Los residuos vegetales son como una plaga muy difícil de controlar. Almería está considerada la huerta de Europa, aunque habría que hablar de esta provincia como una de las mayores productoras del país de residuos vegetales. Cada año son más de 700.000 tonelada de estos residuos las que generan los invernaderos de la provincia y la cifra no hace más que aumentar, a medida que crecen las hectáreas dedicadas a la agricultura protegida. La solución a este problema es bien complicada y requiere de una actuación coordinada de productores, administraciones públicas y plantas de tratamiento. Aunque los esfuerzos de estos tres agentes de nada servirían sin el trabajo previo que realizan grupos de investigación como el de Desarrollo de Técnicas Microbiológicas para la Mejora de Suelos de Interés Agrícola, que dirige Joaquín Moreno Casco, y que lleva cerca de veinte años trabajando en el desarrollo de microorganismos capaces de mejorar el proceso de compostaje de los residuos vegetales que produce la agricultura intensiva.
Ésta fue la línea de trabajo iniciada por Joaquín Moreno hace ahora unos veinte años. Aunque su formación está alejada de esta materia, él es doctor en Farmacia por la Universidad de Granada, nada más llegar a la Universidad de Almería se dio cuenta de que debía dar un cambio en su trayectoria científica que lo conectara con el sector productivo de Almería. Así comenzó a aplicar sus conocimientos de microbiología en el desarrollo de técnicas capaces de mejorar y acelerar el proceso de descomposición de los residuos vegetales, uno de los pasos esenciales en la producción de compost. Este cambio en su trayectoria le ha dado muy buenos resultados, tantos que entre sus logros y los de su equipo de científicos cuenta con el hecho de haber conseguido reducir de tres meses a 45 días el proceso de compostaje de los restos de plantas empleadas en los invernaderos.
“Hemos conseguido una mejora en la eficiencia del proceso de compostaje, que ahora se hace en menos tiempo y con menos recursos”, explica este investigador, que también aclara que sus investigaciones en el ámbito de la microbiología se han traducido en una mejora de la calidad del compost resultante del proceso.
Uno de los escollos que han salvado estos investigadores es conseguir técnicas microbiológicas para descomponer la lignina, un polímero presente en las paredes celulares de las plantas, es decir, lo que las hace ‘leñosas’. Su descomposición es complicada y lenta. Así, este elemento es el principal responsable de que se dilate tanto en el tiempo el proceso de compostaje. “Con los restos vegetales no ocurre lo mismo que con los residuos orgánicos domésticos, que se descomponen muy rápidamente”, explica Joaquín Moreno, que reconoce la dificultad de descomponer los tallos más leñosos de las plantas de tomates o de pimientos.
En su línea de trabajo con los microorganismos han conseguido neutralizar y descomponer restos de plaguicidas y fitosanitarios, algo muy a tener en cuenta en la producción agrícola intensiva, ya que, a pesar de que cada vez se emplean menos en favor de las técnicas de la agricultura integrada, todavía son una fuente importante de contaminación en los suelos y acuíferos de la provincia de Almería.
Otro de los problemas al que hacen frente y que han solucionado con éxito es el control de plagas con el desarrollo de especies antagonistas y supresivas de fitopatógenos, es decir, de especies capaces de luchar contra las enfermedades que aquejan a las producciones agrícolas. Este asunto está muy relacionado con los residuos vegetales, ya que una mala gestión de estos desechos se puede traducir en un aumento de fitopatógenos. Joaquín Moreno cita como ejemplo de esta situación a la acumulación de restos vegetales en las inmediaciones de los invernaderos. Estos residuos, aunque se trate de plantas muertas, albergan agentes nocivos para las plantas y son un foco de nuevas plagas e infecciones para las producciones intensivas. De ahí, destaca este investigador, la importancia de retirar estos residuos lo antes posible y llevarlos a las plantas de tratamiento.
“Contar con estas herramientas para frenar las plagas es muy importante en Almería, ya que los daños que provocan estos microorganismos se traducen en importantes pérdidas económicas”, explica Joaquín Moreno.
Estos investigadores cuentan con un fondo de entre seis y ocho mil cepas microbianas diferentes para ponerlas a trabajar contra las enfermedades y plagas que afectan a las producciones intensivas de Almería. Aunque los logros más destacados en este sentido, según reconoce este investigador, son los microorganismos desarrollados capaces de actuar frente a varias enfermedades o varios tipos de plagas. Esta característica los hace más interesantes desde el punto de vista económico, ya que evitan el tener que recurrir a un microorganismo por cada uno de los fitopatógenos que afectan a las producciones agrícolas.
Esta línea les ha reportado destacadas colaboraciones con empresas del sector auxiliar de la agricultura, sin embargo, según reconoce el mismo Joaquín Moreno, en la actualidad no mantienen ninguna colaboración abierta con este sector, debido a que la crisis económica ha provocado un descenso en la inversión que realizan en investigación.
De cara al futuro, este grupo de investigación quiere continuar con su línea de investigación con la que conocer más y mejor el proceso de compostaje de los residuos vegetales resultantes de la agricultura; íntimamente relacionado, los investigadores trabajan en la elaboración de un mapa del proceso de compostaje, en el que se definan con un alto grado de precisión cada uno de los pasos por los que atraviesan los residuos; además, continuarán con la catalogación y el desarrollo de nuevas especies microbiológicas para emplearlas en las técnicas de supresión y antagonismo, para la lucha contra las plagas.
Este grupo de investigación, cuyo director creó la Red Española de Compostaje, es uno de los responsables del avance en la gestión de los residuos de la agricultura intensiva almeriense, un problema asociado a la producción cuya solución es complicada.
Responsable: Joaquín Moreno Casco.
Departamento: Biología Aplicada
Teléfono: +34 950 015 027 / mail: jcasco@ual.es
Artículo publicado en Nova Ciencia