El fentanilo es un potente analgésico que forma parte de los opioides, sustancias llamadas así porque interactúan con el sistema opioide del cerebro, el cual tiene una función muy importante tanto en la regulación del dolor y el placer como en el estado de ánimo y el estrés.
Este medicamento, que puede ser hasta 100 veces más potente que la morfina, se ha usado para tratar dolores muy intensos relacionados con cirugías o enfermedades como el cáncer, pero en los últimos años su consumo ha estallado en las calles de diversos lugares del mundo, entre ellos el barrio Kensington (Filadelfia, Estados Unidos), denominado como el “barrio zombi” a causa del efecto que produce la droga, una especie de letargo y adormecimiento.
Una investigación de la Universidad de California (UCLA) estima que las muertes por sobredosis de fentanilo mezclado tanto con otras drogas como con alcohol u otros medicamentos, se han multiplicado hasta 50 veces desde 2010, al pasar de 235 personas fallecidas en ese año, a 34.429 en 2021.
Aunque es un problema grave de salud pública en Estados Unidos, que se está extendiendo a otros países, en laboratorio se ha estudiado poco la combinación del fentanilo con otras sustancias, entre ellas el alcohol, cuyo consumo está muy normalizado.
Con la guía del doctor Adam Kimbrough, de la Universidad Purdue, y la profesora Marisol Lamprea, del Departamento de Biología de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), la bióloga Jimena Sotelo García, de la Institución, evaluó en ratones de laboratorio (modelo murino) cómo se podría entender la adicción al fentanilo potenciada por el consumo de alcohol.
La investigadora trabajó con 16 individuos que dividió en dos grupos, el primero conformado por 8 ratones a los que les inyectó una solución salina o suero fisiológico, mientras que al segundo le suministró una dosis de 0,1 miligramos por kilogramo de fentanilo. Esta acción la repitió cada día por 5 meses.
Después diseñó un modelo o circuito en el que les dejó a los ratones una mezcla de alcohol (etanol al 20 %) en un recipiente, y esperó un tiempo para ver qué grupo tomaba más.
Uno de los aspectos novedosos del estudio fueron los tiempos en que se observó el consumo. Durante los primeros tres días hubo un bloque de 2 horas después de la inyección para que los ratones tomaran alcohol, pero al cuarto día se establecieron 2 horas más, por lo que contaron con 4 horas, tiempo elegido porque es similar al estimado en algunas publicaciones sobre lo que puede durar el efecto de la droga.
“El grupo al que se le suministró fentanilo consumió menos alcohol cuando pasaron 2 horas, pero al aumentar el tiempo a cuatro hubo un incremento de la cantidad que bebieron. Este es un piloto que aporta al vacío en la literatura en cuanto a la exposición a fentanilo y luego a alcohol, de lo cual hay muy pocos estudios”, asegura la bióloga.
Añade que el consumo a las 4 horas obedecería a una compensación en el efecto que se genera en el cerebro, pues en el primer bloque los receptores del sistema nervioso están ocupados con el fentanilo, pero apenas sienten la abstinencia buscan suplir su necesidad con otra sustancia. Se ha comprobado que en el mundo esta poderosa droga se ha estado mezclando con todo tipo de cosas en laboratorios clandestinos.
En el trabajo de investigación también se realizaron pruebas locomotoras y de comportamiento para calcular en cuánto tiempo de abstinencia se producen problemas en estas funciones, o padecimientos como la ansiedad, que se evaluó en el experimento sin resultados significativos entre uno y otro grupo.
Aunque algunos fármacos simulan la acción de los opioides y tratan la adicción al fentanilo, como la naloxona, también denominada Narcan, que consiste en un espray nasal para salvarle la vida a alguien que está padeciendo una sobredosis, estos no parecen ser suficientes, ya que las personas vuelven a consumir, incluso cuando recién se les suministró.
La investigadora asegura que “aún faltan estudios en temas como: cuáles son las dosis más peligrosas en las mezclas y cómo se ve impactado el sistema respiratorio de quien consume, pues se pueden presentar casos de un ritmo de respiración tan lento que hay fallas ineludibles en el organismo”.