La ciencia sigue desvelando datos nuevos sobre la biología humana. Un equipo de investigación liderado por el premio Nobel, Andrew Fire, en el que han participado dos científicos españoles, acaban de descubrir una nueva entidad biológica que habita en el cuerpo del ser humano, y se sitúa en la frontera de lo que se considera vida. Estos agentes vivos, llamados obeliscos por su aspecto, forman parte de las bacterias que habitan en la boca y el intestino, y son más sencillos que los virus. Por el momento se desconoce su impacto sobre la salud humana, así como la función que desempeñan en el organismo.
El descubrimiento de los obeliscos, que se ha llevado a cabo mediante estudios bioinformáticos de secuencias genéticas obtenidas a partir de heces humanas, abre nuevas preguntas sobre el origen y evolución de la diversidad microbiológica, y en él ha participado el equipo del investigador del CSIC, Marcos de la Peña, en el IBMCP de Valencia y la Universidad de Toronto (Canadá)
El microbioma es un complejo ecosistema microbiológico que reside a lo largo y ancho de nuestros cuerpos. Alberga una asombrosa diversidad de microorganismos que incluye desde virus y bacterias hasta hongos y protozoos. Cada vez sabemos más sobre esta intrincada red biológica y su papel crucial en la salud, interviniendo en funciones tan variadas como la digestión, el sistema inmunológico o hasta nuestro propio comportamiento.
Qué son los obeliscos
Los Obeliscos son unos novedosos agentes infecciosos con un genoma de ARN circular diminuto de sólo 1.000 nucleótidos, muy por debajo de los genomas de ARN que usan algunos virus para reproducirse. “Estos círculos de ARN son altamente autocomplementarios, lo que les permite adoptar una estructura estable en forma de varilla que recuerda a los monumentos egipcios que les dan nombre”, explica Marcos de la Peña. “Carecen de la cubierta proteica que caracteriza a los virus, pero, al igual que estos, son capaces de codificar proteínas”, puntualiza el investigador del CSIC.
Como científico que trabaja en un centro de investigación sobre plantas, de la Peña señala que los Obeliscos recuerdan a los viroides, una familia de agentes subvirales que infectan plantas y con los que comparten el genoma circular de ARN y la presencia habitual de ribozimas de autocorte. “Sin embargo, los viroides de plantas son aún más diminutos, con unos 300 o 400 nucleótidos, y no codifican proteínas. Por todo ello, los Obeliscos quedan a medio camino entre virus y viroides, lo que plantea un desafío a su origen y clasificación”, opina el investigador.
El descubrimiento de los Obeliscos ha sido posible gracias a estudios bioinformáticos de secuencias genéticas obtenidas a partir de heces humanas, detectándose la presencia de estos ARNs en el 7% de los 440 sujetos analizados. Análisis bioinformáticos masivos permitieron asimismo descubrir cerca de 30.000 especies de Obeliscos en muestras biológicas recogidas a lo largo de todo el planeta, tanto en ecosistemas naturales (suelos, ríos, océanos…) como en aguas residuales o en microbiomas animales. Entre todos estos datos se detectó que una cepa de Streptococcus sanguinis, una bacteria comensal común en la microbiota de nuestra boca, acumula Obeliscos de forma muy abundante, encontrándose que en torno la mitad de la población analizada contenía Obeliscos en su cavidad bucal.
Qué función desempeñan estas entidades descubiertas en el cuerpo humano
La función y efectos de los Obeliscos y las proteínas que codifican es aún un misterio, recuerdan los investigadores. La elevada acumulación de genomas de ARN en el interior bacteriano indicaría, según los científicos, un posible papel en la regulación de la actividad celular con implicaciones significativas para la salud, ya que los microbiomas donde habitan estas bacterias influyen en numerosos aspectos fisiológicos, desde la digestión hasta el sistema inmunológico.
Además, el descubrimiento de los Obeliscos plantea preguntas fundamentales sobre el origen y evolución de los virus y la diversidad microbiológica. Según De la Peña, “este descubrimiento muestra que el mundo microbiano es mucho más complejo de lo que imaginábamos. Hemos abierto una puerta a todo un nuevo campo de exploración que puede revolucionar nuestra comprensión de la Virología, la Biología e incluso el propio origen de la vida en la Tierra”.