El estudio refleja cómo evolucionaron las desigualdades sociales en la mortalidad en Europa, desde el siglo XVIII hasta el XXI. La investigación explica por qué las diferencias sociales en mortalidad eran universales en el sur de Europa en épocas tempranas, pero no en el norte.
El trabajo evidencia que las desigualdades no son inevitables y están ligadas a condiciones sociales y económicas específicas, ofreciendo una base sólida para diseñar políticas públicas que las reduzcan
Las condiciones sociales y económicas unidas al nivel de desarrollo de los conocimientos médicos y sanitarios de cada época, marcan el potencial de salud de cada persona y, por tanto, configuran la desigualdad social en la mortalidad.
Un investigador de la Universidad de Almería, Víctor Luque, del Grupo de Investigación Historia Económica y Desarrollo-SEJ667 (HEDES), ha realizado un estudio para responder cuándo y por qué surgen estas desigualdades y cómo han evolucionado a lo largo del tiempo. Para ello, ha analizado los datos desde el siglo XVIII hasta la actualidad en Europa.
El estudio, Desigualdades sociales en la mortalidad de adultos en Europa (siglos XVIII-XXI): un análisis crítico de teorías y evidencia, ofrece un análisis histórico que ayuda a comprender cómo las condiciones económicas y sociales han moldeado las desigualdades en mortalidad, ofreciendo una base para diseñar políticas públicas que reduzcan las desigualdades actuales.
Desde la premisa ‘¿por qué las diferencias sociales en mortalidad eran universales en el sur de Europa desde que tenemos evidencias, pero no en el norte?’, Luque ha desarrollado un trabajo que integra teorías y datos históricos para ofrecer una explicación clara y global, puesto que hasta entonces las investigaciones previas no mostraban patrones consistentes.
Este estudio analiza cómo evolucionaron las desigualdades sociales en la mortalidad en Europa, desde el siglo XVIII hasta el XXI. Aunque hoy estas desigualdades son prácticamente universales, no siempre han estado presentes. En épocas anteriores, factores como la limitada efectividad de los avances médicos y las condiciones epidemiológicas igualaban las tasas de mortalidad entre clases sociales en algunos contextos.
El trabajo revela que en los países del sur de Europa las diferencias sociales en la mortalidad eran evidentes antes del siglo XIX, mientras que en el norte comenzaron a manifestarse más tarde. La clave de esta diferencia radica en el estado nutricional de las clases bajas. En el norte, los avances económicos mejoraron la dieta, alejándolos del umbral de subsistencia. En el sur, las clases bajas vivían mucho más cerca de ese límite, lo que las hacía más vulnerables a enfermedades y hambrunas, marcando diferencias sociales desde épocas tempranas.
Luque revela que a pesar de los avances en salud pública y medicina del último siglo, en la práctica totalidad de los países las desigualdades persisten o incluso se han ampliado. Esto se debe a que desde finales del siglo XIX, la aceleración en el ritmo de los avances en el conocimiento médico y de salud pública, unida a la desigualdad en el acceso a los mismos, ha provocado un aumento de las diferencias sociales en la mortalidad.
Estas desigualdades se han hecho evidentes incluso en países con sistemas de bienestar avanzados, puesto que incluso en estos contextos las personas con mayor estatus socioeconómico suelen acceder antes a los nuevos avances.
El trabajo evidencia que las desigualdades en mortalidad no son inevitables y están ligadas a condiciones sociales y económicas específicas. Este conocimiento puede orientar políticas públicas que mejoren el acceso a recursos esenciales, que favorezcan la comprensión y la adaptación de los hábitos de vida a los nuevos avances en el conocimiento médico y sanitario, que provean un acceso más equitativo a la atención sanitaria, reduciendo así las desigualdades en salud.