La agencia espacial japonesa (JAXA) mandó al espacio su nave Hayabusa 2, que aterrizó en 2020 en Australia. En su misión, lanzó un proyectil de tántalo al asteroide Ryugu para provocar un cráter artificial en este y así poder extraer, mediante una sonda, sus restos y traerlos directamente a la Tierra. Un hecho extraordinario, ya que hasta ahora solo se habían analizado restos de asteroides que habían caído a la Tierra tras atravesar la atmósfera, hecho que altera y contamina sus características.
JAXA custodia celosamente el material y solo concede fragmentos a equipos de investigación que superan un proceso abierto y altamente competitivo con un proyecto de investigación de vanguardia. Tras superar este arduo proceso, un equipo científico coordinado por Olga Prieto Ballesteros, geóloga planetaria del Centro de Astrobiología (INTA-CSIC) y promotora del proyecto, el profesor Cesar Menor-Salván, astrobiólogo y bioquímico del departamento de Biología de Sistemas de la Universidad de Alcalá, Laura Jiménez Bonales, experta en espectroscopía del Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT) y el profesor Yuichiro Cho, experto en asteroides de la Universidad de Tokio, ha conseguido una pequeña muestra de Ryugu en calidad de préstamo.
Así es Ryugu, el asteroide que aterrizará en la Universidad de Alcalá
Actualmente hay miles de asteroides de distinto tamaño dando vueltas por el espacio. Como explica César Menor, “los asteroides son objetos del sistema solar que normalmente suelen ser rocosos y de pequeño tamaño. Demasiado pequeños para ser un planeta, pero grandes para considerarlos polvo o partículas”.
En concreto, Ryugu es un asteroide del tamaño de la ciudad de Madrid, del tipo primitivo C, que son los más comunes en el llamado cinturón de asteroides (remanentes del origen del Sistema Solar que orbita entre Marte y Júpiter), sobre todo en la parte externa, y se caracterizan por su bajo albedo (reflexión de la luz), baja densidad, alto contenido en carbono y materia orgánica y gran presencia de minerales hidratados y volátiles.
Los investigadores estudiarán el material de Ryugu con el objetivo de explorar la complejidad de la química prebiótica presente en este vestigio del origen del Sistema Solar. Para lograr este objetivo utilizarán espectroscopia Raman combinada con técnicas de espectrometría de masas, y microscopía electrónica.
La muestra se encuentra en el Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), centro encargado de la recepción, custodia y coordinación del proyecto, pero pronto llegará a los laboratorios de la Universidad de Alcalá para proseguir con la investigación. Aquí, primero ensayarán con restos análogos para maximizar las posibilidades de éxito y garantizar la seguridad de la muestra que, al ser tan pequeña, corre riesgo de destruirse.
Un asteroide muy especial
Como comenta el profesor Menor-Salván, “este asteroide es muy especial porque es muy rico en compuestos orgánicos, en agua y en carbono, lo que nos permitirá conocer procesos que pudieron darse en el origen de los planetas”. Para ello se van a emplear prototipos y modelos de instrumentos Raman similares a los de vuelo previstos en las próximas misiones a Marte, como el instrumento RLS (Raman Laser Spectrometer), fabricado, integrado y verificado por el INTA (liderando un consorcio internacional) y que volará en la misión ExoMars de la Agencia Espacial Europea (ESA), o el instrumento RAX para la misión MMX (Mars Moon Explorer) de JAXA a las lunas de Marte. De esta manera, se podrá contrastar las moléculas prebióticas identificadas y caracterizadas con los sofisticados instrumentos del laboratorio con los resultados que potencialmente se encontrarán durante las misiones espaciales.
“Como investigador, es un privilegio trabajar de primera mano con restos de asteroides con sus características intactas. Posiblemente ahora mismo sea las muestras más valiosas que hay en la Tierra y eso también es una responsabilidad”, afirma César Menor-Salván. Si las moléculas orgánicas encontradas son las esperadas, además, tendría una profunda implicación en la búsqueda de vida, ya que sugeriría que los procesos iniciales fueron los mismos en cualquier sistema estelar del universo, pero también aportaría mucha información para las próximas misiones espaciales e incluso podría trasladarse a otras disciplinas como la medicina ya que la tecnología espectroscópica que se utiliza en el análisis espacial comienza a. tener aplicaciones médicas.