La separación materna durante la lactancia genera estrés temprano e induce alteraciones cerebrales significativas, como la reducción de neuronas y astrocitos en algunas áreas del cerebro, además de comportamientos ansiosos y de hiperactividad en la adolescencia. Estos resultados subrayan la importancia del vínculo afectivo temprano para el desarrollo emocional y cognitivo de los individuos.
La profesora Zulma Janeth Dueñas Gómez, del Departamento de Ciencias Fisiológicas de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), se interesó por indagar sobre estos aspectos hace casi dos décadas, cuando identificó un patrón preocupante: entre el 90 y el 95 % de los jóvenes con intentos de suicidio provenían de hogares disfuncionales o eran criados únicamente por sus madres, según datos del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses.
Este panorama motivó su investigación sobre el impacto de la separación materna durante el período de lactancia, para lo cual utilizó ratas Wistar como modelo experimental. Aunque el cerebro de las ratas es más pequeño y menos complejo que el humano, los dos son muy similares en estructura y función, lo que permite estudiar las implicaciones a largo plazo de este vínculo en condiciones controladas.
Estudios realizados por estudiantes de posgrado y semilleros de pregrado incluyeron ratas machos y hembras en etapa de adolescencia temprana. Durante los primeros 21 días de vida, considerados como la fase de lactancia, las crías fueron separadas de su madre en dos períodos diarios de 3 horas.
“Esta etapa es crucial para la formación de conexiones afectivas. Durante la lactancia la madre debe acariciar al bebé, hablarle suavemente, asegurarse de que esté cómodo, con el pañal limpio y a una temperatura adecuada. Este contacto verbal, visual y sensorial es esencial para complementar no solo la nutrición proporcionada por la leche materna sino también el afecto que se transmite al bebé y la estimulación sensorial, que influyen en su desarrollo. No es lo mismo lactar mientras se está trabajando en el computador que dedicarle tiempo exclusivo a esta actividad”, explica la profesora Dueñas.
Así se analizó el comportamiento
Las crías se mantuvieron en condiciones controladas, con temperatura adecuada y contacto con sus hermanos para garantizar su bienestar. Tras la etapa de separación crecieron en un entorno normal hasta alcanzar la adolescencia o adultez temprana.
En los días 35, 65 y 70 del experimento se realizaron pruebas comportamentales en las ratas utilizando el laberinto en cruz elevado, un instrumento empleado en estudios de neurociencia para evaluar niveles de ansiedad. Este dispositivo consta de cuatro brazos, dos de ellos abiertos y los otros dos cerrados, dispuestos en forma de cruz y elevados del suelo. Al registrar la frecuencia y duración con la que las ratas exploran los brazos abiertos frente a los cerrados se obtiene un indicador del estado de ansiedad de los animales.
“Observamos que aunque las ratas suelen preferir espacios cerrados, donde se sienten seguras, los individuos separados mostraron una tendencia a exponerse y moverse mucho más, lo cual representaba comportamientos de ansiedad e hiperactividad”, comenta la investigadora.
Las explicaciones de estos comportamientos se asociarían con alteraciones en las neuronas y los astrocitos, además de cambios en la expresión de receptores cerebrales observados en finos cortes de tejido cerebral.
Según la profesora Dueñas, se evidenció una reducción en el número de neuronas y astrocitos, células esenciales para la comunicación y el desarrollo del sistema nervioso central. Por ejemplo en el hipocampo, región esencial para la memoria, los machos mostraron una disminución de neuronas mientras que en las hembras los cambios se localizaron especialmente en la corteza anterior, asociada con el aprendizaje y la toma de decisiones.
También se detectó un aumento en el tamaño de los ventrículos cerebrales, lo que indicaría déficits celulares. “Nosotros usamos técnicas de inmunohistoquímica, las cuales emplean anticuerpos específicos para identificar y cuantificar proteínas y tipos celulares en distintas regiones del cerebro”, señala la profesora Dueñas, líder del grupo de investigación Neurobiología, Fisiología y Comportamiento, cuyos resultados se han publicado en revistas nacionales e internacionales.
Para ella resulta indispensable analizar las implicaciones de la ausencia de un vínculo afectivo temprano y promover políticas públicas que les permitan a las madres cuidar a sus hijos durante los primeros años de vida, evitando que en la adolescencia se intensifiquen conductas relacionadas con decisiones erróneas como el consumo de sustancias psicoactivas.
“Otros estudios nuestros y de otros autores han encontrado que la ansiedad con que crecen lleva a los jóvenes a buscar compensaciones como alimentos azucarados o comida altamente palatable, alcohol e incluso abuso de drogas. El afecto es fundamental. Estas alteraciones tienen efectos a largo plazo; no se trata solo de nutrición, sino de un componente afectivo integral”, concluye.