Publicado un artículo en una revista de alto impacto (Q-1), ‘Archives of Sexual Behavior’, en el que indican que el sexo puede considerarse como una forma más de hacer ejercicio y que, a raíz de un análisis más profundo de la demanda física que conlleva, queda patente que su práctica adecuada puede aportar múltiples beneficios para la salud
La pregunta sobre la que se estructura el trabajo cuestiona cuáles son las demandas físicas que lleva implícitas la práctica de sexo. El grupo de Investigación HUM628, más en concreto los investigadores José M. Oliva, Fernando Alacid y José M. Muyor (en colaboración con Pedro A. López-Miñarro de la Universidad de Murcia) han llevado a cabo un estudio publicado en la revista Archives of Sexual Behavior, categoría Q-1, bajo el título ‘What Are the Physical Demands of Sexual Intercourse? A Systematic Review of the Literature’.
La investigación parte del reconocimiento del sexo como una actividad que “en su práctica adecuada aporta beneficios para la salud” y ha consistido en hacer “una revisión de la literatura científica sobre las demandas físicas de la actividad sexual (coito)”.
Sus autores, una vez concluida la recopilación, han sugerido que “no solo se necesitan investigaciones que combinen los análisis fisiológicos y cinemáticos” de la práctica sexual, sino que también deben publicarse más estudios de alta calidad para comprender mejor las demandas físicas que conlleva.
Se sabe que la actividad sexual puede provocar demandas de intensidad moderada, pero “varían según diferentes variables contextuales”. Así, conceptualmente la actividad sexual puede ser considerada como actividad física, ya que, por definición, “es una actividad que implica movimiento musculoesquelético y conlleva un gasto energético”, pero, además, “este estudio puede ayudar a la sociedad a comprenderlo mejor”, así como por qué motivos su práctica adecuada puede “aportar múltiples beneficios para la salud”.
Está íntegro en https://link.springer.com/article/10.1007/s10508-021-02246-8.
Los investigadores de la Universidad de Almería han analizado datos de parámetros fisiológicos, como la frecuencia cardíaca o el gasto energético, y cinemáticos, como el rango de movimiento. Los resultados han mostrado que la actividad sexual puede provocar un gasto de energía de ~100 kcal (o ~6 unidades metabólicas equivalentes, MET) durante su desarrollo, así como frecuencias cardíacas medias entre ~90 y ~130 pulsaciones por minuto y frecuencias cardíacas máximas de hasta ~170. Sin embargo, estas demandas físicas varían según el estado de salud, la posición, la duración de la actividad, la fase de la actividad sexual y el propio sexo.
Respecto a las cinemáticas, el patrón de movimiento ha sido cíclico en todas las posiciones y las mayores exigencias en la flexión de la columna lumbar se han encontrado en las posiciones del misionero para mujeres. Las posiciones de misionero y de costado provocaron el mayor movimiento de flexión lumbar en los hombres.
En cuanto al movimiento de la articulación de la cadera en la actividad sexual, la flexión, abducción y rotación externa caracterizan principalmente el movimiento de la mujer, mientras que la rotación externa lo hace en el hombre.
Como fondo, se han identificado un total de 1.264 estudios, de los que se han seleccionado 962 tras eliminar los duplicados. La criba ha continuado hasta un total final de 18 estudios en esta revisión sistemática, que es la primera que se realiza.