y la ingeniería.

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