Bisfenol, el componente del plástico para el que todavía no se han encontrado sustitutos seguros

Una investigación internacional ha permitido conocer que en los alimentos hay más de 3.600 tóxicos peligrosos transferidos desde los envases de plástico. Además, el restringido Bisfenol A y las alterativas a este polímero provocan prácticamente los mismos efectos sobre la salud. El plástico se ha convertido en un problema para la salud, que se traduce en casos de cáncer, diabetes y otras muchas enfermedades, que se podrían evitar si se da con un material bio que lo sustituya, algo a lo que hoy día no se ha llegado. El material que se convirtió en símbolo del progreso en el siglo XX tiene un lado oscuro, que se está revelando en la actualidad.

Los envases de plástico llenan los lineales de los supermercados.

Hasta los años 50 y 60, la mayoría de los utensilios de uso cotidiano estaban hechos de madera, vidrio o metal. Todo esto cambió con la implantación masiva del plástico, que relegó estos materiales tradicionales por el derivado del petróleo que, si bien tiene unas propiedades fantásticas y ha contribuido al desarrollo de la sociedad como pocos, también conlleva un peaje para la salud, en forma de cáncer, problemas, de infertilidad, diabetes y otras muchas enfermedades que los especialistas asocian a los elementos químicos con los que está fabricado.

Bisfenol A, F, S y otras 3.000 sustancias químicas en los alimentos

En un estudio de revisión publicado, el pasado mes, en la revista Journal of Exposure Science & Environmental Epidemiology, del grupo Nature, un equipo internacional identificó más de 3.600 sustancias químicas en muestras de sangre, orina y leche materna. Y se sabe que han llegado hasta ahí a través de los envases de plástico en que se presentan los alimentos. Prácticamente al mismo tiempo, un equipo de la Universidad Miguel Hernández (UMH) confirmó que los sustitutos del bisfenol A, una de las sustancias prohibidas en los plásticos en contacto con alimentos, son igualmente perniciosos para la salud humana. Estas dos investigaciones recientes ponen de manifiesto que los envases de plástico en contacto con los alimentos no son del todo seguros, incluso aunque cumplan la normativa europea, bastante restrictiva al respecto. Todos estos ellos transfieren un conjunto de sustancias químicas a los alimentos.

Entre los tóxicos encontrados en los alimentos hay muchos conocidos y ampliamente estudiados, como los bisfenoles; pero en la lista de las más de 3.600 hay una proporción importante de elementos químicos cuyo efecto sobre el organismo se desconoce. El toxicólogo de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de Murcia, Miguel Motas, llama la atención sobre la cantidad de sustancias químicas que llegan a los alimentos transferidas por los envases.

Miguel Motas, toxicólogo de la Facultad de Veterinaria de la UMU.

Motas recomienda que, en la medida de lo posible, se sustituyan envases de plástico por otros de vidrio, mucho más seguros y que no dejan restos de ninguna sustancia química. Es más, pide que no se caliente comida en el microondas dentro en un envase de plástico, que se haga en un plato o en uno de vidrio; incluso, aunque se trate de un recipiente plástico esté preparado para este fin y, en teoría, no deje restos de sustancias prohibidas, ya que siempre transfiere elementos de otras sustancias que, sin bien ahora están autorizadas, en unos años sí que pueden entrar en la lista negra de productos peligrosos.

Qué es el bisfenol A y por qué es peligroso

Uno de los químicos más empleados y que lleva años en la lista de los elementos proscritos es el bisfenol A. Este producto, que hace años se encontraba hasta en tetinas de biberones, se emplea en la fabricación de plástico, por sus propiedades y su precio contenido. El bisfenol A es una resina, un monómero, como dicen los especialistas, con el que se logran plásticos resistentes, transparentes, higiénicos… «es un material muy bueno desde un punto de vista técnico y, además, es muy barato», explica José Alejandro Heredia, director del grupo Materiales Agroalimentarios Sostenibles, del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea La Mayora, centro mixto de la Universidad de Málaga y el CSIC.

Hecho con fenol y acetona, elementos bastante tóxicos, el bisfenol A es un componente muy peligroso, ya que actúa como un disruptor endocrino. Este tipo de sustancias químicas alteran el mensaje hormonal y se relaciona con el déficit neuroconductual, problemas de aprendizaje, síndromes como asperger y autismo. Pero no solamente, ya que desde hace años se conoce su implicación en la endometriosis y la mala calidad seminal, que afecta a la fertilidad; así como con problemas de obesidad, hipertensión, diabetes tipo 2, incluso también con el cáncer.

La peligrosidad del bisfenol A llevó a que la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) empezara a estudiarlo desde la segunda mitad de la década de los dos mil, hasta que en 2011 prohibió su uso en la fabricación de biberones, y desde 2015 ha restringido su uso en envases en contacto con alimentos. Sin embargo, el bisfenol A no ha desaparecido del todo, ya que se emplea en la cobertura plástica de las latas de comida.

