Agustín Belmonte reconstruye la Almería del siglo XX en ‘Retrato paracial en rojo’

La Almería de la primera mitad del siglo XX y los ciudadanos de a pie son los protagonistas de ‘Retrato parcial en rojo’, la última novela de Agustín Belmonte, en la que hace una radiografía de Almería con la que disfrutar del ambietne, el vocabulario y las costumbres de esta ciudad. El libro, editado por el instituto de Estudios Almerienses (IEA) se presenta, este martes, a las 20 horas, en la sede del IEA.

En esta historia no hay ni buenos ni malos. Agustín Belmonte presenta a unos almerienes que tienen que conformarse con el tiempo que les ha tocado vivir, personas con poca pasión por sentirse protagonistas de los embites de la historia, que tienen que aprender a vivir en una época de muchos sobresaltos.

Entre los protagonistas de esta novela histórica está el propio autor, que se ha retratado en la historia. Este recurso le aporta algo más de cercanía a esta historia, en la que Los ambientes, el vocabulario, las costumbres y situaciones se adoban con las figuras de la canción, del espectáculo, la cultura y la política de cada época, que evolucionan entre los personajes e influyen sobre ellos en los momentos clave de sus vidas.

En la novela confluyen las historias de dos familias, una de Cuevas del Almanzora y otra de Almería, desde los inicios del siglo XX hasta la posguerra. Una época llega de convulsiones y de conflictos, un tiempo en el que sobrevivir era toda una heroicidad.

Con este nuevo trabajo, Agustín Belmonte presenta una novela divertida, capaz de hacer sonreír en un contexto más bien deprimente y, sobre todo, que busca el lado positivo a cualquier tragedia, como la que tienen que superar sus protagonistas.

Agustín Belmonte (Almería, 1951) es maestro. Desde niño, familia, profesores y amigos le celebraron lo bien que escribía. Cometieron ese error. Y él, el de creérselo. Eso le condenó a escribir y, así, lo ha hecho toda su vida: relatos, poesía, teatro, ensayo… Hasta canciones. Hasta tebeos, historietas, cómics que se dice ahora.

Se creyó con talento y en 1972 escribió su primera novela, unos 250 folios, que no quedó mal en el Premio de Novela Ciudad de Marbella. La segunda, de 1981, la envió, iluso que era, al Planeta. Cinco novelas se han sucedido después.

En los 90, Machado y Rimbaud, sus mentores poéticos, le elevaron, dice, a atmósferas jamás respiradas. Empezó entonces una producción poética por calles, rutas y rincones de Almería que aún hoy continúa y casi se ha convertido en un Diario. Poemas escritos casi al tirón a los que luego el artesano, el técnico, da forma y, en su afán de perfección, a veces incluso los desvirtúa y ellos pierden su frescura: el racionalista les roba el encanto con que salen de manos del intuitivo. Pero, entre miles, algunos podrían llamar a las puertas de la gloria por su limpieza, sinceridad y cercanía. Son dardos directos al corazón.

Y la historia, su otra gran pasión. Y el tiempo. El terrible, fatídico, inexorable paso del tiempo. Este libro es testimonio -uno más- de ello.

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