Un equipo de investigadores de la UNED y ARTIS International ha desarrollado un ambicioso proyecto para desentrañar los factores que impulsan la voluntad de luchar en conflictos alrededor del mundo. El equipo realizó 31 estudios en 9 países, con casi 12.000 participantes de diversas nacionalidades y contextos, desde personas refugiadas y desplazadas tras el conflicto en Siria e Irak con el Estado Islámico, hasta yihadistas y miembros de bandas latinas encarcelados, militares estadounidenses, ciudadanos de Palestina, Turquía, Marruecos, Líbano, UK, etc.
La base teórica del estudio se centró en el concepto de «Fusión de Identidad», una noción que implica una fuerte conexión visceral con un grupo (por ejemplo un país), líder (por ejemplo, el presidente de un país) o valor (como la religión la independencia, la libertad o la democracia), lo que lleva a ciertas personas a una disposición para hacer sacrificios extremos y costosos en nombre de ese grupo o líder o valor compartido. Los investigadores descubrieron que la fusión de identidad predecía la voluntad de luchar, pero lo interesante fue la identificación del porqué.
Qué motivos llevan a luchar en un conflicto armado
El modelo propuesto por los investigadores sugiere que la voluntad de luchar es impulsada en primer lugar por la percepción de la «Formidabilidad Espiritual», que representa la voluntad, la fuerza interna, lo que está “dentro del corazón” y que nos lleva a hacer cualquier cosa por un grupo, individuo o valor. Y en segundo lugar, esta fuerza espiritual incrementa la confianza que tenemos en dicho grupo, individuo, o valor. Por lo tanto, la confianza es un elemento crucial para el despliegue de la voluntad de luchar.
Estos hallazgos tienen implicaciones significativas para la formulación de estrategias de seguridad y políticas en conflictos actuales y futuros. A menudo, la estrategia se ha centrado en la capacidad militar, ignorando la importancia de la convicción moral y la adhesión a valores fundamentales que pueden inspirar acciones extremas. Los investigadores sugieren que esta comprensión de la voluntad de luchar debería integrarse en el análisis de inteligencia y en la toma de decisiones políticas y militares.
Fruto de este trabajo se ha publicado recientemente en la prestigiosa revista internacional PNAS el artículo Transcultural pathways to the will to fight, firmado por Ángel Gómez, catedrático de la Facultad de Psicología de la UNED y receptor de la ERC Advanced Grant A Multi-Theory Multi-Method Approach for Preventing and Reducing Radicalization leading to Violence — MULTIPREV, como investigador principal, junto a la profesora titular, también de la UNED, Alexandra Vázquez, y Scott Atran, miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos.
Qué otros elementos impulsan a la luchar armada
Aunque estos estudios han arrojado luz sobre la voluntad de luchar, los investigadores reconocen que hay otros factores influyentes, como la percepción de lazos familiares con el objeto de la fusión y las diferencias en las formaciones sociales y culturas políticas. Además, el papel cada vez más importante de las Redes Sociales en la movilización y reducción de los costos de movilización debe ser investigado y comprendido.
Según los expertos, en un mundo lleno de conflictos y guerras, comprender la «voluntad de luchar» se ha convertido en un desafío crucial para los responsables políticos y militares de todo el mundo. La pregunta de qué motiva a las personas y a los grupos a enfrentarse en situaciones de guerra ha sido objeto de debate y estudio durante años. En 2022, se presentó ante el Congreso de Estados Unidos el Proyecto de Ley de la Voluntad de Luchar, que urgía a prestar atención a la medición y evaluación de la voluntad de luchar. La importancia de entender la voluntad de luchar es evidente a la luz de las consecuencias devastadoras que pueden surgir de un mal juicio sobre esta cuestión. Desde la caída de Kabul ante los talibanes hasta el avance del Estado Islámico en Siria e Irak, las malas estimaciones sobre la voluntad de luchar de los actores involucrados han tenido graves consecuencias para la seguridad y estabilidad mundial.
Por ejemplo, el presidente de los Estados Unidos, Barak Obama, manifestaba que, al igual que hicieron en Vietnam, sobreestimaron la capacidad de lucha de la armada iraquí y subestimaron la del Estado Islámico. Años más tarde, el presidente Biden reconocía que su Gobierno había gastado muchos millones de dólares en el conflicto en Afganistán, pero que ese dinero no había podido entrenar a cómo fortalecer la motivación para combatir. Ambos presidentes coincidían en considerar que la capacidad de lucha “es un imponderable”.