¿Son seguros los sustitutos del bisfenol A?

Ante las medidas restrictivas aprobadas por la Unión Europea, la industria tuvo que buscar alternativas y recurrió a varias de las más de 400 sustancias similares al bisfenol A, entre las que se encuentran el bisfenol F y el bisfenol S. Sin embargo, tampoco son del todo seguros, ya que también actúan como disruptores endocrinos, afirma Miguel Motas.

Un estudio del Instituto de Investigación, Desarrollo e Innovación en Biotecnología Sanitaria de la Universidad Miguel Hernández (UMH), hecho público el mes pasado, se sumaba a la lista de trabajos científicos en los que se afirma que los bisfenoles S y F también son peligrosos para la salud. Esta investigación fue publicada en Journal os Xenobiotics, y dirigida por el catedrático de Bioquímica y Biología Molecular UMH, José Villalaín.

En la investigación de la UMH se llevó a cabo un experimento con un superordenador, para comparar cómo los bisfenoles A, F y S interactúan con la membrana celular, la capa que separa las células del medio en que se encuentran. Esta técnica, denominada dinámica molecular, permite crear biomembranas complejas idénticas a las que se encontrarían en cualquier célula humana.

Cómo actúan los bisfenoles del plástico en el organismo

José Villalaín.

El estudio realizado en la UMH demuestra que los bisfenoles tienden a ubicarse en la interfaz de la membrana, no tienen una orientación preferida dentro de la misma, pueden estar en estado monomérico o agregado y afectan a las propiedades biofísicas de los lípidos de la membrana. Las propiedades de los bisfenoles pueden atribuirse, al menos en parte, a sus efectos membranotrópicos y a la modulación de las propiedades biofísicas de la membrana.

«Antes se creía que los bisfenoles se acumulaban en el tejido adiposo y que se liberaban con el tiempo en el mismo tejido adiposo, lo que los convierte en una bomba de relojería», explica el investigador de la UMH. Si bien esto ya era bastante grave y origen de problemas de salud serios, ahora se ha descubierto que no solamente se acumulan en el tejido adiposo, sino que también lo hacen en las propias membranas, por lo que «su efecto sobre el organismo puede ser mucho mayor».

Los datos obtenidos en el experimento de supercomputación permiten determinar que los bisfenoles F y S no solamente deben ser consideradas como disruptores endocrinos, sino también como «elementos que se van acumulando en el organismo», explica José Villalaín. Por tanto, estas sustancias no son seguras.

El Instituto de Investigación, Desarrollo e Innovación en Biotecnología Sanitaria de la UMH lleva años estudiando el efecto de los bisfenoles en el organismo y el publicado en septiembre no es el primer documento en el que corroboran sus efectos perniciosos. En marzo de 2021 el centro dio a conocer un estudio realizado por el catedrático de Fisiología de la UMH, Ángel Nadal. Esta investigación sirvió para detectar que los bisfenoles F y S, los permitidos y sustitutos del señalado bisfenol A, alteraban la expresión y liberación de insulina en ratones. Se demostró que el bisfenol S y el bisfenol F alteran la función de las células beta pancreáticas, lo que se traduce en un aumento rápido de la liberación de insulina y la disminución de la actividad del canal de potasio sensible al ATP (trifosfato de adenosina), la fuente de energía principal para la mayoría de los procesos celulares. Ángel Nadal comprobó que la acción de estos bisfenoles «podría suponer un factor de riesgo para desarrollar diabetes».

Qué otros químicos se transfieren desde los envases de plástico a los alimentos

La publicación de investigaciones sobre la transferencia de sustancias tóxicas o potencialmente peligrosas para la salud no cesa. Recientemente, el investigador del grupo de Residuos de Plaguicidas de la Universidad de Almería (UAL), Francisco José Díaz Galiano, demostró, en un artículo publicado en la revista Food Chemistry, que una serie de polímeros que se transfieren cuando se cocinan las patatas dentro de la bolsa especial para microondas en la que vienen envasadas.

El equipo de la UAL halló un compuesto desconocido formado por dos moléculas, como dos piezas en un puzzle. Una de ellas procede de un producto natural, la maltosa, que es un azúcar que se produce al cocer algunos alimentos y es potencialmente perjudicial al poseer un alto índice glucémico. Consumida en grandes cantidades puede afectar a los niveles de azúcar en sangre debido a su rápida conversión en glucosa.

Por otro lado, la otra molécula procede de un producto sintético que no han podido identificar aún. Los investigadores del grupo de Residuos de Plaguicidas de la UAL concluyen que el compuesto se ha formado dentro de la bolsa, debido a las reacciones químicas que se producen en el plástico y el alimento al calentarlos en microondas.

Estructura química de los bisfenoles A, F y S.

¿Hay plásticos alternativos sin bisfenoles?

