Luna Miguel escribe realmente de lo que le da la gana: la gastronomía está centrando sus últimos poemas; pero siempre lo hace con maestría y con la agudeza de una joven acostumbrada a buscarse la vida, y en marzo publicará ‘La tumba del marinero’, en el que experimenta con la prosa poética.
¿De dónde viene tu pasión por la poesía?
Son muchas cosas. Yo estudié en el IES Alborán de Almería, donde había muy buenos profesores de Literatura, como José Andújar. Entre eso y mi familia, que siempre ha estado muy relacionada con el mundo literario, y unos compañeros con los que siempre he hablado de libros… de ahí tuvo que surgir mi pasión por escribir.
Has publicado en prosa, pero principalmente tu trabajo es poético, ¿por qué?
No sabría decirte qué tiene el verso, pero sí lo que no he encontrado en la prosa. No he encontrado mi forma de expresarme, de hecho, el único librito que tengo en prosa lo escribimos a cuatro manos con mi pareja, y era algo parecido a un juego. No era el género en el que yo quería trabajar en el futuro porque no me siento cómoda en él. Creo que las historias las puedo contar de otra manera con los versos.
¿Cómo es enfrentarse al folio en blanco?
Es divertido. No es para nada frustrante. Es más frustrante luego corregir una pantalla que ya está llena de palabras en negro. La hoja en blanco es libertad, da tantas posibilidades que todavía es algo virgen, algo con lo que puedes jugar. La pantalla en blanco me gusta porque expresa posibilidades y la pantalla en negro es la que me gusta menos y con la que hay que trabajar semanas o meses.
¿Te castigas mucho corrigiendo lo que escribes?
No. Antes de enviar el texto a la editorial se lo envío a una serie de amigos que me ayudan a corregir. Yo siempre estoy abierta a todo tipo de propuestas y les escucho, aunque luego hago lo que a mí me da la gana, pero siempre la gente que yo sé que van a apreciar mis textos me gusta que los lean y me den su opinión antes de que salga al mercado, porque eso hará que el trabajo final esté más pulido.
Hay veces en que tu poesía toma cierto aspecto punk, ¿es verdad?
Puede ser. El punk es un género musical y un estilo, yo diría antiguo, que estéticamente siempre me ha llamado la atención. También porque ha dado literaturas muy potentes, autores punk como Angélica Liddell que siempre han llevado su literatura hacia ese extremo y siempre me ha llamado la atención; por eso en el libro ‘Poetry is not dead’ me gustó posicionarme de ese lado y jugar con esa estética.
En tu poesía hay compromiso claro con ciertos temas, que han ido variando a lo largo del tiempo.
Sí, los temas han ido variando, pero desde mi primer libro, hasta mi blog o lo que voy a publicar próximamente siempre me han interesado temas relacionados con mi generación. El año 90 es importante para mí, porque creo que el final de algo y el principio de otra cosa y creo que hay muchos creadores y gente de nuestra edad que desde muy jóvenes hacen muchas cosas. Desde mi poesía siempre he querido apoyar a todos estos nombres, apoyar nuestros proyectos vitales… muchos nos llaman nini, pero no, somos gente creativa y con criterio, y eso ha sido de lo que más aparece en mi obra. Ahora, por ejemplo, me interesa hablar de temas raros como puede ser el vegetarianismo, la comida… me parece una forma de tratar algo que hasta ahora no se había hecho en poesía. Literariamente hay muchas cosas, sobre todo ensayo y novela, pero en poesía no he encontrado nada de vegetarianismo. Me gusta este terreno, la búsqueda, encontrar gente que hable de estos temas.
¿Cómo ves el futuro de los jóvenes?
Es muy complicado. Es gracioso que un medio me pida que hable sobre la generación nini, de si me siento identificada con ella… pero la verdad es que no tengo nada que ver: Estudio, curro, me busco la vida, sin embargo me doy cuenta de que tengo tan poco beneficio como el que no curra, el que no estudia. La generación nini se ha utilizado como algo despectivo, cuando la verdad es que describe a la sociedad entera, hagamos más o menos.