Un nuevo estudio en la cara sur de la almeriense Sierra de Gádor ha permitido encontrar una concentración de fósiles extraordinaria, entre la que han aparecido ejemplares de aspiduriela, piezas realmente extrañas de las que solamente se conocían una en Cataluña.

La Sierra de Gádor es un balcón privilegiado desde el que observar el conocido como ‘mar de plásticos’ de la provincia de Almería, esa concentración de invernaderos que se puede observar a simple vista desde el espacio y produce buena parte de los pimientos y tomates que se consumen en Europa.
Hace unos 220 millones de años, esta formación montañosa, perteneciente al Complejo Alpujárride, que se extiende por las provincias de Málaga, Granada y Almería, era una llanura bajo las aguas del mar Tetis. Nada que ver con su aspecto actual, fruto de una serie de transformaciones iniciadas quince millones de años atrás, y que han resultado con picos que se elevan por encima de los 2.000 metros.
Sierra de Gádor, una concentración de fósiles inusual
Ese pasado como fondo marino ha quedado marcado en algunos de sus parajes, donde investigadores de las universidades de Almería, Valencia y Granada han localizado una concentración de fósiles extraordinaria tanto por su abundancia, como por la variedad de especies que se encuentran atrapadas en la piedra, algunas de ellas realmente excepcionales en la Península Ibérica.
Entre estas piezas, sin lugar a dudas, destacan dos fósiles de Aspiduriela montserratensis, descrita por primera y única vez en el entorno de la Abadía de Montserrat, de ahí su nombre, en la provincia de Barcelona. Estos fósiles, pertenecientes a un animales con cierta semejanza a las estrellas de mar, aunque realmente pertenece a la familia de las ofiuras.
«Esta especie –Aspiduriela montserratensis– se ha descrito en Cataluña y no se había reconocido por más sitios. Son fósiles nada comunes, cuya preservación es muy extraña. Aquí hemos encontrado una entera y varios fragmentos de otras», explica el investigador del grupo de Recursos Hídricos y Geología Ambiental de la Universidad de Almería (UAL), Fernando Sola.
A qué se debe la gran acumulación de fósiles en la Sierra de Gádor
El hecho de que se haya fosilizado es fruto de muchas y complejas casualidades, ya que la fragilidad de este animal ha complicado que lleguen muchos ejemplares de fósiles de este tipo a nuestros días. Pero, ese cúmulo de circunstancias se dieron en la formación montañosa almeriense, debido, en gran medida, a que el lugar concreto donde ha aparecido no se vio sometido al metaforfismo y dolomitización que sí se registró en el resto del conjunto del Complejo Alpujárride.
En este mismo entorno también ha aparecido un ejemplar de Negebites, un fósil de la familia de los ammonoideo, una clase extinta de moluscos cefalópodos. Este tipo de fósil es muy extraño en la zona, de hecho es el único de este tipo que ha aparecido en todo el complejo de sierras levantadas frente al mar, desde la provincia de Málaga hasta Almería.
Los únicos fósiles de Negebites de los que se tiene constancia en toda la Península Ibérica aparecieron en Calasparra (Murcia) y en Riópar (Albacete), en lo que ya es la zona conocida por los geólogos como la Bética exterior, explica Fernando Sola.
Un Negebites que aporta una datación nueva de la sierra
El Negebites de la Sierra de Gádor aporta una gran información sobre el entorno. De hecho, ha permitido determinar que esta sierra es algo más antigua y no pertenece al periodo del Triásico Superior, como se pensaba, sino al del Triásico Medio.
Este fósil ‘habla’ también sobre la conectividad en lo que se conoce como la provincia sefardí, es decir, toda la región marina del océano Tetis, que conectaba una semisumergida Península Ibérica con el desierto del Néguev, en Israel, donde sí se encuentran concentraciones abundantes de este tipo de fósil.
«En el Triásico había una conexión entre el Sur de la Península Ibérica y el desierto del Néguev y la fauna podía ir de un lugar a otro», aclara Fernando Sola, lo que explica que esta zona de la provincia de Almería haya aparecido este fósil.

Qué aspecto tenía este entorno hace 220 millones de años
Esta zona de la Sierra de Gádor, ubicada en los municipios de Vícar y Enix, justo en frente de la mayor concentración de invernaderos de toda Europa funciona como un registro que lo que hubo en el pasado en esta zona. Por los fósiles que han aparecido, entre los que abundan los bivalvos, los científicos determinan que hace 220 millones de años, este entorno tenía el aspecto de una llanura mareal extensa que, debido a cambios en la dinámica marina de aquel entonces, vivió algunas épocas emergida.
La orografía de aquella época estaba formada por rocas de tipo sedimentario, que se formaron con depósitos de origen marino, principalmente, aunque también se ha constatado que hubo algunos episodios de sedimentación de tipo continental.
En cuanto al ambiente que se encontraron todos los seres que habitaron el entorno fue cálido, aunque no se sabe exactamente qué temperatura podría haber; y húmedo, posiblemente con más precipitaciones que en la actualidad. Esto se conoce gracias a que los estratos de la época, aparecido junto a los caminos que permiten adentrarse en la zona, muestran un color rojizo.
«El registro sedimentario del Complejo Alpujárride en sus áreas menos afectadas por el metamorfismo, como la Sierra de Gádor, es clave para comprender la paleogeografía de la cuenca Bética durante el Triásico y, por lo tanto, para establecer posibles relaciones con Iberia y el actual norte de Marruecos», afirman los investigadores en el artículo publicado en la revista Journal of Iberian Geology, donde se ha dado a conocer esta excepcional concentración de fósiles, que permiten comprender la compleja biogeografía de las faunas marinas durante el Ladiniense en el oeste del Tetis.