Este verano han ardido unas 290.000 hectáreas, una cifra que rompe con todos los registros de los años anteriores y que supone un trágico récord para el medio ambiente. Estos espacios arrasados por las llamas se encuentran especialmente vulnerables, por lo que cualquier fenómeno atmosférico podría agravar la situación todavía más. Para colmo, entramos en la época en la que se producen las tormentas más virulentas, y cabe preguntarse los daños que podría ocasionar una tormenta en el monte quemado, pero sobre todo, qué medidas se pueden tomar para minimizarlos.
Greenpeace recomienda tomar medidas urgentes para proteger el suelo en las superficies forestales arrasadas, para minimizar los procesos erosivos y, al mismo tiempo, reducir el riesgo de que las cenizas contaminen cursos de agua, que pueden afectar al abastecimiento para consumo humano.
¿Qué medidas se tienen que tomar?
- Realizar pequeños diques perpendiculares a la pendiente en laderas muy empinadas para evitar pérdida de suelo y frenar la escorrentía (los arrastres de agua). Se trata de retener el suelo, de poner obstáculos a la circulación del agua en las laderas e impedir la formación de regueros y cárcavas (socavones).
- Llevar a cabo construcciones provisionales en arroyos, ríos y lagunas para evitar que lleguen sedimentos y cenizas que contaminen los cursos de agua y afecten a la vida piscícola.
- Sacar la madera quemada para evitar riesgo de plagas y enfermedades. Además, hay que extraer la madera sin arrastrarla para seguir con el objetivo fundamental de evitar erosionar el suelo. Esto es muy importante para no dañar la futura regeneración natural.
- Dar tiempo a los ecosistemas forestales para ver su capacidad de regeneración y, posteriormente, ver qué medidas es necesario implementar (siembra, repoblación, acotado al ganado, etc.).
- Además, conociendo las adaptaciones de la vegetación, es importante esperar a repoblar para ver cómo evoluciona la superficie quemada y cómo se abre paso la regeneración natural de las especies con las estrategias mencionadas.
La organización ecologista recuerda que el fuego es un elemento natural que forma parte de los fenómenos que modelan el paisaje. Por ello, gran parte de las especies vegetales de la región mediterránea tienen algún tipo de adaptación al fuego (corteza gruesa para soportar altas temperaturas; capacidad para rebrotar tanto de copa, cepa, raíz; capacidad para germinar generando abundantes bancos de semillas que se desarrollan con elevadas temperaturas, como es el caso de los pinos).
Para ayudar a la recuperación de los bosques, es prioritario proteger el suelo para reducir los procesos erosivos agravados por las deseadas lluvias. Por tanto, las primeras actuaciones de emergencia se deben centrar en frenar los procesos erosivos actuales, controlar las posibles avenidas y posteriormente favorecer la regeneración natural de la cubierta vegetal. Sin olvidar recursos para reducir la siniestralidad (investigación, sensibilización, persecución del delito de incendio forestal), recordando que el 95 % de los incendios tienen origen humano.