Ante estas evidencias cabe preguntarse porqué se siguen empleando bisfenoles y otras muchas sustancias peligrosas en la fabricación de plásticos. Y la respuesta es bien sencilla: hasta ahora no existen otras capaces de sustituirlas, ni por comportamiento ni por precio.

Además, en el caso de los bisfenoles, el hecho de que los F y S estén permitidos por la Unión Europea como sustitutos del bisfenol A, se debe al hecho de que todavía están poco estudiados, los resultados de investigación sobre sus efectos sobre el organismo son bastante recientes, y todavía no ha dado tiempo a que las autoridades que velan por la salud de las personas pongan en marcha una normativa específica, así como que la industria del plástico se prepare para asumir estos retos y fabricar productos más seguros.

Qué tipo de plásticos están libres de tóxicos

En la actualidad, las alternativas a plásticos fabricados sin bisfenoles y otras sustancias químicas que puedan afectar al organismo pasan por los bioplásticos, por materiales fabricados a partir de productos de origen biológico y no con derivados del petróleo, como los plásticos actuales. Sin embargo, estos productos de origen biológico plantean un problema para la industria y es que no son universales, como los bisfenoles, sino que cada tipo de resina vale para un grupo determinado de alimentos.

En las universidades y centros de investigación se trabaja intensamente para desarrollar nuevos bioplásticos. En el centro La Mayora se ha conseguido sustituir la cobertura plástica de latas de conservas, en la que todavía está permitido el uso del bisfenol A, por una resina biológica, obtenida a partir de orujo de tomate, un subproducto resultante de la industria de transformación de esta hortaliza en ketchup, salsas de tomate y productos parecidos, que por ley no se puede introducir en los alimentos.

Bioplásticos obtenidos con orujo de tomate para la cobertura de latas de comida que ha desarrollado el equipo de Alejandro Heredia en La Mayora.

Este subproducto, del que se generan unas 350.000 toneladas al año, está compuesto por pieles y semillas del tomate, principalmente. Ahora mismo no tiene ningún tipo de aprovechamiento, ni tan siquiera como alimento para animales por su bajo valor nutritivo, y su eliminación se realiza mediante quemas en plantas incineradoras.

«Nosotros decidimos aprovechar las grasas de este orujo de tomate, con las que fabricamos un poliéster», explica Alejandro Heredia. Con este material han cubierto las tapas de latas de conserva, hechas de aluminio, y han comparado su comportamiento con los productos de plástico que emplea la industria.

Los resultados han sido muy positivos, ya que no traspasa ningún tipo de sustancia tóxica al alimento, y desde el punto de vista técnico puede ser un buen competidor. Ahora, el grupo de La Mayora estudia para qué tipo de alimentos sería adecuado y, en un siguiente paso, vendría un estudio sobre su escalado, para ver hasta qué punto podría convertirse en una alternativa real a las coberturas de plástico de las tapaderas de las latas para envasar alimentos.

«Hemos producido unos prototipos que compiten con el bisfenol A, con dos ventajas: están hecho con un proceso de química verde, para el que apenas se usan disolventes;  y es un material inocuo, que solamente podría transferir grasas del tomate; y algo parecido estamos haciendo ahora con patata».

El grupo del centro mixto Universidad de Málaga-CSIC también ha conseguido plásticos transparentes para envolver alimentos a partir de celulosa. «En este caso extraemos la celulosa de residuos vegetales y con ella hacemos película transparente».

La Universidad de Jaén (UJA) también ha conseguido una película plástica similar a la lograda por el equipo de Alejandro Heredia, pero en su caso, extraída de restos de poda de olivar. Un equipo dirigido por la investigadora del Departamento de Ingeniería Química, Ambiental y de los Materiales de la UJA, María Dolores La Rubia, construyó un bioplástico con unas características similares a las de cualquiera de origen no residual, y apto para el envasado de alimentos. Además, este producto presenta estabilidad térmica, lo que lo convierte en un buen candidato para la fabricación del biopelícula transparente y para su procesamiento con tecnologías convencionales en otros productos plásticos.

Biofilm desarrollado en La Mayora.

Estos ejemplos de bioplástico obtenidos en Málaga y en Jaén son muy interesantes, pero obligan a un cambio de modelo que la industria del plástico no asume, en parte, por el elevado coste económico que le supondría y también, porque la materia prima para fabricar estos plásticos es limitada para responder a la enorme demanda de plásticos a nivel internacional.

El problema de los tóxicos transferidos del plástico a los alimentos va para largo, porque si bien es cierto que se están realizando esfuerzos por parte de la industria y desarrollando materiales más avanzados, todavía son insuficientes para responder a las necesidades de la actual ‘sociedad plastificada’. Falta un compromiso firme por parte de las autoridades sanitarias, así como mayor conciencia de la dimensión del problema, para que la sociedad ejerza presión y que, de una vez por todas, se deje de orinar plástico y vivir libres de los tóxicos que ingerimos con los alimentos.