Si el ruido se puede transformar en energía, las grandes urbes podrían transformarse en grandes plantas energéticas y aportar al mix energético una electricidad limpia y gratuita. Esta idea, que ahora parece una quimera, puede hacerse realidad con un sistema de sensores especiales, capaces de convertir el ruido de las ciudades en energía. Investigadores de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) estudian cómo hacerlo.
El nivel de ruido medio en las grandes ciudades es generalmente elevado debido a una combinación de factores como el tráfico, el transporte público, la construcción, y las actividades comerciales y sociales. El ruido generado la circulación urbana suelen oscilar entre 60 y 85 decibelios (dB) en áreas concurridas. A partir de los 70 dB, el ruido se considera perjudicial para la salud si la exposición es constante, y muchas ciudades superan estos niveles durante la mayor parte del día. Además, las zonas cercanas a aeropuertos o grandes obras de construcción pueden presentar niveles de ruido aún más altos, agravando el problema.
“La idea de convertir el ruido en energía surgió cuando me di cuenta de que las energías renovables, como la solar y la eólica, no utilizaban una fuente que también se podría aprovechar: el sonido”, dijo el estudiante de Ingeniería Física de la UNAL, Sebastián Hernández, impulsor de esta línea de trabajo.
Cómo se transforma el ruido en energía
La transformación del ruido en energía se realiza mediante unos sensores que convierten las vibraciones del sonido en energía cinética, a través de un proceso basado en la física de ondas sonoras y después se puede aprovechar como energía eléctrica.
Aunque el concepto ya se ha explorado en otros contextos, como en estudios realizados en Francia y Australia, en donde se han medido las vibraciones de las bicicletas o de los vehículos al chocar con los reductores de velocidad en una autopista, la idea del estudiante Hernández es “aplicarlo al ruido urbano, específicamente en ciudades como Bogotá, donde los niveles de contaminación auditiva alcanzan los 80 decibeles (dB)”.
“Se trata de un nivel demasiado alto, producido mayormente por fuentes móviles como los carros o los buses del Sistema Integrado de Transporte Público (SITP); además es un factor que hasta ahora no tiene control ambiental”, amplía.