Mateo Valero: «La ciencia es el mejor instrumento que tiene la humanidad para hacer un mundo feliz»

El profesor Mateo Valero, director del Centro de Supercomputación de Barcelona y pionero en supercomputación a nivel mundial, fue reconocido como doctor honoris causa por la Universidad de Chile. En su visita al país andino, compartió su visión sobre el futuro de la supercomputación y la inteligencia artificial. «Sin la supercomputación, la inteligencia artificial estaría en su invierno polar», dijo. 

El catedrático de Arquitectura de Computadores en la Universidad Politécnica de Cataluña ha publicado más de 700 artículos y ha recibido numerosos premios, incluyendo el Premio Eckert-Mauchly y el Seymour Cray de la IEEE. Es Doctor Honoris Causa por 12 universidades y miembro de múltiples academias científicas. Su labor se ha enfocado en el desarrollo de procesadores y supercomputadores de altas prestaciones, así como en fomentar la colaboración científica internacional.

– A menudo, hace referencia al impacto de la inteligencia artificial en la supercomputación. ¿Cómo ha cambiado este campo con el auge de la IA?

La supercomputación ha evolucionado enormemente. Gracias a los avances tecnológicos, hemos podido reducir el tamaño de los transistores a niveles nanométricos. Esto ha permitido construir procesadores más rápidos y eficientes. 

La inteligencia artificial, especialmente el aprendizaje automático y las redes neuronales, ha resurgido gracias a la disponibilidad de grandes volúmenes de datos y la potencia de cálculo de los supercomputadores. Ahora, IA y supercomputación están en una relación simbiótica. La IA necesita de la supercomputación para procesar y analizar enormes cantidades de información, y la supercomputación se beneficia de la IA para optimizar sus propios procesos y diseño de hardware.

– Ha sido pionero en arquitectura de computadores y cuenta con múltiples reconocimientos. ¿Cuál considera su mayor contribución al campo?

Más que mis logros individuales, me enorgullece haber formado y trabajado con gente más inteligente que yo. He dirigido a 58 doctorandos y nuestra «familia» académica supera las mil personas en todo el mundo. Juntos, hemos contribuido a hacer procesadores y supercomputadores más rápidos y eficientes.

Si tuviera que destacar una contribución, sería mi convicción de que las arquitecturas vectoriales, que algunos pensaban obsoletas, seguirían siendo relevantes. Defendí que en 25 años serían fundamentales, y efectivamente, hoy son la base de los supercomputadores de altas prestaciones.

– Mirando al futuro, ¿cómo ve el desarrollo de la computación cuántica y su relación con la supercomputación y la IA?

La computación cuántica aún está en una etapa temprana, en lo que llamamos su «invierno polar». Aunque hay avances, aún enfrenta grandes desafíos de ingeniería, como la creación y control de los qubits a gran escala. Sin embargo, cuando madure, podrá resolver problemas que hoy son intratables incluso para los supercomputadores más potentes.

La inteligencia artificial y la supercomputación clásica seguirán siendo esenciales. Es probable que en el futuro veamos una integración de estas tecnologías, donde la IA ayude en el desarrollo de la computación cuántica y viceversa.

– Algunos científicos muestran preocupación por los posibles riesgos de la IA. ¿Cuál es su postura al respecto?

Toda tecnología poderosa tiene un doble filo. La IA ofrece enormes beneficios, pero también puede ser mal utilizada si no se regula adecuadamente. Es fundamental establecer marcos éticos y de transparencia, asegurando que los algoritmos sean justos y libres de sesgos. La trazabilidad y la responsabilidad en el diseño y aplicación de la IA son fundamentales para evitar daños y construir confianza en estas tecnologías.

– ¿Qué mensaje le gustaría entregar sobre el avance de la tecnología?

La ciencia es el mejor instrumento que tiene la humanidad para hacer un mundo feliz. Si fomentamos la colaboración entre países e instituciones, podemos crear un tejido social más fuerte que prevenga conflictos y atrocidades. Animo a los jóvenes a dedicarse a la ciencia, no para hacerse ricos, sino para contribuir al bienestar global. He decidido no ser rico, pero intento ser feliz, y creo que la ciencia ofrece esa oportunidad de realización personal y colectiva.