Las temperaturas mínimas han registrado un repunte 1,4 veces más rápido que las máximas. Este fenómeno se traduce en la alteración de los flujos de carbono y del crecimiento vegetal en el hemisferio norte, según revela una investigación internacional en la que ha participado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y que se publica en la revista Nature.
Esta conclusión se desprende del análisis de datos recopilados a lo largo de 28 años sobre la cantidad la calidad y el desarrollo de la vegetación; así como de mapas de intercamcio de CO2 y de medidas in situ de este gas en las atmósferas de Alaska y Hawai (ambos en Estados Unidos).
En las regiones boreales, frías de alta montaña y húmedas templadas, el aumento generalizado de las temperaturas diurnas (máximas) estimula la fijación de CO2 durante las horas de sol. No obstante, el mayor aumento de las temperaturas de noche (mínimas) estimula aún más la respiración, lo que limita la captura de CO2.
El incremento desigual de las temperaturas máxima y mínima provoca, por lo tanto, un desequilibrio en la fijación de este gas. Además, en las regiones templadas y áridas se ha comprobado justo el efecto contrario, lo que añade asimetría a este flujo, que está directamente relacionado con el crecimiento vegetal.
El investigador del CSIC en el CREAF Josep Peñuelas, único español en la investigación, señala: “Para poder hacer previsiones fiables y sacar conclusiones sobre el funcionamiento de los ecosistemas terrestres debemos incluir fenómenos esenciales como este en nuestros modelos”.
Los efectos sobre el aumento de las temperaturas máximas en ambos ecosistemas ya eran conocidos. No obstante, según Peñuelas, “este estudio pone de relieve que el aumento de las temperaturas nocturnas también se debe tener en cuenta”.