La primera edición de Anales del Instituto de la Patagonia (AIP) fue publicada en 1970 bajo la dirección del historiador Mateo Martinic, con el objetivo de compartir con la comunidad regional los estudios que realizaba el Instituto de la Patagonia. Desde sus inicios, abarcó las principales disciplinas de las ciencias sociales y naturales, y se concentró en el territorio austral.
Medio siglo después, ya alcanzó 50 volúmenes publicados, lo que equivale a más de 600 trabajos, entre artículos y notas científicas. Entre los primeros figuran las obras del ecólogo vegetal, botánico e ingeniero agrónomo Edmundo Pisano Valdés, uno de los fundadores del Instituto de la Patagonia en Punta Arenas, y constituyen un material de consulta obligada para cualquier trabajo de fitogeografía (ciencia que estudia la distribución geográfica de las plantas) en la ecorregión subantártica sudamericana.
Especialistas como Orlando Dollenz en botánica, Claudio Venegas en aves, Omar Ortiz, Annette Laming o Dominique Legoupil en Arqueología, Mateo Martinic en Historia, Leonardo Guzmán e Ítalo Campodónico en fauna marina, publicaron en ella sus indagaciones, las cuales han servido de línea base para realizar comparaciones con la situación actual de la biodiversidad austral.
El Dr. Américo Montiel es el editor jefe de la revista desde 2017. Cuando asumió, Anales tenía categoría SciELO, y participaba en el sistema de acceso abierto Open Journal Systems (OJS). En la actualidad, AIP es una revista exclusivamente electrónica; sigue la guía de buenas prácticas del Comité de Ética de Publicaciones (COPE) y, desde 2021, sus artículos se publican en flujo continuo y forman parte del sistema mundial DOI (Digital Object Identifier). Pero el cambio más destacado de los últimos años corresponde a la ampliación temática. “Hoy los límites ya no son territoriales, sino disciplinares”, explicó Montiel. “El nuevo objetivo de la revista es publicar trabajos sobre biociencias terrestres o marinas”.
Líneas de base y trabajo compartido
El editor en jefe sumó a dos investigadoras externas a la institución. Bárbara Saavedra, directora de la Wild Life Conservation Chile (WCS) y Juliana Jiménez, del Instituto de Biodiversidad y Biología Experimental y Aplicada de la Universidad de Buenos Aires (UBA), son las co-editoras. Ambas, según Montiel, gestionan publicaciones y hacen aportes a la política de la revista. Al mismo tiempo, funciona un Comité de Editores para evaluar los textos, un Comité de Divulgación Científica que pretende incrementar la divulgación de los contenidos de AIP, y diversas alianzas con autores/as y evaluadores/as.
¿Qué distingue a la revista Anales? ¿Cuál es su mayor aporte al conocimiento científico? Según sus editores, lo más relevante es la diversidad de temas que maneja. “Hay líneas base para todo prácticamente, información de todos los ámbitos, turberas, bosques, etc.”, dice Montiel. “Y, obviamente, somos la revista de ciencias naturales de la Patagonia, porque no hay otra hasta el (paralelo) 42”, agregó.
Para Bárbara Saavedra, Chile está en deuda en lo referido al conocimiento de los territorios y de los elementos constitutivos de la biodiversidad. “Se dice que hay 30 mil especies conocidas en Chile, número que subestima el total de las que componen los ecosistemas en el país”, afirma la científica. A nivel nacional, comenta, se ha establecido un sistema científico “que está construyendo en el vacío, porque falta esa línea de base que ofrece Anales. Una revista seria, de calidad, que ha inspirado a la comunidad regional a conocerse en su propia naturaleza, porque transmite sus aportes a la comunidad”.
Desafíos de la revista
El principal desafío de Anales, según la Dra. Savedra, es sintonizar con la Estrategia Nacional de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación para el Desarrollo 2022, y “reflejar los cuestionamientos de la sociedad actual; ampliar la mirada desde la naturaleza focalizada en grupos taxonómicos, hacia las ciudades, industrias, otros espacios, para unas ciencias posicionadas en el mundo actual, con perspectiva ética, territorial, y así enfrentar las inequidades que vivimos como sociedad en la pérdida de biodiversidad, gestión del agua y acceso a la energía, entre otros ejemplos”.
La Dra. Jiménez, en tanto, destacó el objetivo de internacionalización que tiene la publicación, la cual espera que “llegue, por lo menos, a nivel regional a todas las universidades y centros de investigación”. Al mismo tiempo, relevó la intención de atravesar fronteras etarias, llegando a las nuevas generaciones de investigadores e investigadoras para que tengan una comunicación más fluida con las revistas y editores, no solamente al momento de publicar, sino también para que participen en la revisión de artículos. “Eso le va a dar también un nuevo empuje”, afirma, así como también mayor dinamismo, al acortar los extensos tiempos actuales de publicación y de revisión.
Sobrevivir para esta revista no es fácil, debido a una serie de desincentivos que surgen en el sistema de publicaciones científicas a nivel nacional e internacional. Sin embargo, la idea es seguir publicando, sin perder el arraigo con la sociedad; ojalá, prestando mayor apoyo al sistema escolar, y aumentando la divulgación, todo lo cual para su editor jefe es el principal desafío para acceder a nuevas indexaciones.