¿Cómo son los fondos del Estrecho de Gibraltar?

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Intercambio de aguas entre el Mediterráeno y el Atlántico.

La Universidad de Málaga estudia los fondos marinos del Estrecho de Gibraltar y el Golfo de Cádiz esculpidos por la corriente de salida del Mediterráneo con una resolución sin precedentes.

Un mar casi cerrado, sometido a una evaporación elevada y a los rigores del cambio climático. El Mar Mediterráneo está en un proceso de transformación debido a este cambio climático, que está provocando un aumento de la temperatura media de sus aguas y de su nivel de sal.

Estos cambios, por mínimos que sean, van a tener un calado importante sobre la biodiversidad que encuentra refugio en sus aguas y también en las orillas que baña. Pero además, el cambio en las condiciones de las aguas del Mediterráneo podría alterar el clima global, por las relaciones tan directas que tienen con el Océano Atlántico.

Mar Mediterráneo, una fuente de sal para el Atlántico

El Mar Mediterráneo es una fuente esencial de sal para el Atlántico y, en parte, permite que Europa del Norte disfrute de un clima que si bien es frío, no es tan duro como podría ser. Y todo porque las aguas especialmente saladas del Mediterráneo ayudan a que la Corriente del Golfo, responsable de llevar el calor de los trópicos a las zonas septentrionales, alcance latitudes tan altas y lleve a profundidades mayores las aguas más frías procedentes de la fusión de las nieves árticas. Este fenómeno explica que en lugares como Oslo, la capital de Noruega, se pueda tener una temperatura similar a la de Nueva York, cuando la Gran Manzana está mucho más al Sur.

El exceso de sal que el Mediterráneo aporta al Atlántico llega hasta el norte de este océano y allí se mezcla con las aguas dulces procedentes de la fusión de las nieves. Este intercambio hace que éstas ganen densidad y se hundan por debajo de las corrientes cálidas llegadas desde los trópicos.

Mapa de los cañones del Estrecho.

Regulador del clima global

El papel como regulador climático atribuido al Mediterráneo está todavía por estudiar en mayor profundidad, aunque por lo que se conoce en la actualidad participa en la llamada Cinta Transportadora o Conveyor Belt, un fenómeno básico para la regulación del clima global cuyo “motor” en todo el Planeta solamente se da en el Atlántico Norte y en la Antártida, explica el catedrático de Física de la Universidad de Málaga, Jesús García Lafuente, que también es el responsable del grupo de investigación de Oceanografía Física (GOFIMA).

Erosión en los fondos del Estrecho de Gibraltar

Este grupo de investigadores acaba de describir pormenorizadamente el intercambio de aguas establecido entre el Mar Mediterráneo y el Atlántico y, más concretamente, los fenómenos erosivos que provocan las aguas mediterráneas en los fondos marinos del Golfo de Cádiz.

La investigación ha sido desarrollada en colaboración con el Instituto Español de Oceanografía y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas y ha aportado datos inéditos hasta ahora de la erosión provocada por las corrientes marinas que drenan el agua del Mediterráneo hacia el Atlántico.

“El Mediterráneo tiene una densidad mayor que la del Atlántico debido a su alta salinidad. Esto junto con los obstáculos que tiene que salvar debido al escarpado relieve submarino de la zona, le confieren una gran energía y como resultado, una alta capacidad erosiva”, explica Jesús García Lafuente.

Perfil del fondo marino en el Estrecho de Gibraltar.

Descenso por los canales del Golfo de Cádiz

Antes de diluirse en las profundidades intermedias del Océano Atlántico, las aguas describen un tortuoso descenso por pronunciados canales del talud continental del Golfo de Cádiz, que han sido erosionados por esta misma corriente desde la última apertura del Estrecho a finales del Mioceno, hace 5,2 millones de años. De este modo sortea montañas submarinas y discurre por canales que se entrecruzan una y otra vez, para finalmente despegarse del fondo marino en la parte occidental del Golfo de Cádiz y continuar su viaje como flujo de flotabilidad neutra en el océano Atlántico.

Para describir este intrincado periplo, los científicos han utilizado cerca de 20.000 perfiles de datos oceanográficos (muestras verticales), adquiridos en los últimos 50 años en toda esta región, en el marco de diversos proyectos. Las observaciones de temperatura, salinidad y velocidad tomadas a pocos metros del fondo marino, sumado a otras metodologías, como la batimetría de alta precisión (conjunto de técnicas para la medición de las profundidades), han servido para describir el itinerario y las transformaciones que sufre esa densa corriente mediterránea en sus primeros 200 kilómetros de viaje por el océano abierto con un grado de detalles sin precedentes.

Instrumento de medición empleado para el estudio de los fondos del Estrecho y Golfo de Cádiz.

Imágenes del fondo marino con sondas multihaz

“Las imágenes del fondo marino se han obtenido con sondas multihaz que tienen un resolución por debajo del metro. Son trabajos que se realizan durante mucho tiempo, porque hay que barrer un área muy grande, y estas sondas barren una franja de superficie estrecha. Tiene que ir pasando una y otra vez por la zona que está midiendo para obtener un buen mapa. Todos estos datos se acumulan y se procesan, para obtener una imagen de la morfología de los fondos marinos”, dice el director de GOFIMA.

El estudio de todos estos datos ha permitido observar científicamente que la temperatura y la salinidad del Mediterráneo están al alza, explica este investigador, algo que concuerda con el cambio climático. Del mismo modo han comprobado cómo la incidencia de años más fríos o lluviosos repercute en las condiciones del Mediterráneo dando lugar a “variaciones interanuales muy fuertes”.

Fuente continua para el Mediterráneo

El intercambio de aguas entre el Atlántico y el Mediterráneo beneficia a este último, que ve cómo las corrientes entrantes del océano compensan las pérdidas provocadas por la evaporación de agua, estimadas entre medio y un metro veinte de agua al año, forzando así una circulación en toda la cuenca que es la responsable de la renovación de sus aguas.

“Para compensar esa evaporación tiene que entrar del Atlántico un millón de m3 de agua por segundo, con una salinidad de 36,5. Y del Mediterráneo salir 960.000 m3 por segundo, un poquito menos, con un 38,5 de salinidad para de esta manera conservar el volumen de agua de la cuenca y la cantidad de sal en ella ”, explica García Lafuente.

Grupo GOFIMA de la Universidad de Málaga.

La salinidad aumenta la densidad del agua que sale del Mediterráneo y ésta se desplaza a mayores profundidades, por debajo de la corriente de agua que entra desde el Atlántico. A la altura de Punta Europa y Ceuta se estrecha el canal y se produce una aceleración de las corrientes entrantes, que se mueven a velocidades superiores al metro por segundo. Por su parte, el agua que sale del Mediterráneo fluye lentamente hasta que llega a los umbrales, “que son como montañas submarinas que hay en el fondo”, y ahí alcanza velocidades que van de 1,5 a 2 metros por segundo.

Todo este movimiento de aguas provoca una transformación de los fondos marinos debido a la erosión, en un proceso que gana complejidad a medida que el Estrecho se hace más profundo. De ahí que se complique también el estudio de los fondos marinos en este entorno y el vecino Golfo de Cádiz, donde los autores de esta investigación han centrado sus trabajos, destinados a realizar un cartografiado con el máximo nivel de resolución posible, que sirva de documento de referencia para futuras explotaciones de los recursos que se puedan esconder bajo los fondos marinos de una zona de intercambio casi única en el mundo, donde se concentra una gran biodiversidad.

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