Una investigación de la Universidad de Granada aborda la compleja cuestión de “en qué consiste el yo”. Entre las diferentes contribuciones realizadas a este debate, el profesor de la UGR, Agustín Moreno Fernández, se apoya en las aportaciones principales de la teoría del deseo mimético de René Girard y su psicología interindividual, desarrollada y sistematizada por Jean-Michel Oughourlian. Estas afirman que “hemos de concebir al yo, no como dueño de sus deseos, sino como resultado continuado de la imitación de los demás como modelos de deseo”.
Para el docente de la Facultad de Filosofía y Letras de la UGR, “el deseo no sería lineal, sino triangular; no seríamos poseedores de deseos originales, sino imitadores de deseos ajenos, de los que nos vamos apropiando a través de otras personas, grupos sociales, contextos culturales o medios de comunicación”.
Detrás de todas estas “mentiras románticas”, según el artículo, estaría la ocultación del ejercicio continuo de la imitación de los demás que, con frecuencia, se convierte en problemático “en una dinámica de mala reciprocidad (celos, envidia, rivalidad, violencia), por los mismos objetos de deseo (cosas, cargos, poder, estatus, personas en triángulos amorosos)”, expone el investigador.
Estas disertaciones tienen impacto en ámbitos como la educación, la industria de la publicidad y las relaciones sociales y personales en general. “El yo no puede comprenderse en su génesis y desarrollo sino en continua interacción y remodelación en las relaciones con los demás. Y, en este sentido, incluso la intimidad de los deseos estaría atravesada por los deseos de los demás y la influencia social y cultural. Aun así podemos tener margen para una humilde libertad, tomando conciencia de ello y de cuáles son nuestros modelos de deseo”, añade Agustín Moreno.
En este artículo, publicado en la revista Pensamiento, el profesor Moreno Fernández defiende que “sea cual sea la manera de abordar este tipo de problemas, ha de llevarse a cabo evitando reduccionismos disciplinares o dogmáticos de cualquier tipo, reconociendo la dimensión irreductible del misterio de la subjetividad humana, así como de su complejidad. Un misterio unido a otros misterios, como el de la vida y el del cosmos, en los que nos descubrimos como seres autoconscientes y nos seguimos preguntando qué o quiénes somos, dentro de una pregunta filosófica fundamental y universal más amplia: ¿qué es el ser humano?”.