Autor precoz y uno de los valores más destacados del teatro actual, este almeriense es uno de los pocos autores que puede presumir de ver representadas varias de sus obras. ‘Ahora empiezan las vacaciones’ es su último trabajo, que ahora se representa en Madrid. Se siente orgulloso por decir lo que quiere.
¿Eres un autor transgresor o que solo dice verdades?
Transgresor, no sé, porque a la hora de escribir no incumplo ninguna ley. Así que podríamos dejarlo en provocador, ya que mi oficio se basa en inducir al lector/espectador a que reflexione sobre ciertas ideas, se enfrente a determinadas emociones y se vea inmerso en una serie de conflictos morales que lo van a poner entre la espada y la pared.
Rompes tópicos, porque habitualmente se representan obras de autores ya mayores o incluso fallecidos, ¿te consideras un caso raro por eso?
No, lo que considero raro es que suceda eso que dices en la pregunta. Lo habitual no tiene por qué ser lo normal, pero a veces se confunde. Yo no soy el raro, lo raro es lo que ocurre y por eso es que yo lo parezco.
¿Cómo fue la primera propuesta para llevar una de tus obras a escena?
El día de Reyes me llamó por teléfono José Luis Gómez, el director del Teatro de La Abadía, y me dijo que se había leído tres funciones mías, que le encantaban las tres y que no sabía cuál montar.
¿Hay responsabilidad extra al haber recibido el Nacional de Literatura Dramática?
Lo llamaría autoexigencia, pero no responsabilidad, entre otras cosas porque no creo que, artísticamente hablando, nadie haya hecho nada importante tratando de ser responsable. Un dramaturgo no debería ser nunca una persona responsable, ni políticamente correcta. Si fuese alguien responsable sería abogado o portero de un equipo de fútbol, pero nada más lejos de la realidad.
Tu caso es similar al de otros muchos autores, que no encajaban en el colegio.
Es que hay que encajar, que te obligan a encajar, como los huevos en una huevera, y no hay espacio para el que no encaja, te desechan. Y, la verdad, es lo mejor que me ha podido pasar en la vida, no encajar, porque si hubiese encajado no tendría que haber salido por ahí en busca de nuevos moldes. De todas formas, tampoco lo llamaría educación, porque educado se viene de casa, la educación te la tienen que dar tus padres. Yo, al colegio y al instituto iba a que me enseñaran, pero allí nadie me enseñaba nada. El problema es que un profesor no debería ser un funcionario, un profesor debería ser un actor, un profesional que tiene conciencia de estar encima de un escenario y el público es el alumnado. Las clases, en el fondo, son pequeñas obras de teatro que deben captar la atención de los alumnos. El problema es que a mí todas las asignaturas me parecían la misma obra y todos los profesores el mismo personaje, y me aburría soberanamente y, claro, los profesores se daban cuenta. Era como ver la misma película todos los días y cada vez peor interpretada. Siempre he sido un espectador muy exigente.
¿Te sigues considerando un muchacho de pueblo?
Nadie de mi familia, ni mis bisabuelos, ni mis abuelos, ni mis padres, procede ninguno de la capital. Así que, no es que yo me lo considere o no me lo considere, es que no me queda otra.
¿Cómo se refleja esto en tus obras?
No tengo ni idea, pero debe de notarse, porque he leído en muchos sitios que soy un autor rural.
Utilizas imágenes del mundo rural para denunciar lo que no te gusta.
Sí, es cierto, pero eso tiene una explicación: yo me he bañado antes en una balsa llena de ova y libélulas que en una piscina con cloro y depuradora, y mi madre, antes de llevarme al médico, me llevaba a una curandera a que me rezara con un paño de alcohol en la cabeza. De hecho, me han quitado como cuatro o cinco maldeojos. Y así con todo.
¿Cómo ha sido la acogida de ‘Ahora empiezan las vacaciones’?
Es una función incómoda, que habla de nuestro presente a través de una madre desnaturalizada que tiene a sus hijos muertos de frío y de hambre, así que la gente sale bastante descolocada, la verdad.
¿Qué nuevos proyectos tienes entre manos?
El Ministerio de Cultura me ha concedido una beca para desarrollar mi nueva obra. Así que estoy feliz porque es un voto de confianza. Es la primera vez que alguien me paga antes de escribir la obra. Se llamará ‘El rescate del dragón’.
Entrevista publicada en Nova Ciencia.