Las grasas saturadas nos hacen menos listos: descubren el motivo

Un equipo de investigadores de la UNED ha revelado cómo el consumo de grasas saturadas, especialmente el aceite de palma, afecta negativamente al aprendizaje y la memoria en ratones adolescentes. En sus investigaciones, demuestran que los animales tratados con este tipo de grasas tienen problemas en la memoria incluso con apenas dos horas de ingesta de este tipo de alimentos. 

Ahora, un estudio realizado por la profesora Ana Belén Sanz Martos revela que determinados ácidos grasos de cadena corta, como el ácido butírico presente en los productos lácteos, puede revertir estos efectos nocivos, que se concentran principalmente en el hipocampo.

Por qué las grasas saturadas dificultan el aprendizaje

“Nuestro grupo de investigación ha demostrado que la tributirina, un profármaco del ácido butírico, revierte los déficits en la memoria espacial y modula la plasticidad sináptica del hipocampo. En nuestros ratones, esto se traduce en la recuperación de la capacidad de realizar distintos protocolos en los que se les evalúa el aprendizaje y la memoria espacial”, señala la experta.

De esta forma, y aunque la extrapolación en humanos no es directa, se podría afirmar que una reducción en la ingesta de grasas saturadas (como el aceite de palma) en favor de una dieta más saludable que incluya lácteos -principalmente leche de vaca, mantequilla, queso de cabra, queso parmesano y leche materna- no solo eliminaría los efectos nocivos registrados a nivel cerebral, sino que podría prevenirlos.

Además, “nuestro intestino es capaz de producir ácido butírico a través de la fermentación intestinal de la fibra dietética, por lo que la ingesta de frutas y verduras favorecería su producción”, añade Nuria del Olmo, directora de la tesis de Sanz y responsable del Grupo de Investigación del Aprendizaje y la Memoria (PSIBIAMEM) al que pertenecen ambas. Esto significa que una dieta saludable podría ser suficiente para prevenir determinadas patologías del sistema nervioso central y, en caso de que no lo fuera, “se propone como tratamiento la tributirina, precursora del ácido butírico y disponible en el mercado en aceites y en complementos dietéticos”.

Nuria del Olmo y Ana Belén Sanz, investigadoras de la UNED.

Además de estudiar las diferencias conductuales observadas tras la ingesta de dietas ricas en ácidos grasos de cadena larga, en concreto con aceite de palma, “hemos estudiado las bases moleculares subyacentes a estos cambios, tales como la plasticidad sináptica, la expresión génica y los cambios morfológicos, demostrando que los cambios de conducta responden a un déficit en la plasticidad sináptica de las neuronas, es decir, en la capacidad que tienen las neuronas de cambiar la forma de comunicarse entre ellas”, explica Sanz Martos. “Todo ello se produce en el hipocampo, de tal forma que esta zona del cerebro pierde plasticidad y, en definitiva, capacidad de aprendizaje”.

Así, estableciendo una hipotética relación directa con adolescentes humanos, “sería como si un adolescente desayuna un atracón de bollos ultraprocesados antes de ir al colegio y tiene que hacer un examen. Sin duda tendría muchas más dificultades para desarrollarlo con éxito que si hubiese tomado un desayuno saludable que incluyera, además de fruta, proteína e hidratos de carbono con fibra y lácteos como leche de vaca entera y mantequilla”.